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Griest, durante el exigente entrenamiento, con una bayoneta enfundada en la mano. A las pruebas de los Rangers se presentaron 19 chicas.
Las dos primeras mujeres 'rangers'

Las dos primeras mujeres 'rangers'

Shaye Haver y Kristen Griest son las primeras mujeres en superar las pruebas de este mítico cuerpo de élite estadounidense. Duermen 3 horas y media al día, recorren entre barro 350 kilómetros con 22 kilos al hombro...

daniel vidal

Sábado, 22 de agosto 2015, 01:17

La capitán Shaye Haver, de 25 años, y la teniente Kristen Griest, de 26, han dado brillo al viejo lema de los Rangers. El que se sacó de la pechera, sin proponérselo, el general de brigada Norman Cota, de la 29ª División de Infantería del Ejército de los Estados Unidos, hace más de 70 años. Fue el 6 de junio de 1944, el Día D, durante el desembarco de las tropas aliadas en la playa de Omaha. Cota, bajo un endiablado fuego de ametralladoras, se dirigió al mayor Max Schneider, comandante del 5º Batallón Ranger, y preguntó a voces: «¿Qué equipo es éste?». Uno de los soldados gritó: «¡¡5.º Batallón Ranger, señor!!». La respuesta de Cota quedó para el recuerdo: «Entonces, maldita sea, ¡Rangers, abran camino! (Rangers, lead the way)». Haver y Griest no estuvieron en Omaha pero, a su manera, también han abierto camino. Son las dos primeras mujeres que consiguen superar las durísimas pruebas de la Escuela Ranger de Fort Benning, en Georgia (Estados Unidos), después de que el gobierno de Barack Obama impulsara en 2013 el acceso de la mujer a todos los puestos del ejército norteamericano. A pesar de todo, la ley impide que puedan combatir en primera línea hasta enero de 2016.

Ellas ya han hecho los deberes. Vestidas de caqui y con el pelo rapado como ordena el reglamento militar (2,54 centímetros), Shaye Haver y Kristen Griest pasan desapercibidas entre los 94 compañeros junto a los que se han graduado. Tampoco se distinguen mujeres de hombres durante los cuatro meses de poco sueño (tres horas y media al día), poca comida (en muchas ocasiones, la que ellos mismos consiguen en la montaña), y mucho, muchísimo esfuerzo físico que componen el programa de formación de Fort Benning. De hecho, el propio ejército recomienda en su web a todos los candidatos, e independientemente de su sexo, «realizar un plan de entrenamiento» de hasta 90 días antes de ingresar en la Escuela de Rangers. Aviso para navegantes.

Los futuros miembros de los Rangers, fuerza de élite de infantería ligera al servicio de las fuerzas de operaciones especiales, con más de 2.000 soldados en activo, tienen que demostrar su valía en marchas interminables que en total suman la distancia entre Barcelona y Valencia (unos 350 kilómetros), cargados con petates de 22 kilos y con el barro llegándoles hasta las orejas. Orientación y supervivencia en la montaña, combate en los pantanos de Florida, patrullas nocturnas con ataques sorpresa, meticulosas evaluaciones psíquicas. El 36% de los aspirantes que no supera las pruebas (60% del total) tira la toalla en los primeros cuatro días, la llamada Semana de evaluación psíquica. Desde el año 2010, cuatro de cada diez alumnos han terminado graduándose. Un porcentaje muy superior al de nuestros Grupos de Operaciones Especiales (GOE). Cada año, unos 400 militares españoles se presentan a las pruebas de los boinas verdes. En la última convocatoria solo llegaron a la meta 20 aspirantes. Aunque un portavoz del Ejército aclara que no hay un equipo de élite en nuestras Fuerzas Armadas similar a los Rangers. «Tampoco los boinas verdes, que tienen una exigente formación en diversos campos y después se especializan». Además, en lo que se refiere al acceso de la mujer a los cuerpos de élite, en España llevamos «diez años de ventaja» con respecto a Estados Unidos.

Este último año, solo Shaye Haver y Kristen Griest han logrado cumplir el propósito de las 19 mujeres que se presentaron a las pruebas en abril. «El objetivo ilustra la página del Centro de Maniobras de Excelencia del Ejército de EE UU es formar guerreros y líderes ágiles, versátiles, seguros, instintivos, listos para operar en cualquier tipo de operación militar y totalmente preparados para ganar en un mundo complejo».

Junto al quarterback

Haver y Griest ya parecían destinadas a cumplir estos parámetros cuando eran unas adolescentes. Shaye Haver se graduó en una escuela de Secundaria de Texas, en 2008, donde compartió pupitre con quien ha terminado siendo el quarterback indiscutible de los Washington Redskins, Robert Griffin III. Ella también jugaba al fútbol americano, aunque prefería gastar sus energías mejorando su marca en las carreras de campo a través. Al final, logró una beca para la academia militar de West Point gracias a un programa de formación de oficiales. Su instructor en aquella época, el suboficial Enrique Herrera ya le vio potencial: «Sabía que (Shaye) iba a ser mi comandante del batallón y, por supuesto, ella se convirtió en mi comandante del batallón», declaró Herrera a The New York Times. Antes de convertirse en ranger, Haver tampoco era una militar cualquiera. A sus 25 años, pilota de manera magistral los temidos y complejos helicópteros Apache.

A Kristen Griest, por su parte, tampoco le podían toser muchos compañeros durante los días de entrenamiento. Oficial de la policía militar, era una de las más rápidas sobre la pista de West Point y se graduó con honores distinguidos en el curso pre-ranger, al que fue enviada por su unidad, la Tercera Brigada de la 101 División Aerotransportada. Tanto Haver como Griest han tenido que hacer frente «a situaciones de máximo estrés» en Fort Beninng. Obtuvieron buenas calificaciones en las pruebas, aunque debieron de «recuperar» en otras, señala The New York Times: «recuperaciones que no son inusuales en el resto de aspirantes», rebaja el rotativo.

Por supuesto, todos ellos se saben al dedillo las 29 normas básicas del ranger, una adaptación de las 28 normas originales redactadas por el legendario mayor Robert Rogers en 1757 durante la Guerra de los Siete Años. Rogers, combatiendo a franceses e indios, reunió a 600 hombres y creó para ellos un manual de guerrilla que, en la práctica, los rangers modernos han perpetuado hasta nuestros días. Entre esas normas básicas, la primera: todo ranger «está sometido a las reglas de la guerra». Entre otras recomendaciones, la de «evitar el uso de vados en los ríos, ya que a menudo son vistos por el enemigo».

Con capacidad para desplegarse en cualquier lugar del mundo en menos de 18 horas, los descendientes del mayor Rogers son primos hermanos de los Seals, el grupo de élite de la Armada norteamericana, los que acabaron con Bin Laden. Pero los Rangers también tienen sus propias medallas. Este grupo, cuyo origen hay que atribuírselo a los ingleses en 1622, cuando copiaron las tácticas y las técnicas de combate de los indios de las costas de las primeras colonias, fue resucitado durante la Segunda Guerra Mundial por el mayor William Orlando Darby, que ahora da nombre a una de las fases de la instrucción. La misma guerra en la que sufrieron una de sus mayores derrotas, cuando en 1944 murieron o fueron capturados por los nazis 754 de los 760 soldados de tres batallones de rangers. Intervenciones posteriores en la Guerra de Corea, en la de Vietnam, en el asalto a la casa del dictador Manuel Noriega, en la invasión de Irak y de Afganistán, además de en la lucha contra el terrorismo, reescribieron su historia. Justo lo que han hecho Shaye Haver y Kristen Griest.

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