Borrar
Ángel Gabilondo con su hermano Iñaki.
Ángel Gabilondo, el quinto hijo del carnicero

Ángel Gabilondo, el quinto hijo del carnicero

Exfraile, filósofo y futbolero, así es el candidato del PSM, un hombre que pertenece a una estirpe de bandera. Así son los Gabilondo

francisco apaolaza

Domingo, 8 de marzo 2015, 01:43

Noventa y dos escalones suben al cuarto piso del número 5 de la calle Churruca, en la parte vieja de San Sebastián. Para los críos, son un mundo y cuando los mandan a por un recado, rabian de tener que bajar y subir. Es una casa grande que ocupa las dos manos de la planta en un edificio de techos altísimos. Los chicos del carnicero Gabilondo duermen en habitaciones grandes, de tres en tres. En el baño, María Luisa, la madre, pone en fila a los chavales y los va peinando en serie. Los mayores tienen que ocuparse de que los más pequeños no se escapen. Iñaki hace de cabo. Nadie lo sabe aún, pero esa cola será en el futuro una lanzadera de currículos diversos y algunos estelares. Lourdes será misionera en Corea; Iñaki, una de las voces radiofónicas de la historia de España; Pedro, periodista legendario con nueve juegos olímpicos en la culata; Ramón, ejecutivo de la comunicación; Luis y Arantxa, doctores; Javier, carnicero y Jesús, el pequeño, trabajó en Aspace. Ángel se hará fraile, después filósofo, profesor, ministro de Educación y desde el miércoles, candidato socialista a presidir la Comunidad de Madrid. Siempre pensaron, ahora también, que el importante es el carnicero.

Joxe Ignacio Gabilondo regentaba una carnicería en el mercado de la Bretxa, cuando la Bretxa era la Bretxa y no un centro comercial. Se trataba de uno de los mejores mercados del mundo y allí se pregonaban rodaballos como pistas de tenis, chuletas jurásicas, guisantes como perlas de Tiffanys y pequeñas anchoas como lingotes de platino. Pertenecía a una familia nacionalista de la vecina localidad de Azkoitia. Su mujer, María Luisa Pujol, descendía de un soldado de la guerra de África al que habían dado por muerto y que se encontró que en su pueblo habían rehecho la vida sin él, así que emigró a San Sebastián. En el árbol genealógico hay muertos de ambos bandos de la Guerra Civil y en casa ninguno mamó la política. De esas cosas no se hablaba.

El padre siempre decía que si hubiera tenido solo dos hijos, habría sido millonario, pero vinieron nueve y todos estudiaron sin una beca. El carnicero y su mujer salían de casa a las seis de la mañana y hubo días en los que María Luisa llegó a vender cien corderos. Allí compraba toda la burguesía donostiarra y las celebridades que veraneaban junto a La Concha, pero ellos no tenían tiempo de gastar. El trabajo, de nuevo; el deber, siempre el deber. Cuando se jubilaron, salieron por primera vez de vacaciones: a Logroño. El puesto Gabilondo, que heredó Javier, fue la espina dorsal de la familia a base de corderos, bueyes y terneras. Hace unos años, lo traspasó.

En la plaza de la Bretxa, campo de pruebas de las infancias de los niños de 'lo Viejo', pasaban el día los Gabilondo, entre las anchoeras y sus mesas de madera y la Clarita, que vendía periódicos en la esquina sobre unas cajas vueltas. Ángel nació el día del Ángel de la Guarda, tal día como mañana hace 66 años. Era el segundo Ángel, pues el primero se fue siendo un bebé. El hombre que ha aceptado ponerse al frente del PSM era el quinto, un niño muy suyo, no antipático, al contrario, pero sí diferente. Reflexivo, abierto. El suyo era uno de esos casos en los que una mente de rata de biblioteca vive en el cuerpo de un remero de traineras. Uno de sus hermanos recuerda lo coqueto que era. Se metían con él, pues entraba el primero en la cola del baño para elegir entre los jerseys que tenían que repartirse. A la reata de críos se sumaba frecuentemente Francisco, hijo de Facundo, tío y padrino de Ángel. Hoy Paco Etxeberría, el 'décimo hermano', es uno de los forenses más reputados del mundo.

