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El futbolista del Betis Borja Iglesias salió del armario este pasado lunes. Lo contó en un vídeo en sus redes sociales, y en unos pocos minutos la noticia se había viralizado. Periódicos ensalzando (o criticando) el paso dado, mensajes de apoyo, otros de odio… pero tenía truco. Borja Iglesias salía del armario como heterosexual, protagonizando así una divertida y a la vez acertada campaña en la que quería mostrar cómo se sienten las personas LGTBI –ya sean o no famosas– cuando revelan su orientación sexual. Un trago por el que todos tienen que pasar, pero que en ningún caso ocurre para las personas heterosexuales; un paso que no solo se da una vez, sino que hay que repetir como una constante en la vida cada vez que se cambia de amigos, de trabajo o de ciudad.
La situación de las personas LGTBI en España es mejor que en cualquier otro lugar del mundo. La ILGA (International Lesbian and Gay Association) sitúa a nuestro país en el 'top 4' en cuanto a derechos, y la sociedad ha avanzado hasta niveles nunca imaginados. La aprobación en 2005 del matrimonio igualitario fue el punto de inflexión que nos llevó a ser un referente. Sin embargo, y a pesar de todo lo anterior, revelar la orientación sexual sigue siendo un evento muy complejo de afrontar, a pesar de que –salvo excepciones– resulta muy complicado vivir una vida en constante secreto.
Datos que confirman esta realidad hay por un tubo. Según el último estudio realizado por UGT en materia de respeto a la diversidad sexual, familiar y de género en el entorno laboral, un 44% de las personas pertenecientes al colectivo LGTBI en España oculta su orientación sexual o identidad de género ante una entrevista de trabajo. Además, dos de cada tres lo hacen por miedo a posibles represalias de sus compañeros o a la reacción que puedan tener los directivos de la empresa. Otra encuesta llevada a cabo por UGT afirma que el 75% de los ciudadanos ha presenciado algún tipo de agresión verbal hacia personas LGTBI en el trabajo, un hecho que, unido a que el 42% de trabajadores LGTBI asegura haber vivido alguna agresión verbal hacia sí o hacia otros y que el 55% de estas personas no han recibido apoyo por parte de ningún compañero, confirma que hacer pública su orientación sexual sigue siendo un problema.
Aunque de momento no hay un estudio específico en el que se explicite la edad media en la que se sale del armario en España, sí está claro que hacerlo en el trabajo tiene consecuencias positivas tanto para profesionales como para las propias empresas. Esta es una de las principales conclusiones del segundo informe 'Diversity at work. El colectivo LGTBI en la empresa española' elaborado por la consultora ManpowerGroup, que recoge el testimonio de más de 5.000 personas de una quincena de países, principalmente europeos, entre los que se encuentra España. De acuerdo a este estudio el colectivo en nuestro país mejora su situación respecto al análisis de 2021 y se muestra más optimista que en el resto de Europa. El motivo principal es que la mitad de profesionales LGTBI se presenta como es en su empresa, lo que supone un incremento de 7,85 puntos respecto al año previo.
Con los datos en la mano, el 44% de las personas LGTBI considera que su propia productividad mejora tras hacer pública su orientación sexual o identidad de género en su entorno de trabajo; ligeramente por encima de la media europea (42%). No obstante, salir del armario en el lugar de trabajo es una cuestión que se ve afectada por el nivel jerárquico: mientras 7 de cada 10 profesionales en posiciones directivas lo comparten, solo un 31% en puestos junior lo hace. Eso sí, este último dato mejora en 4 puntos el resultado de 2021. Son, precisamente, las personas en posiciones de liderazgo quienes están marcando el camino, con un 47% de líderes que 'salen del armario' de un modo visible en toda la empresa; 15 puntos por encima de 2021.
El entorno laboral es crucial a la hora de revelar la orientación sexual no normativa, pero los tragos más complicados se suelen dar dentro de las familias. Aunque no existen cifras oficiales, los expertos coinciden en que esta salida del armario –al menos en España– cada vez se produce antes. Mientras que en los primeros años de este siglo se producía en edades superiores a los 20 años, el momento de contarlo a la familia y los amigos se produce ahora (siempre en términos generales) en los años de instituto.
David Urdinguio, portavoz del grupo joven de la FELGTBI (Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales e Intersexuales), se muestra positivo en cuanto a la evolución general, aunque alerta de la situación de los últimos años. «El auge de los partidos ultra como Vox están cambiando el paradigma. Ahora hay una polarización que está llevando a los dos extremos», sostiene. Esto quiere decir, a su juicio, que si bien hay cada vez más jóvenes que salen del armario en edades más jóvenes, hay otra parte que está teniendo que ocultarlo porque el discurso dentro de casa se ha ido radicalizando. «No sé si hay más homófobos ahora que hace cinco años, pero lo que está claro es que han perdido el miedo a decirlo en público o cenando con su familia. Se sienten más legitimados y eso que hace que muchos chavales tenga auténtico pavor de contarlo», añade el portavoz de la FELGTBI.
