Del underground al mainstream: el cambio de rumbo del cómic LGTBI en España

Mucho antes de la proliferación de títulos 'queer' de los que hoy podemos disfrutar en cualquier librería, el cómic gay floreció en el underground de la mano de artistas como Nazario. Anarcoma, una detective travesti que acabó volviéndose muy popular, era solo una excusa para retratar los bajos fondos de la noche gay barcelonesa del primer posfranquismo. Las historias de Nazario, explícitas y sórdidas, se publicaron en El víbora, una revista de historietas de carácter mensual esencial para entender los años 80. Esta publicación fue un caldo de cultivo extraordinario para todo el ecosistema comiquero de la época y nunca tuvo miedo a escandalizar a una sociedad que aún se estaba desprendiendo de las telarañas del franquismo. Este artista sevillano fue clave para toda una generación de autores de cómics gays entre los que destaca Sebas Martín, un digno sucesor del humor, el erotismo y la transgresión de Nazario que sigue publicando regularmente en la Editorial La cúpula.

No es difícil reconocer en Nazario la hipersexualización física del archiconocido Tom of Finland, pero la influencia del finlandés se hace aún más evidente en el dibujo de otro de los iconos del cómic gay de la España de los 80: 'Manuel', de Rodrigo Muñoz Ballester. El enfoque de este artista es radicalmente opuesto al de Nazario: mientras que el sevillano apostaba por la transgresión, Muñoz Ballester lo hacía por la normalización. En su obra, que a pesar de lo extraordinario de su contenido y de lo inigualable de su técnica pasó décadas casi olvidada, se cuenta una historia de amor platónico entre dos jóvenes de entre los muchos que empezaban a vivir su sexualidad de forma más libre en el Madrid de la época. 'Manuel', un proyecto transmedia que englobaba tanto este cómic como una escultura que levantó ampollas en la edición de 1983 de ARCO, fue una obra adelantada a su tiempo que, dentro del mundillo más alternativo, se hizo popular gracias a que, muy en la línea de la cultura underground de los años 80, se fue publicando periódicamente en La luna de Madrid, una revista que actuaba de altavoz de todo lo que acontecía en la mítica movida madrileña.

Resulta curioso comprobar el cambio radical que el cómic LGTBI ha tenido en nuestro país en las últimas décadas, ya que, sin duda, ha habido un cambio de paradigma que ha hecho que el grueso de esta expresión artística haya pasado de ser masculina y underground a femenina y mainstream. Y es que los mayores éxitos del cómic LGTBI en la España de nuestros días parten de autoras que han conseguido un reconocimiento generalizado impensable hace décadas.

Algunas de estas obras usan lo autobiográfico para contar historias que van de lo personal a lo colectivo. Ejemplo de ello es 'El bebé verde' de la poeta y artista plástica Roberta Marrero, un documento esencial para comprender mejor las vivencias inherentes a las infancias trans. Esta autora, además, ha ilustrado la icónica cubierta del que es uno de los mayores éxitos internacionales de la literatura española de los últimos años: 'La mala costumbre', el debut en la novela de la dramaturga Alana Portero, cuyos derechos se han vendido a más de once idiomas, una novela que cuenta una adolescencia trans de extrarradio.

Y si hablamos de cómics sobre la experiencia trans y de éxitos internacionales, tenemos que comentar el caso de 'Us' de Sara Soler, un cómic en el que la autora cuenta el proceso de transición de su pareja, que no solo se convirtió en un éxito en nuestro país sino que consiguió la difícil misión para un cómic español de conquistar al público anglófono y francófono.

La visibilidad de las historietistas lesbianas es cada vez mayor en nuestro país: solo en esta primavera hemos tenido dos lanzamientos que, desde la ficción, nos cuentan historias lésbicas. Uno de ellos es 'La tierra yerma', un wéstern de mujeres que crea una mitología muy propia para contar una historia de pasión, venganza y territorio de la mano de Carla Berrocal, una artista plástica para la que la imaginería sáfica no tiene secretos; por otro lado, y esta vez para todos los públicos, llega a las librerías 'EnamorADA', un cómic juvenil en el que la autora Clara Cortés nos cuenta una historia de instituto iluminada por todos los tonos del rosa.

Si antes hablábamos de historietas que han pasado de las revistas a las librerías, no podemos obviar a 'Dolores y Lolo', de Mamen Moreau e Iván Batty, una obra que, desde el humor y el choque generacional, cuenta una historia que refleja muy bien cómo es la vida de muchas personas LGTBI en la España de hoy en día. Y es que el cómic es una herramienta habitual para mostrar los avances de nuestro colectivo, pero también sirve para recordarnos de dónde venimos. Buen ejemplo de ello es la novela gráfica 'Que no se olvide', la premiada obra de la autora Marina Velasco que nos anima a que tengamos presentes las vivencias de las personas queer que nos precedieron.

Memoria, visibilidad, reivindicaciones colectivas y dignidad: estas son algunas de las demandas del cómic LGTBI de hoy en día, lo que tiene mucho sentido, ya que el noveno arte siempre ha sido muy guerrero y, en la actualidad, estamos viendo cómo nuestros derechos se cuestionan por todo el mundo. Resulta curioso ver cómo algunas de estas reivindicaciones son luchas compartidas con las artistas de cómic, que ven cómo la precariedad es el día a día para una profesión en la que se viven tiempos oscuros. Es llamativo que vivamos en una época en la que nuestras historias se venden muy bien, pero en la que las artistas que las crean son más precarias que nunca. Reivindicar las condiciones laborales y el papel de las artistas del cómic es, también, asegurarnos de que nuestras vivencias se sigan contando entre viñetas y bocadillos.

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