Bloomberg, Branson, Buffet, Gates, Hilton Rockefeller y Zuckerberg (de izda. a drcha).

Millonarios de otra pasta

El 5% de los ricos del mundo pertenecen a 'The Giving Pledge', el club solidario de Bill Gates y Warren Buffett para ayudar a los más pobres. Ya han recaudado 200.000 millones de dólares, pero quieren triplicar esa cifra

daniel vidal

Sábado, 27 de junio 2015, 00:10

Otoño de 1993. Habían pasado casi 20 años desde que Bill Gates fundó Microsoft y el genio de las grandes gafas de pasta ya ganaba millones de dólares al frente de su imperio informático. Así que decidió pegarse uno de esos viajes de ensueño junto a su entonces novia, Melinda, con la que se había prometido y con la que se casaría unos meses más tarde. Hicieron las maletas y se marcharon a África. La idea era conocer la sabana, ver animalitos salvajes, pasear por la playa de la mano y tirarse a la bartola. A sus 38 años, Bill Gates «nunca había estado tanto tiempo fuera del trabajo», como reconocía la propia Melinda en una entrevista mucho tiempo después, así que, para saciar su sed de bytes y megabytes, el bueno de Bill se llevó su ordenador para hacer unas pequeñas demostraciones a la población local. Deformación profesional. Hablando sobre ventanas digitales y sistemas operativos a unos negros boquiabiertos que no entendían nada, el americano pronto comprendió que su invento, el que había revolucionado el mundo y de paso su bolsillo, era la última preocupación de su auditorio, la mitad a punto de morir de hambre. Literalmente.

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Al día siguiente, la pareja visitó en Tanzania un hospital de enfermos de tuberculosis, donde los niños morían sin remedio, uno detrás de otro. Afectado por la «condena a muerte» que suponía la enfermedad, por la pobreza extrema de la población, por los ojos de la gente de la que había estado tan alejado tantos años, Bill Gates se preguntó: «¿Esto tiene que ser así?». La respuesta no la buscó en ningún gobierno y tampoco esperó a que nadie se pusiera manos a la obra. Iba a ser él, con su propio trabajo y su propio dinero, el que empezara a poner remedio. Paseando por las playas de Zanzíbar, junto al azul turquesa del Índico y de la mano de su futura esposa, Bill Gates comenzó a convertirse en el mayor filántropo de la historia.

El hombre más rico del planeta, con una fortuna estimada de 85.500 millones de dólares según el último ránking de Bloomberg, ha reinvertido más de 30.000 millones de su riqueza en proyectos sociales desde aquel paseo por las arenas blancas de Zanzíbar. Más de una tercera parte de su dinero, aunque no son pocas veces las que ha dicho que quiere donar a la sociedad hasta el 80% de todo su patrimonio, que se ha multiplicado como los panes y los peces desde que la pareja decidió crear en 1994 la Fundación Bill y Melinda Gates. Algo tendrá que ver que los beneficios fiscales relacionados con obras benéficas asciendan hasta el 100% en EE UU. En 2006, de hecho, Bill Gates anunció que dejaba el sillón de Microsoft, que diversificaba sus inversiones y que se dedicaba por entero a sus proyectos sociales.

Ocho millones de niños vivos

Mucho antes, a finales de la década de los 90, la Fundación ya había comenzado a trabajar en diversas vías para mejorar la nutrición infantil en los países más desfavorecidos de América, África y Asia, así como en la investigación y la aplicación de vacunas contra la malaria, la polio, la tuberculosis, la hepatitis B, el sarampión... Hoy, el propio Gates se enorgullece de haber salvado la vida a seis millones de niños hasta el año 2012. Serán ocho millones en 2019. «En 1990 moría uno de cada diez niños en el mundo antes de cumplir los 5 años. En 2030, será uno de cada 40», pronosticaba Bill Gates el pasado mes de enero. Pero las acciones benéficas de Bill Gates no solo se centran en el ámbito sanitario. Gates se ha gastado un pastizal para erradicar enfermedades que llevan decenas de años campando a sus anchas por el mundo (más por el tercero), y hasta ha creado una superbanana rica en vitaminas y minerales para luchar contra la desnutrición. También trabaja en bancos de semillas, retretes del futuro, preservativos de última generación y en una máquina que transforma las heces en agua potable y electricidad. Hasta hizo de conejillo de Indias. «Bill Gates bebe caca», titularon algunos medios. El ámbito educativo es otro de sus grandes campos de batalla. Y no solo entre los más pobres.