De hecho, el propio origen del término ya lo hace algo horrible. La expresión, en realidad, es una suma de dos conceptos. Especialmente en Estados Unidos, la palabra 'salir' hacía referencia a la participación de una persona en algún evento relacionado con la expresión LGTBI, como el caso de un Orgullo Gay, cuya primera manifestación tuvo lugar el 28 de junio de 1969. En cuanto al armario, la palabra también procede de una expresión inglesa: 'To have a skeleton in the closet'. La traducción literal –'tener un esqueleto en el armario'– se refiere a tener un secreto guardado; un hecho más o menos vergonzante que no quería sacar a la luz. En los años 60 y posteriores, había una relación directa entre el 'esqueleto' y ser homosexual, ya que ambos conceptos debían ocultarse a la sociedad.
Una de las grandes reivindicaciones de la comunidad LGTBI es llegar a un futuro en el que no sea necesario salir del armario. Por ello, lo que sí resulta clave –y en esto también coinciden los expertos– es en la necesidad de visibilizar la diversidad sexual, razón por lo que siempre se ha promovido dentro del colectivo que aquellas personas con reconocimiento social den el paso de forma pública.
Testimonios
La expresión salir del armario sigue estando presente en la sociedad. ¿Cuántas veces se ha dicho que ojalá no hiciera falta tener que volver a usarla? Todavía hay que mantener una conversación sobre la orientación sexual con la familia y amigos cuando no eres heterosexual. Una conversación que, a veces, llega forzada y, en otras ocasiones, sucede después de mucho pensar, reflexionar e incluso pasar por ayuda de un profesional para saber cómo afrontar esta situación. Por miedo, por vergüenza, por incertidumbre… Cada persona tiene su momento para hacerlo. Hay entornos más favorables y otros en los que expresarte libremente puede suponer la ruptura con la familia.
Sergi, sobre los 10 años, tenía que soportar insultos homófobos en el colegio. Ante esta situación, en casa le pegaban por no defenderse. Confundido, sin saber bien qué pasaba, le toca hacer la mili. De un pueblo de Gerona a Mallorca. De la represión a la libertad. Salía y veía bares de «gente como él». En el año 1996 volvió a su casa y vuelta a empezar el proceso. Ya no era libre. Tenía que esconderse para quedar con chicos. «En una revista vi que había una parte de contactos y escribí una carta para quedar», cuenta Sergi Tercero, quien actualmente vive en Málaga. Una carta interceptada por su madre con la que tuvo una pelea por ese motivo. «Me da vergüenza», le llegó a decir. «Le parecía peor que yo fuera homosexual a que mi hermano fumara porros», confiesa.
Ante esta situación, insostenible para Sergi, decidió comprarse un vuelo para volver a Mallorca con los amigos que había hecho durante su etapa en la mili. Mala suerte. Su vecina trabajaba allí y se lo contó a sus padres, quienes les esperaron para pedirle explicaciones. Su padre aún no sabía nada sobre su homosexualidad porque «tenía comentarios muy desagradables sobre los homosexuales». Finalmente cogió su maleta y se fue a buscarse la vida. Fueron más de dos años sin apenas relación, aunque pasando dinero para colaborar con los gastos familiares.
En Mallorca, Sergi seguía mandándose cartas con su hermano, quien contó a su padre que era homosexual e instó para que volviera. «No pensaba que hubieran cambiado, pero me convenció», revela. Las primeras semanas fueron idílicas. Pero solo las primeras semanas. «Maricón, chapero, drogadicto», decían sus padres. Sergio volvió a irse de casa, esta vez para no volver. Su padre y su hermano, de conductas parecidas, jamás aceptaron a Sergio, su madre parecía que sí.
Solo lo parecía. La madre, que se separó de su marido, llegó a conocer a varios novios de Sergi. Pero hace dos años cambió todo. Parecía una conversación inocente, una madre que solo quiere que sus dos hijos se lleven bien. Sergi se negó en rotundo, no estaba de acuerdo con las actitudes de su hermano. «Ya estamos con tu hermano, tú también haces cosas que a mí no me gustan y las acepto porque eres mi hijo», cuenta que dijo su madre. Sergi preguntó qué cosas, quería que su madre lo dijera con claridad. Y lo hizo. «Te acuestas con hombres y eso está mal», profirió. Esta situación ocurrió hace dos años, tiempo en el que no tiene contacto con su familia.
