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Carlota Cid / mujerhoy.com
Martes, 15 de diciembre 2015, 12:45
El 30 de julio de 2011, Ferran Adrià marcaba el fin de una era con el cierre de elBulli, el restaurante que cambió las reglas de la gastronomía mundial y dio paso a una nueva manera de entender la comida. Porque, más allá de portadas en revistas y periódicos de todo el planeta, de premios y estrellas Michelin por doquier, sin el Bulli no podríamos comprender lo que hoy está sucediendo en el sector. Platos servidos en pizarras, espumas y nitrógeno en casi cualquier restaurante, bocados de autor para los que no se requieren cubiertos y, sobre todo, una fiebre creciente por este hedonismo necesario con intenciones de acto, no solo social, sino también cultural. El arte de comer, sí.
Hoy, final de 2015, con la burbuja del efecto Adrià estallada (en lo bueno y en lo malo) y la resaca de una crisis económica que ni siquiera se ha ido del todo, asistimos a un cambio de valores que también afecta a lo gastronómico: los nuevos emprendedores apuestan por lo artesanal, existe una demostrada vuelta a las raíces y vemos cómo resucitan negocios fagocitados por el consumismo loco de los 90. (Más información en MujerHoy.com)
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