Consciente de que él solo no podría arreglar todos los rotos de este mundo, «y de que un día yo no estaré», pronto empezó a generar conciencia entre sus colegas billonarios. A principios de esta década, puso en marcha junto a Warren Buffet (tercera fortuna del planeta) The Giving Pledge (El compromiso de dar), una iniciativa con la que pretenden crear conciencia y convencer a billonarios como ellos de la necesidad de repartir, al menos, la mitad de su riqueza para caridad. Eso es lo mínimo porque Buffett, por ejemplo, se ha comprometido a donar el 99% de sus 70.000 millones de dólares. En un primer barrido se sumaron 40 personalidades. Cinco años después, la lista de firmantes alcanza los 137 nombres. Algunos tan conocidos y tan sumamente adinerados como Richard Branson (Virgin), Marck Zuckerberg (Facebook), Barron Hilton y Richard Marriott (los de los hoteles de lujo), el banquero David Rockefeller, Michael Bloomberg (exalcalde de Nueva York y magnate de la información económica) o Ted Turner, fundador de la CNN. La donación puede hacerse efectiva en vida o en el momento de la muerte. «Es un contrato moral, más que legal».

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Aunque el grueso de los donantes son norteamericanos, en The Giving Pledge también hay rusos (como el oligarca de la minería Vladimir Potanin, con una fortuna de 15.000 millones de dólares), indios, británicos, alemanes, surafricanos o australianos. Ningún español, después de que Amancio Ortega, el segundo más rico del planeta con más de 70.000 millones de euros en el bolsillo, rechazara la oferta de Gates. Ortega dispone de su propia fundación para canalizar la ingente obra social que desde hace años promueve. El año pasado entregó de una tacada 20 millones de euros a Cáritas, la mayor donación de la historia a la institución de acción social de la Iglesia.

Gates tampoco ha conseguido mojar en China, el segundo país con más multimillonarios del planeta (Wang Jianlin, Li Ka-Shing, Jack Ma, etc...), pero a la vez un país donde los empresarios se muestran especialmente reticentes a estas iniciativas. Cuando no tacaños. De los 200.000 millones de euros que atesoran los cien mayores filántropos chinos, solo 600 millones se destinaron a obras benéficas. Únicamente el fundador del portal de ventas online Alibaba, Jack Ma, destaca como filánropo en el país asiático. Aunque también le dio largas a los promotores de The Giving Pledge.

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Con todo, Bill Gates se siente «orgulloso» del compromiso adquirido por sus colegas, esos 137 nombres que ya engordan una lista que, pese a todo, representa un porcentaje muy pequeño, el 5% de los 2.170 multimillonarios del planeta, según la compañía suiza de servicios financieros USB.

Puede parecer un pobre resultado para el esfuerzo y el empeño que han puesto Bill y Melinda Gates y Warren Buffett estos años con campañas de George Lucas incluidas pero, hasta la fecha, las arcas de The Giving Pledge han recaudado casi 200.000 millones de dólares, que equivale al 20% del PIB de España (alrededor del billón de euros) o si lo prefiere al pago de las pensiones, el desempleo y los intereses de la deuda pública de nuestro país. El objetivo es llegar a los 600.000. Cada dólar cuenta en la lucha contra la pobreza. Por eso, el propio Gates ha lanzado otra iniciativa, Global Citizen, para que cualquier ciudadano del mundo pueda contribuir a la causa. Que no hace falta ser multimillonario para ser filántropo.

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