La corrupción cerca el barrio más 'chic'

Los escándalos de Rodrigo Rato, Luis Bárcenas y Jaume Matas manchan el paraíso de la gente 'bien' de Madrid, donde ocho de cada diez vecinos votan al PP

francisco apaolaza

Martes, 28 de abril 2015, 00:06

En la calle Don Ramón de la Cruz hay más unidades móviles que taxis, más micros que alfileres de corbata. Los medios de comunicación asedian el domicilio de Rodrigo Rato. Arriba, el exvicepresidente del Gobierno espera cercado en su vivienda de 300 metros cuadrados, en la que se podría jugar un partido de tenis. Abajo, esperan los cámaras con un café en vaso de cartón y una bolsa de pipas. A la vuelta de la esquina, el despacho del también expresidente del FMI permanece con las lunas tapadas con cartones y cintas de la Agencia Tributaria. Un poco más allá, la casa de Jaume Matas (en prisión por el 'caso Palma Arena') y en la calle Príncipe de Vergara, la vivienda de Luis Bárcenas, epicentro de la movida corrupta del barrio del lujo de Madrid, un oasis de gente 'comme il faut' que vota al PP a muerte y que la justicia está cercando. Esta es la ruta de los imputados-condenados del barrio bien de España, la zona patricia, reducto de un abolengo perseguido por la palabra corrupción.

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La escena de las cámaras haciendo guardia en la calle Ramón de la Cruz es mucho más jugosa vista de cerca. Algunos vecinos, molestos con el campamento, invitan más o menos educadamente a los periodistas a que investiguen otros campos: «¡Iros a buscar a los de los ERES!». Se cuenta que en la panadería de enfrente, que está a punto de cerrar, han hecho el agosto. En la tienda aseguran que no, que solo gastan mucho en papel higiénico y en agua. Los del gimnasio invitan a los reporteros a pasar al servicio y de paso intentan que se hagan socios.En la librería jurídica de al lado han cambiado el escaparate que había en el momento de la detención de Rodrigo Rato, pues mostraba toda una batería de bibliografía sobre evasión fiscal y blanqueo de capitales y quedaba feo. Allí mismo un agente de la Agencia Tributaria le puso la famosa mano en la nuca al detenido, que fue lo mismo que ponérsela a una época entera de la historia de España.

De la puerta de ese edificio moderno y al tiempo señorial que Rato comparte con su novia, donde nadie se compra un piso por menos de un millón de euros, ha salido hasta una familia de boda. «Tenemos que tener cuidado con los niños para que no salgan en la tele y no podemos aparcar -explica Teresa, vecina y financiera de 30 años-. Todo este lío va a darnos peor fama todavía. Va a pensar la gente que estamos todo el día defraudando a Hacienda», se queja.

«Todo va por colores». Paco (a secas) lleva 27 años viendo la vida pasar desde su mostrador de mármol jaspeado, en la portería que queda enfrente del piso del expresiente de Bankia, como si fuera un árbitro de tenis. Lo ha observado todo y emite un análisis clarísimo de cómo los escándalos se toman en el barrio. «Mire, esto depende de lo que se piense. Para unos, lo que sufre el señor Rato es un acoso injustificable, es la Inquisición. Para otros, por fin se hace justicia».

¿Y usted?

Yo soy partidario de que el que la haga, que la pague.

Ángel, el portero del inmueble donde está el despacho del exlíder popular, es mucho menos diplomático: «Fuera de aquí. La gente está hablando lo que no debe», espeta al reportero, que ha sido invitado a entrar por Ana, que está al cuidado de una sobrina. Tiene 71 años y admite que el prestigio del barrio «está tocado»: «Hy mangantes como en todas partes, como en Somosaguas o en Carabanchel. Es normal que nos tengan manía, porque quizás aquí está todo más limpio y hay más servicios, cosa que no es justa. Al fin y al cabo, aquí están los votantes del Partido Popular, pero hay gente de todo tipo, sobre todo gente mayor que formamos la segunda generación de vecinos. No, no descendemos de la pata de El Cid». En las últimas autonómicas, el PP ganó con el 52% de los votos en la ciudad de Madrid. En el distrito de Salamanca, la cifra ascendió al 69%.En el barrio de Castellana, epicentro del lío, la cifra asciende al 82%.

