Borrar
El 3 de enero de 1888, a la edad de 40 años, Thomas Edison hizo una lista con asuntos en los que estaba trabajando y otros que tenía en mente. La lista ocupa cinco páginas e incluye ‘un piano eléctrico’, ‘tinta para ciegos’, ‘seda artificial’, ‘aparato para sordos’ y así más de cien epígrafes. Edison registró 1.093 patentes solo en EEUU.
Pasión por las listas

Pasión por las listas

Las enumeraciones, ya sean de tareas pendientes, consejos o sueños, ayudan a ordenar nuestra existencia. Shaun Usher ha recopilado 125 sorprendentes y disparatadas, algunas de autores tan conocidos como Einstein, Marilyn, Washington o Twain

cÉsar coca

Domingo, 6 de diciembre 2015, 23:39

Las listas son un remedio contra el caos. Por eso los humanos las hacemos desde el principio de los tiempos. Umberto Eco ya escribió un libro sobre el asunto y en Cómo acabar de una vez por todas con la cultura Woody Allen se reía de las listas y del psicoanálisis a partir de unas ficticias relaciones de prendas de ropa enviadas a la lavandería y la consiguiente interpretación freudiana. Shaun Usher ha hecho algo diferente:ha recopilado 125 confeccionadas en los últimos 3.300 años y que recogen temas tan dispares como consejos para ser un buen cowboy o qué deben hacer los jugadores de golf si bombardean el campo mientras están disputando un hoyo. Algunas son anónimas o están firmadas por personas apenas conocidas. Otras fueron concebidas por las mentes más brillante de su tiempo. En Listas memorables (Ed. Salamandra), que acaba de llegar a las librerías, Usher incluye la relación autógrafa de los pecados de Newton, la de los hombres con los que Marilyn deseaba acostarse, los consejos de Ogilvy para escribir bien o los nombres que Dickens tenía reservados para los personajes de sus novelas aún no escritas.

El afán por dejar constancia de las propiedades es muy anterior a la existencia de la figura del registrador. Usher recoge la lista en la que George Washington, poco antes de llegar a la presidencia de EEUU, anotó «los negros de más de doce años» que eran en ese momento de su propiedad. En la misma, tras los nombres, figura un añadido:«98 caballos. 4 mulas. 1 semental de 2 guineas. 1 carro». Otros registran los regalos recibidos, quizá por su abundancia. Era el caso de la reina Isabel Ide Inglaterra, que cada 1 de enero de los 44 años de su reinado ordenaba hacer una relación detallada de los obsequios, agrupados según el grado de nobleza de quienes se los entregaban, para terminar por los sirvientes. En 1579, mandó anotar «una joya de oro muy refinada; consiste en un reloj con pequeños diamantes y un colgante, muy pequeño, de oro, diamantes y rubíes; a cada lado tiene montado un diamante con forma de rombo y una manzana de oro esmaltada en tonos verdes y rojizo», entregado por el conde de Leycetour; «un sarcenet bastante feo, bordado», que llevó William Huggans; y «dos cajas de albaricoques» que le hizo llegar el farmacéutico John Ryche. La lista contiene centenares de regalos de todo tipo. Algunos los utilizó y así consta también en el registro para obsequiar a su vez a aristócratas y sirvientes.

Otros listados tratan acerca de asuntos bien distintos, pero no por ello son menos elocuentes. Es el caso de Mark Twain, que durante un largo viaje por Europa terminó muy harto de la baja calidad de la comida que le servían en los restaurantes. Cuando se acercaba el día de su regreso a casa, envió una carta que incluía «unos pocos platos» para que estuvieran preparados a su llegada, listos para comer. El «pequeño menú» así lo llama incluye 57 manjares , algunos tan contundentes como «pollo frío», «rosbif americano», «pavo asado al estilo del Día de Acción de Gracias», «pavo salvaje asado», «pato lomiblanco de Baltimore», «alubias blancas», «lubina negra del Misisipi» y «manzana al horno envuelta en masa con nata de verdad». Parece que el autor de Las aventuras de Tom Sawyer llegaba con hambre.

