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El hipster no existe

El hipster no existe

Su primera característica es que ninguno reconoce ser uno de ellos. Pero están por todas partes. Nacieron contra el 'mainstream' y ahora han sido devorados por él. Pasean sus barbas y bigotes por barrios como Malasaña, el Raval o Ruzafa

FERNANDO MIÑANA

Martes, 17 de junio 2014, 10:36

Un aviso antes de empezar: el hipster es producto de su imaginación. Haga la prueba. Diríjase a ese barbudo 'gafapasta' que sujeta su tabla de skate con aire desenfadado y pregúntele si es un hipster. Le mirará con desprecio y le contestará que no, que él no es uno de ellos. Y probablemente será uno de manual. Pero ese es el primer rasgo de su identidad, negar que es un hipster.

A los jóvenes les gusta ser 'cool', pero si se les dice que son guays -una traducción de ese anglicismo- se sentirán ofendidos porque suena ridículo, cursi. Pues algo parecido sucede con ser un hipster. «A todo el mundo le encanta ser como ellos, pero a nadie le gusta admitirlo», aclara Alberto Ormeño, que da vida a 'Cultura hipster', una web con más de 40.000 páginas vistas cada mes.

Alberto, ¿usted es hipster?

Yo digo que no. Aunque no sé qué dirán los demás.

¿Y cómo son? El fenómeno ha ido evolucionando y ya hay diferentes variantes, desde el más dandy al de barba talibán, pero un retrato simplista mostraría a un joven de entre veinte y treinta y muchos años que calza unas cómodas zapatillas, pantalones pitillo muy, muy ceñidos, camisas de cuadros o estrafalarias, o en su defecto camisetas con mensajes reivindicativos debajo de una americana -una prenda compensa a la otra, ni muy serio ni muy informal-, gafas de pasta del estilo de las míticas wayfare y quizá tocado con un borsalino. Y, básico, barbas frondosas o cuidados bigotes que, además, han permitido recuperar o reinventar las barberías tradicionales de barrio.

Su evolución es contradictoria, pero ese es otro rasgo identitario, como desarrolla Guillermo Arazo, un agitador cultural que convirtió La Rambleta, un teatro del extrarradio de Valencia, en un nicho de hipsters, algo así, a escala, como El Matadero de Madrid. «Aunque se inspiran en el libro No logo de Naomi Klein y nacen como una cultura a contracorriente del mainstream (lo comercial, la cultura de masas), el hipster es un pequeño burgués que acaba siendo devorado por el 'mainstream': aparecen en medios convencionales, Ikea utiliza sus parámetros y Mercadona saca un tónico para la barba. El hipster acaba siendo asimilado por lo comercial». La MTV acaba de lanzar esta semana un serie ('Hipsteria') inspirada en ellos y la fábrica vitoriana LEA, de espuma de afeitar, una línea exclusiva.

Con nombres y apellidos

  • El modelo sueco Christian Gorän Es el modelo de los hipsters. Christian Gorän es reconocible por su barba. Pero no es su único rasgo. También es un fetiche su cámara Nikon del 65.

  • Otro hipster en la pasarela, Ricki Hall El modelo británico tiene, para muchos, la barba más hipster de la pasarela. Es un icono con más de 250.000 seguidores en Instagram.

  • Brianda, nieta de la duquesa de Alba Brianda Fitz-James, ya sea junto a su pareja, el fotógrafo Falkwyn de Goyeneche, o su amiga Miranda Makaroff, no desentona en Malasaña.

Guillermo, ¿usted es hipster?

¡Qué va!

La estética ha barrido el concepto. Ahora los cuarentones visten también como hipsters sin importarles un pimiento sus principios, su fascinación por los últimos 'gadgets', o el halo intelectual que les gusta darse asistiendo a todo tipo de exposiciones culturales. Siempre a lomos de una bicicleta, ya sea una fixi, las preciosas bicis de piñón fijo despojadas de todo complemento para mostrarse más limpias, más simples, o viejos modelos de carretera. Porque lo añejo, lo retro, es otro pilar de la cultura hipster. Las camisas con chirriantes estampados vintage, las gafas del abuelo o el vestido floreado de mamá son muy hipsters. Y siempre combinados con prendas básicas para crear un efecto discordante que, otra contradicción más, crea el 'outfit' deseado.