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Ana, que vive en Goya con Alcalá, una de las grandes esquinas del barrio, dibuja el perfil de lo que es Madrid, o los dos madrides que conviven abrazados por el anillo de asfalto de la M40. «Hemos pasado toda la vida viendo pasar manifestaciones. Los de izquierdas siempre van por Alcalá, los de derechas cogen por Goya». Ana no quiere dar su apellido. Nadie quiere. En esa misma escalera una vecina amenaza hasta con tomar medidas legales si se cita a alguna Ana, a ver si van a pensar que es ella. En algunos momentos la tensión es tan alta que saltan las chispas del absurdo.

En la calle todo es sol, luz y gente hablando por teléfono. Tipos con corbata caminan con decisión atlética y por los retales de las conversaciones que se escuchan desde Ramón de la Cruz a Príncipe de Vergara un analista podría predecir el futuro Ibex-35. En el número 34 residen los Bárcenas y hay turistas que lo visitan como si visitaran la capital de la evasión fiscal o una versión de la Ginebra de Suiza, pero a la madrileña. Un portalón enorme muy típico en el barrio (con entrada para coches de caballos) y un carril bus en el que el que aparca el escolta de Bárcenas cuando le sale delimitan un espacio mágico, en el que ha ocurrido casi de todo. Decenas de periodistas han hecho guardia en la calle y algunos dormían dentro del vestíbulo (tiene calefacción) cuando el piadoso portero dejaba la puerta entreabierta. Había carreras, empujones, policías que cutodiaban las azoteas... Cuando saltó el escándalo de los papeles y de los 48 millones que guardaba en Suiza, una mujer parapetada en unas gafas de sol y que acompañaba a Rosalía Iglesias, mujer de Luis Bárcenas, le soltó a un reportero: «Sois carroña». Y este le respondió: «No, la carroña sois vosotros».Se escenificaron entonces las dos nuevas españas en un metro cuadrado de acera. Hoy todavía se puede reconocer esa brecha que media entre el cartel de los preferentistas que abuchean a Rato y una mesa de jubilados de chaqueta cruzada con botonadura de oro que bebe champaña y lee el periódico en la penumbra fresca y recóndita del Velázquez GinClub.

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Cien euros al limpiabotas

El marqués de Salamanca era un tipo que vivía en un palacio sin cocina (compraba la comida en el restaurante Lardhy) y que inventó un barrio para el que nunca imaginó este futuro.A espaldas de su palacio, en el Paseo de la Castellana, en 1860 se empezó a construir un barrio de grandes casas y de calles con un trazado parisino, perfectamente perpendiculares, limpias, lógicas y luminosas como las rayas de una pista de pádel. Jaime de Marichalar, Cayetano de Alba,Felipe González, Federico Trillo, la crema del poder y otras 140.000 almas de todo tipo (muchos ancianos y algunos inmigrantes en casas que se vienen abajo) pastan en ese césped urbano que delimitan por el norte la Avenida de América y por el sur O'Donnell, que nace en el Paseo de la Castellana y muere enFuente del Berro, junto a la M30, en colonias de lujo ácrata en la que pueden convivir tipos tan diversos como la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el ínclito Jorge Vestrynge.

El barrio sigue su marcha, cada vez más volcado hacia dentro.Cada vez más casa y cada vez menos calle. La política y la economía se han ido retirando de los paseos ufanos y de las terrazas a los ojos de la gente. Hoy es impensable que un dirigente popular se siente en la terraza del Wellington. Hace unos años, en la de Serrano 80, una cervecería bastante común en la que se reúnen los alpinistas de la banca, podías ver a César Alierta soltarle 100 euros al limpiabotas. Hoy, con la mano de la sospecha en la nuca de las clases dirigentes, no se le ocurre a nadie. Del boato sin complejos del Marqués de Salamanca queda un palacio, una plaza, y una estatua que tiene -maldita casualidad- una mano en el bolsillo.

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