Hambre es lo que produce la lectura de la enumeración que Georges Perec completó al acabar 1974: ahí está la relación completa de todo lo que había comido y bebido durante el año. El menú fue variado: el escritor francés degustó desde un puré de hinojo a una morcilla con manzana, unos riñones a la mostaza o dos trozos de pastel de naranja.

Los hombres de Marilyn

Bien distinta es la lista de Franklin: enuncia formas de decir que alguien está ebrio: 228 sinónimos, en total. O la que elaboró Theodore Roosevelt a petición de una historiadora que quería saber qué pájaros había visto cerca de la Casa Blanca. En total, un centenar, del cuclillo piquigualdo al zorzal maculado. El don del presidente estadounidense para la observación y la identificación de aves lo tenía Raymond Chandler para las figuras literarias. En algunas libretas las iba anotando según se le ocurrían. Luego, las introducía en sus textos cuando las necesitaba. Estas son algunas: «Silencioso como un dedo en un guante», «tenía tanto sex appeal como una tortuga», «frío como los calzones de una monja», «una boca como una lechuga mustia» o «más bajo que las pelotas de un tejón». Menos imaginación precisaba el funcionario que hace casi 3.300 año precisaba las causas del absentismo laboral en la obra del Valle de los Reyes, en el antiguo Egipto. Tras el nombre del trabajador, registraba los días de ausencia y el motivo. Algunos parecen muy sólidos:«Le picó un escorpión» y «amortajó a su hijo» son casos claros. Otros son más discutibles:«Fabricando cerveza», «libación», «construyendo su casa» o «hizo una ofrenda a Dios» no pasarían hoy el filtro de un jefe de personal por poco exigente que sea. Y nadie, ni siquiera el sindicalista más combativo, tendría recursos para defender a un trabajador que se ausentaba del trabajo para «estar con Dios».

Algunas listas revelan no solo el sentido del orden de sus autores, sino también su capacidad para prever el futuro. Robert Boyle, conocido como el padre de la química moderna, escribió sus deseos en materia de avances científico-tecnológicos en 1662. Son en total 25 y en esa relación están «curar enfermedades a distancia o al menos con un trasplante», «fabricar armaduras más ligeras y extremadamente duras», «el arte de volar» y «un barco que navegue con todos los vientos». Casi 300 años más tarde, cuando tenía solo 25 años y apenas se había asomado a la gran pantalla, Marilyn Monroe propuso a Shelley Winters enumerar los hombres con los que a ambas les gustaría acostarse. Marilyn puso 17 nombres, entre ellos los de Yves Montand y Arthur Miller.

El golf y la guerra

Hay listas para todo, y Usher recoge una buena muestra. Están los consejos para damas elaborados en 1824 por The Ladies Pocket Magazine: «Si quieres conservar la belleza, levántate temprano», «si bailas bien, hazlo pero pocas veces;si bailas mal, no bailes nunca»;«si tus manos y tus brazos están predispuestos a la torpeza, haz tapices». Y las recomendaciones sobre cómo redactar bien del publicista David Ogilvy:«Escribe como hablas, con naturalidad», «nunca escribas más de dos páginas sobre ninguna cuestión» ni «uses jerga como reconceptualizar, desmasificar, actitudinalmente o sentenciosamente, parecerás un capullo pretencioso». Pero quizá la mejor lista de todas es la que recoge las modificaciones de las reglas del golf del Richmond Club de Surrey, pensadas para el tiempo de guerra. Estas son algunas:«Se solicita a los jugadores que recojan bombas y restos de metralla para evitar que causen daños a las máquinas cortacésped». «Si hay disparos o están cayendo bombas, los jugadores podrán protegerse sin ser castigados por dejar de jugar». Y la última:«Un jugador cuyo golpe se ve afectado por la explosión simultánea de una bomba puede jugar una bola desde el mismo lugar. Tendrá un golpe de penalización».

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Pasión por las listas