julia fernández
Domingo, 22 de noviembre 2015, 23:54
A Pierre a secas, un francés nacido en Mallorca que prefiere salir sin apellidos , todavía le brillan los ojos cuando recuerda el día de su boda con Natalia. «Fue precioso». Hacía sol, ella «estaba guapísima» y sus wedding planners hicieron un trabajo «increíble». La ceremonia se celebró hace «nada... Déjame que cuente... ¡Solo tres meses!». Pero no fue ni en Baleares, donde vive el novio, ni en Francia, donde está su familia, ni en Rusia, el país donde hasta ahora residía la novia junto a sus padres. Tuvo como escenario Aeroe, una isla danesa «de cuento», de 90 kilómetros cuadrados y con el mismo número de habitantes (6.265) que la localidad asturiana de Ribadesella.
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Pierre y Natalia cumplieron en septiembre su sueño de oficializar la relación. Pero tuvieron que irse lejos porque aquí, en España, no había manera. «Es un c oñazo», admite con franqueza. Siempre acababan chocando contra el casi insalvable muro de la burocracia, que maneja a los contrayentes como si fueran peonzas. «Y si uno es extranjero la cosa se complica el doble». En su caso, los son ambos, y ella es ciudadana de un país que no pertenece a la Unión Europea, otra traba más. «A veces te piden cosas que luego no necesitabas o que no es lo que realmente te facilitan en las embajadas», explica la pareja. Cansados de vagar de ventanilla en ventanilla, decidieron mirar hacia otra parte. «Busqué en internet lugares donde fuera más fácil casarse», relata Pierre. Le salieron tres resultados: Chipre, República Checa y Aeroe. Enseguida se decidió por la última opción:«Dinamarca es un país muy organizado. Y nosotros queríamos algo que nos ofreciera seguridad». Lo suyo no era un paripé, querían una boda de verdad, con todos los sacramentos, aunque fuera civil. Y la encontraron a más de 2.000 kilómetros.
El año pasado, se registraron 2.640 matrimonios en esta isla a la que solo se llega en ferry y que se ha convertido en la capital de las bodas en Europa desde hace un lustro. La mayoría de los contrayentes son extranjeros. En 2014 solo hubo 60 bodas entre daneses. Este 2015 calculan que se celebrarán unas 3.500 en total. No hay día que los vecinos no se encuentren con alguna pareja paseando por sus calles empedradas y posando ante sus casas bajas de puertas de colores con un inconfundible sabor marinero. En el Ayuntamiento, hay enlaces de martes a viernes y dos sábados al mes. A la semana, se casan allí entre 50 y 80 parejas. Y el día de más trajín «es el viernes, con unas 20-25 ceremonias», explica la funcionaria Tina Eriksen. Así, durante diez meses, porque hasta enero y febrero el ritmo no baja. Entonces se ofician seis al día.
Cuatro agencias locales
Una pareja que quiera casarse en este concurrido registro civil necesita el pasaporte, el certificado de nacimiento, otro de su estado civil y un visado de residencia. Aunque la mayoría opta por contratar los servicios de las agencias de bodas, el principal negocio de la isla, para quitarse de líos. Hay cuatro locales y dos con sede en la vecina Alemania que se promocionan en la página de turismo de la isla. Una de ellas es la de Louise Badino y su marido, John Moloney. Se llama Danish Island Weddings y abrió sus puertas en Aeroeskoebing, la ciudad más importante, en 2008. «Lo hicimos después de que el gobierno municipal constatase que ese año 200 parejas de Alemania habían venido a casarse aquí», explica él.
Para los germanos es bastante complicado organizar un enlace en su país por la cantidad de requisitos que han de cumplir, sobre todo si uno de los cónyuges es de fuera. A algunos se les pide que vuelvan a sus países de origen para solicitar y recoger parte de esos documentos. En la isla es diferente:«La gente viene aquí porque se necesita poca documentación y el proceso es rápido y fácil», se sincera Leslie Rabuchin, dueña de Global Express Wedding, otra de las agencias locales, que sobresale por su velocidad. Con los papeles ya en su despacho, esta abogada es capaz de organizar una ceremonia «en 18 horas». La media de lo que tardan este tipo de negocios en lograrlo sin prisas tampoco es muy alta, apenas tres semanas.
