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No andaría mucho más allá de los dieciséis años. Era una chica especialmente joven que se envolvía en la bandera celeste, rosa y blanca que visibiliza a las personas trans. Junto a ella –y con la misma cara de emoción– una amiga de la misma ... edad hacía lo propio con la de los seis colores. En el arcoíris tienen su lugar todas las personas que forman el colectivo LGTBI, pero para ellas este sábado todo tenía mucho más sentido porque era la primera vez que iban a un Orgullo. Miraban a las carrozas, reían, bailaban y se emocionaban. Probablemente, nunca se habían sentido tan parte de algo hasta entonces.
Solo por ver el rostros de estas dos chicas el Orgullo ya tendría sentido de celebrarse, pero Torremolinos demostró este sábado que su unión con el colectivo LGTBI no solo se mantiene firme, sino que crece cada año como un vínculo indisoluble entre sus calles y la libertad. Más de 60.000 personas salieron este sábado a participar en el desfile del Pride 2022, el primero que se celebra tras la pandemia. Más de 60.000 almas que –no nos engañemos– salieron a divertirse sin pensar en que nadie les juzgue, y eso por sí solo ya lo convierte en un acto tan reivindicativo como político.
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Teresa R. del Sol y Ramón Pérez
Hace tres años la gesta ya había ocurrido. Entonces fueron 50.000 los participantes en el día grande con un Orgullo que apenas contaba con su quinta edición. Pero en 2022 las expectativas estaban aún más elevadas porque el silencio de la pandemia había teñido de negro los últimos dos años. Y se cumplieron los mejores augurios, por supuesto. Es más, se superaron de una manera desmedida. En la quincena de carrozas que pasearon por las principales calles de la ciudad no cabía un alma. Hace ya unos días que sus patrocinadores avisaron de que habían llenado todas las plazas disponibles, una imagen bien distinta a la de 2015, cuando apenas tres carrozas serpenteaban por El Calvario ante la extrañeza de los vecinos.
Son muchas las claves de este éxito, pero una de ellas es el carácter de fiesta popular que ha tomado el Pride en la ciudad. Ya no es solo una cuestión de turistas o de ocio nocturno. Los vecinos se han volcado en el Orgullo, y seguramente lo han hecho porque tanto el ejecutivo local como la oposición han sabido mostrar a los vecinos que defender la libertad y la igualdad en una ciudad que ya es un icono debería quedar al margen de las disputas políticas, como finalmente ha sido.
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A pesar del éxito cosechado por la organización del Pride, la situación en un principio no parecía la más óptima. El Covid cortó en seco el ascenso fulgurante de Torremolinos como primer destino LGTBI de la península, y nadie sabía si podrían reactivarlo. Por esto no fuera poco, la histórica plaza de la Nogalera está completamente levantada por las obras de la estación de Cercanías.
Ello obligó al Ayuntamiento a trasladar el escenario de los principales eventos a la explanada del Centro Cultural Pablo Ruiz Picasso, una apuesta tan arriesgada como necesaria. La realidad es que este espacio ha terminado por convertirse en la estrella invitada de esta edición; un lugar que por lo menos dobla la capacidad de la plaza y que ha destacado por su amplitud y comodidad. Si el Pride sigue esta tendencia de crecimiento será imposible volver al aforo de la plaza, y ya son varias las voces que hablan de mantener en el futuro el centro cultural como base de operaciones del Orgullo. Eso sí, para el año que viene se hacen necesarias más barras y más personal para evitar las esperas a la hora de pedir las bebidas.
En esto de trasladar la fiesta a este emplazamiento ha tenido mucho que ver el propietario del grupo Edén y portavoz de la Asociación de Comerciantes Gays de Torremolinos. Antonio Domínguez fue el primero en definir esta edición como «histórica». Visiblemente emocionado tras la finalización del desfile, aseguraba que nadie se esperaba algo así. A pesar de haber ampliado la plantilla de sus locales para estos días, se mostraba tajante con respecto a la asistencia de clientes. «Si hubiera encontrado a diez o a quince personas más para trabajar esta semana las hubiera contratado, y aún así me habría quedado corto», explicó. «Si hemos conseguido hacer algo así con el presupuesto que tenemos, de qué no seríamos capaces con algo más», deslizó el empresario, que resaltó como la gran clave el haber trabajado mano a mano con instituciones, empresas y organizaciones.
Pero no solo había torremolinenses entre las más de 60.000 personas que llenaron las calles. El turismo LGTBI es un nicho todo el año, pero especialmente esta semana en la que han acudido de todas partes del mundo. Por primera vez desde que empezara la pandemia, las ciudad ha colgado el cartel de 'completo', superando incluso los datos de la Semana Santa. Esto hace del Pride un evento especialmente rentable, ya que es capaz de llenar bares y hoteles, traer empleo y riqueza a la ciudad y además emocionar a dos chicas incomprendidas (hasta ahora). ¿Qué más se puede pedir?
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