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borja olaizola
Sábado, 23 de agosto 2014, 02:23
Imaginen que un club de fútbol desea hacerse con los servicios de una joven estrella que cuesta 10 millones de euros. Las cuentas dan lástima las deudas de los equipos españoles ascendían 3.600 millones el año pasado, pero sus dirigentes creen que solo con la incorporación de ese fichaje se podrá salvar la temporada. Un grupo inversor se presta a echar una mano los bancos hace tiempo que cerraron el grifo y ofrece costear la mitad del traspaso a cambio de quedarse con la mitad de los derechos económicos del jugador. El acuerdo cristaliza y el fichaje se consuma: el club paga cinco millones y los inversores, otros cinco. El futbolista resulta ser un auténtico crack y una temporada más tarde los equipos rivales se lo rifan. Uno de ellos sube la puja hasta los veinte millones, el doble de la inversión inicial. El traspaso se cierra y los diez millones de beneficio neto que reporta la operación se reparten a partes iguales entre el club y los inversores.
Ese sería el escenario ideal para cualquiera de los muchos fondos de inversión que han empezado a operar en el mundo del fútbol (Doyen Sport Investments es el más fuerte en España): una operación limpia, rápida y, sobre todo, muy rentable. Los inversores se han dado cuenta de que pocas actividades como el deporte del balón tienen la capacidad de generar tantas plusvalías dentro de los límites que marca la ley. Basta con ver las cifras de los fichajes de equipos como el Barça o el Real Madrid para comprobar que revalorizaciones tan vertiginosas solo se consiguen por la vía del gol. Puede haber variaciones menores, pero el esquema es siempre el mismo: joven talentoso que da sus primeros pasos en un equipo de un país humilde, generalmente latinoamericano, multiplica su valor cuando desembarca en Europa.
En Sudamérica el fútbol es una industria. Brasil, Argentina, Colombia y Uruguay exportan todos los años cientos de jugadores, casi todos a las ligas europeas. Hace unos años los beneficios que reportaban se repartían entre los clubes de origen y los representantes de los futbolistas, pero desde hace un tiempo son patrimonio exclusivo de los fondos de inversión. «Tienen ojeadores en todos los campos y compran por cantidades modestas los derechos económicos de los jóvenes de mayor proyección a la espera de que se revaloricen», explica el abogado especializado en deporte Juantxo Landaberea. Los fondos más solventes tienen sus propios equipos para que actúen de lanzadera de sus jugadores. Se trata de exhibir su talento y despertar el interés de los clubes más grandes. Cuando uno de ellos muerde el anzuelo y el fichaje se cierra, la inversión empieza a producir sus primeros beneficios.
Si la promesa es solvente y el jugador se revaloriza en su nueva escuadra, los propietarios del fondo de inversión empiezan a frotarse las manos. Otros inversores acudan al reclamo y ofrecen montantes considerables a cambio de una parte de los derechos económicos. El pelotazo empieza a cobrar forma cuando llegan las primeras ofertas de clubes del otro lado del Atlántico. Es entonces cuando la inversión adquiere pleno sentido, ya que los fondos perciben la parte proporcional del traspaso que les corresponde como titulares de los derechos económicos del deportista. La jugada es del todo redonda si el futbolista triunfa en las ligas europeas y se produce un nuevo fichaje: a mayor número de traspasos, mayores beneficios para los inversores.
El itinerario es tan sugerente que los fondos de inversión se han convertido en dueños y señores de las principales ligas sudamericanas. Jugadores como el colombiano Falcao o el brasileño Neymar, por ejemplo, aterrizaron en Europa bajo la estrecha tutela de grupos que habían comprado parte de sus derechos económicos. Una operación de libro fue la protagonizada en 2006 por el empresario iraní Kia Jorabchian, que después de haberse hecho con los derechos de Tévez y Mascherano, entonces en el Corinthians brasileño, los traspasó al West Ham londinense para así garantizar su posterior venta al Manchester City y al Liverpool. El iraní ganó una auténtica fortuna en la operación, pero a la Premier el asunto le pareció tan feo que impuso al West Ham la mayor multa conocida en el fútbol británico, unos seis millones de euros, y prohibió desde entonces la intervención de las terceras partes third party ownership en cualquier traspaso.
«Nueva esclavitud»
La UEFAcomparte el punto de vista de los dirigentes de la Premier y apuesta por la prohibición sin paliativos de lo que Michel Platini considera un «dopaje financiero» en toda regla. Para el fútbol europeo, se trata de «una nueva forma de esclavitud» que ata a los futbolistas a productos financieros de dudoso origen. La Asociacion de Futbolistas Españoles (AFE) suscribe el veto. Su asesor jurídico, Santiago Nebot, asegura que los fondos impiden que los jugadores decidan su destino con libertad. «Las personas pasan a ser instrumentos al servicio del afán de lucro de los inversores», denuncia el letrado, que sostiene que la figura perjudica también a los clubes en la medida en que dejan de ser los beneficiarios de los traspasos. «Los equipos se quedan sin patrimonio y todos los escalafones del fútbol se empobrecen porque el dinero de los fichajes, que antes servía para financiar otros traspasos o tapar agujeros del equipo, sale del circuito del fútbol».
Hay otros argumentos de por medio. «Imaginemos plantea el abogado Landaerea que un fondo es propietario de los derechos de algunos de los jugadores de dos equipos que se tienen que enfrentar. ¿Qué hacen los futbolistas si el dueño del fondo les dice que los inversores quieren que gane uno en vez de otro? Se pueden plantear conflictos de intereses que adulteren la competición». Landaberea, no obstante, está más por la regulación que por la prohibición, sobre todo porque los fondos de inversión se han introducido de tal forma en el fútbol español que su ilegalización supondría el desmantelamiento de muchas de las actuales plantillas.
Nadie sabe a ciencia cierta cuántos futbolistas que juegan en España han cedido sus derechos económicos a grupos inversores. La posibilidad de una prohibición lleva a los clubes a mantener esa información en una zona de sombras. Entre los equipos que coquetean con jugadores apadrinados por fondos estarían el Deportivo, el Sevilla, el Zaragoza, el Mallorca, el Atlético de Madrid, el Betis, el Getafe, el Levante, el Espanyol, el Granada, el Valladolid o el Celta. El último en incorporarse a la lista ha sido la Real Sociedad, que ha fichado a un portero argentino Gero Rulli cuyos derechos económicos pertenecen a un fondo de origen británico-brasileño. Según distintas fuentes, en España habría al menos medio centenar de futbolistas cuyos derechos económicos están vinculados a productos financieros.
Pese a que la Federación Española de Fútbol estaría por secundar las directrices de la UEFA y decretar la prohibición de los fondos de inversión, hay estamentos como la Liga de Fútbol Profesional o incluso el mismo Gobierno que apuestan por su regulación. En una respuesta a una interpelación en el Congreso, el Ejecutivo avanzaba en enero su propósito de regular los instrumentos financieros a través de una nueva Ley del Deporte Profesional. Es la postura más extendida en el mundo del fútbol español a pesar de que muchos no ocultan sus reticencias hacia una fórmula que deshumaniza aún más el deporte profesional y vacía de contenido la identificación entre los jugadores y sus equipos, el cada vez más devaluado concepto del amor a los colores. «El triunfo de los fondos de inversión representa un fracaso en toda regla del modelo de gestión del fútbol», concluye sin ambages Iñaki Ibáñez, que representa a jugadores como Xabi Alonso o Mikel Arteta.
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