A lo que la prole se metía entre pecho y espalda hay que sumar un gasto extra: la paga del carné de la Real Sociedad que un cobrador pasaba a recoger mensualmente por el puesto y que costaba una fortuna al padre. El regalo de primera comunión de todos fue el número de socio y los colores 'txuriurdin'. Ángel era un loco del balón, una pasión a la que daba rienda suelta en las bajamares planísimas y duras de La Concha. Su equipo ganó el campeonato playero 1965-66.

El balón y Dios

Seis años después seguía gente yendo a verle jugar, pero el partidillo se jugaba en el colegio SagradoCorazón de Vitoria y Ángel, que era profesor allí, se remangaba la sotana como si fuera el atlético padre Karras de 'El Exorcista', pero a la guipuzcoana. En aquellos años también le daba muchas vueltas a Dios. Los Gabilondo fueron una familia católica y Lourdes (delegada de misiones en Galicia a día de hoy) y Ángel siguieron suFe. En aquellos años, no llegó a ser sacerdote, pero sí hermano (los corazonistas son hermanos, no frailes). En su etapa como profesor ya era un tipo avanzado. Juan Prada, antiguo alumno suyo, recuerda que le marcó «por su apertura, por ser diferente». En 1970, hablaba con sotana de higiene sexual, debatía «de lo que hiciera falta» y escuchaba a sus alumnos. Cada cierto tiempo hacía valoraciones personales y para que perdieran la vergüenza les hacía cantar en clase. Él también salía a darlo todo. Tanto le quisieron, que en el 71, los adolescentes de 12 años juntaron dinero para comprarle el disco del concierto por Bangladesh de George Harrison en el Madison Square Garden.

En aquellos días, España trataba de digerir el aperturismo del Concilio Vaticano II y la Iglesia notó más que nunca las costuras de su corsé ideológico, una cerrazón que fue demasiado para el hermano Gabilondo. Volvió a la vida seglar y estudió Filosofía. Hoy uno de los lemas de sus partidarios es Yes we Kant. Pasó que le gustaran los filósofos alemanes que le llevaron a Bremen (de ahí su simpatía al Werder Bremen), pero ¿estudiar Metafísica? Pensaban que estaba «como una cabra». En la Universidad Autónoma de Madrid fue aumno, catedrático, decano, rector, presidente del consejo de rectores, y ministro de Educación.

De los tiempos de cartera en el Gobierno de Rodríguez Zapatero, no le gustaba la pompa. La primera vez que bajó a comprar un regalo a su hijo por su cumpleaños, los guardaespaldas se le adelantaron y en el centro comercial le recibieron como si fuera Kennedy. El cargo tambioén le dejó cierta decepción, pues se le escapó por milímetros un pacto de Estado por la Educación, una materia que a su juicio no puede cambiar como no cambian las señales de tráfico con los gobiernos. Y no pudo ser.

Entonces volvió a su mundo de metafísica y a perderse en Zahara de los Atunes (Cádiz), pero no todo es filosofía. Cuentan que no fue por ella, pero al salirse de religioso, encontró el amor y se casó.Ese primer matrimonio trajo dos hijos al mundo: Román y Hugo, que tiraron por la ciencia, y dejó una ex mujer con la que se lleva bien.Desde hace años comparte su vida con Carmen, que también es profesora en la Autónoma.

Los nueve hijos de Joxe Ignacio y María Luisa se esparcieron por el mundo, cada uno con su vida. Si no se entienden, se respetan, como han respetado la última decisión de Ángel, esa «valentía» de meterse «en la boca del lobo», ha dicho Iñaki.Cuando sus hermanos le advierten de los peligros del paso, él suelta uno de sus enigmas, como si sobrevolara una realidad descarnada desde su atalaya razonable de viejo profesor: «Cuando bajas al volcán no te puedes quejar del calor».

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Ángel Gabilondo, el quinto hijo del carnicero