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Pierre y Natalia se gastaron 2.000 euros en total en el viaje a Dinamarca, donde estuvieron diez días. La mitad de ese dinero, «unos mil», la destinaron solo a la boda. Eligieron un servicio premium de los que ofrece el equipo de Badino. Su enlace fue en la Antigua Corte de Comerciantes, un precioso edificio en el centro histórico de Aeroeskoebing. Hubo «flores, ramo para la novia y champán» para brindar tras el sí quiero. En este caso eran tres: los novios y la suegra.
En un faro y en la playa
A Natalia también le ofrecieron vestidos de gala «de sus propios armarios» cuando vieron su cara de circunstancias ante la imponente presencia de Pierre.«Habíamos dicho que sería algo informal, pero quise sorprenderla poniéndome un traje, que es algo que no llevo casi nunca», revela entre risas. Después de unos momentos de duda, ella decidió quedarse con lo que llevaba, unos sencillos pantalones blancos y una preciosa blusa de encaje en el mismo color. «Estaba igualmente preciosa».
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Sin embargo, no hace falta gastarse tanto. El paquete más básico de ceremonia y alojamiento sale por unos 300 euros, aunque el estándar, con boda en el registro civil, ronda los 700. A partir de ahí, los contrayentes tienen lo que quieran. Porque en Aeroe es posible casi todo: casarse en un faro, en la playa, en el bosque... Hasta en el jardín de Susanna Greeve, una inglesa que lleva más de cuatro décadas en la isla regentando la Pension Vestergade 44, una acogedora casa de huéspedes de 1748 acostumbrada a recibir a parejas a punto de darse el sí quiero. «Nueve de cada diez vienen aconsejados por Louise y John».
Habrá muchos nervios en esas habitaciones.
No, no. Como tienen arreglado todo el tema de los papeles, están tranquilos. Pueden disfrutar de esta experiencia tan especial.
Las bodas de Aeroe también tienen fotos. Y algunos de esos álbumes parecen sacados de las mejores revistas especializadas. Camilla Jørvad es la autora de muchos de ellos en los últimos siete años. No hace más de 30 enlace al año y contratarla puede costar entre 410 y 2.200 euros. «Trato de crear imágenes atemporales, hermosas, que muestren la personalidad de la pareja con autenticidad y la belleza del paisaje». El truco para conseguirlo es que los novios se relajen ante su objetivo y confíen en ella, vengan de donde vengan.
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Lo que más llama la atención al entrar en la oficina de Danish Island Weddings es un enorme mapamundi que han colgado en la pared. Tiene 153 chinchetas clavadas, una por cada país de procedencia de las parejas que contratan los servicios de esta agencia. «Vienen de todas partes, incluido Australia y Nueva Zelanda», se enorgullece John Moloney.
¿Estamos ante Las Vegas de Europa?
Aeroe está muy lejos de Las Vegas en estilo y ambiente. Esto es como un cuento de Hans Christian Andersen.... Si te casas en Las Vegas, la gente se ríe. Si lo haces aquí, les da envidia. ¡Todo es de verdad!
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En la isla, además de no haber rastro de Elvis y Marilyn, tampoco hay trampa ni cartón. «Son bodas totalmente legales», confirma Pierre. Él volvió a Mallorca casado y con el documento firmado por La Haya y traducido a cinco idiomas (danés, inglés, alemán, francés y castellano) que valida su matrimonio en toda Europa.
¿Repetiría experiencia?
¡Espero no tener que hacerlo! Jajajaja... Pero a una pareja de amigos alemanes que han intentado casarse aquí, en Mallorca, ya se la he recomendado.
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