El hipster también se mueve en monopatín. Y lo hace por los viejos barrios que ellos han puesto de moda. Como Malasaña, y parece ser que ahora empieza también Lavapiés, en Madrid, el Born o el Raval en Barcelona, y Ruzafa en Valencia. Aunque la capital mundial del universo hipster es Williamsburg, en Brooklyn. «Es un barrio marginal de judíos ortodoxos que se ha convertido en un parque temático de lo hipster. Se mudaron allí los artistas y se han abierto locales de moda, salas de conciertos, galerías de arte...», explica Arazo.

Williamsburg floreció con el cambio de siglo, cuando comenzaron a multiplicarse los hipsters. Aunque su verdadera raíz es mucho más remota. Los hipsters eran los jóvenes que se dejaban caer por los clubes de jazz en los años cuarenta y cincuenta, que adoraban la música y sentirse diferentes. Fue la 'generación Beat' que retrató Jack Kerouac.

El hipster también es, o al menos eso le gusta aparentar, un lector voraz. Pero nada tradicional. Su guía es la revista 'Vice', una publicación que crearon tres amigotes en Toronto y que hoy en día se distribuye en una treintena de países y llega a un millón de lectores. A España, en 2007. Juanjo Villalba es su editor-jefe y explica que no son ellos los que crean contenidos específicos para los hipsters. «Creo que son más temas que gustan a jóvenes escritos por jóvenes. No tenemos problema en meter un taco o alguna palabreja rara, al contrario que los medios tradicionales. Hablamos de cosas serias desde un punto de vista más juvenil, con un estilo más callejero».

Juanjo, ¿usted es hipster?

Yo no. Aunque en algunos aspectos, más culturales que otra cosa, sí me identifico. Y adopto ropa suya, pero porque me gusta.

El hipster también consume otro tipo de literatura. Revistas como 'Jot Down', donde se escandalizan cuando se les comenta que son su referente, o cualquier obra de la editorial Alpha Decay. En el cine lo último que les ha prendido es 'Grand Hotel Budapest', de Wes Anderson, y, sobre todo, 'Her', de Spike Jonze.

Aunque su disciplina artística por excelencia es la fotografía. Con cámaras analógicas, por supuesto, y un capricho que casi ha forzado un salto mortal hacia atrás de la industria, su fascinación por las Polaroid. Las fotografías que suben a Instagram son retocadas con unos filtros, su punto bucólico, que hacen que la imagen parezca antigua. Aunque también hay fetiches más insospechados. Como las cabezas de ciervo, un icono hipster. Uno que lo niega, Ormeño, tiene varias en su casa. Aunque no sabe bien cuál es el origen de este esnobismo, apunta una peregrina justificación. «Es posible que sea una influencia del Jägermeister», aduce. El 'Jager', el licor alemán que se atizan los jóvenes en chupitos de una botella verde con una cabeza de ciervo.

Sus gustos musicales

Y eso que el hipster se cuida. Es muy presumido y para poder lucir la ropa hay que mantenerse estilizado. Cómo, si no, te metes en esos pitillo imposibles. Por eso estos urbanitas, que, no hay que perderlo de vista, aparentemente declinan todo lo comercial, abrazan la alimentación biológica y la comida vegetariana. Aunque también abundan los carnívoros. Eso sí, las franquicias están prohibidas y lo suyo son las hamburguesas de autor. Aunque sus gustos se van sofisticando. El hipster es un sibarita. Y, según Guillermo Arazo, el toque cultureta se lo dan «leyendo revistas de 'slow food' como 'Fuet' o 'Fool'», del mismo modo que se entretienen contemplando las páginas de publicaciones de interiorismo o educación. «Porque muchos de los hipsters proceden de las industrias creativas:Bellas Artes, Diseño, Publicidad...», apunta.

Pero si hay algo tan hipster como la barba son los gustos musicales. Cuanto más raro y desconocido sea un grupo, mejor. Pero, y aquí está el matiz, en cuanto dquiera cierta notoriedad, impulsada por ellos mismos, la banda será despreciada. Si uno quiere conocer qué es lo más, debe girar la cabeza hacia Barcelona y leer el cartel del Primavera Sound, el festival más hipster que pueda existir. Algunas formaciones que han seducido a los barbudos son The Field, Julia Holter, The Black Keys, Fleet Foxes, Vampire Weekend o los españoles The Marmots y Anni B Sweet. Y Arcade Fire, grupo hipster por excelencia. Pero esa virtud está siendo su condena. Arcade Fire empieza a estar demasiado gastado para un hipster. Todo parece una broma.

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