Sin embargo, su abuela siempre lo entendió: «¿Qué tiene la acera de enfrente que el que va no vuelve? Tú la cruzarás y no vas a volver, pero vas a ser feliz». Unas palabras que Sergi guarda en su corazón. También cuenta con el apoyo de sus tíos y de su prima. Con los amigos tampoco tuvo ningún problema, al principìo el miedo lo paralizó e iba soltando «pistas», pero todos lo intuyeron. La última vez que volvió al pueblo, todo el mundo estaba «contento» por verlo allí, incluso aquellos que se metían con él en el colegio.
Esta experiencia hizo que en las entrevistas de trabajo ocultara su orientación sexual. Aunque es una etapa que ya pasó. A sus 46 años, Sergi no oculta nada. Sergi sabe quién es y qué quiere. Sergio cuenta con el apoyo del entorno del que él ha querido rodearse. Al finalizar esta conversación, no pudo contener las lágrimas. Los recuerdos, las duras palabras de sus padres y su valentía crearon un cóctel de sentimientos que desembocó en el llanto.
Pasan los años. Las conversaciones con la familia para confesar que tienes una relación con una persona de tu mismo sexo o que te gustan no cesan. Eva Moreno tiene 22 años y no se identifica con ninguna orientación sexual, pero mantiene una relación con una chica. Hasta los 16 años no aceptó que no le gustaban los hombres. Para llegar a ese punto tuvo que buscar información a través de internet y redes sociales por la falta de referentes en su entorno.
«Me daba mucho miedo contárselo a mi padre y, al final, es el que más me está apoyando», confiesa Eva, quien tras darle muchas vueltas sobre cómo contárselo decidió dar el paso. Fue hace cuatro años. «Cuando se lo dije se lo tomó de manera natural», cuenta la joven. Con su madre fue diferente. Al principio optó por no creerla. Creía que era broma. Hasta que entendió que era de verdad. Y no lo aceptó. «La última vez que hablamos me dijo que era un hermafrodita que está intentando cambiarse de sexo», revela. Actualmente no tienen relación por otros problemas familiares, aunque la no aceptación también influyó. Su hermana mayor se excusa en que «no entiende del tema». «En mi época no había esas cosas», le dijo su hermana de 30 años. Con ella sí tiene relación.
A los amigos de Eva les costó asumirlo. Pero con varias conversaciones lograron entenderlo y ahora son un importante apoyo para ella. Aunque hubo algunos que hicieron comentarios fuera de tono, a los que decidió echar de su vida.
Rafa Zambrana también tuvo que pasar por una conversación con su familia para hablar de su orientación sexual. Él lo ha tenido claro desde siempre, sobre los 11 años ya sabía que era homosexual. A los 16 años tuvo la primera conversación sobre el tema y el año pasado, la última. La primera fue con sus hermanas y su madre. Fue bastante positiva. Aunque primero tuvo que pasar por el psicólogo para gestionar esta situación, los compañeros del colegio no ayudaban.
A los 22 años, Rafa decidió contárselo a su padre. «Nunca me preguntaba por chicos ni por chicas», afirma y cree que lo «daba por hecho». Al volver del Erasmus, tras mucha reflexión, tuvo la conversación. «Me dijo que lo sospechaba», cuenta. A día de hoy, es un tema tabú aunque Rafa no lo achaca a su orientación sexual sino a la falta de confianza que existe entre ellos.
En el entorno de la amistad, Rafa también tuvo que pensarlo antes de dar el paso. «Me daba miedo porque me juntaba con gente de un colegio privado religioso», asegura. Además, le costaba mucho verbalizarlo, al punto de que a la primera persona que lo hizo fue a través de una carta. Sobre todo se lo contó a chicas, que ninguna reaccionó mal. Ellos, depende del caso. Incluso algunos llegaron a hacerle bullying por su orientación sexual.
¿Hoy es el día? ¿Se lo cuento ya? ¿Cómo se lo tomarán? Son algunas de las reflexiones que rondan la cabeza antes de pasar por un momento incómodo, un paso que no quieres dar pero que sabes que tienes que hacerlo. Y José Báez lo hizo. Tras contárselo a su hermana en un festival, tocaba conversación con sus padres. «Tenía miedo por la sociedad y por el entorno de mis padres», confiesa. Tal era ese miedo que le pidió a su hermana que lo acompañara en la conversación para apoyarlo. También incluyó la falta de referentes. Cuando se lo contó la reacción no fue la esperada, tanto miedo, tanto retrasar el momento… Todo para que confesaran que ya lo sabían. Y que no se lo habían dicho antes porque estaban esperando a que lo hiciera él. De esto hace unos diez años. Y, este mismo año, José, a sus 34 años, ha acudido con toda su familia al Orgullo de Torremolinos. «Nunca me imaginé esta situación, pero la hemos construido entre todos», narra.
El último caso tiene un océano de por medio. Jimmy Parrilla, de 47 años, se fue de Perú para no tener que confesar su homosexualidad ante una familia «católica». Ya en España, en el año 1998, empezó a vivir su vida «como quería». Libre. Y entró en un proceso de aceptación de sí mismo. «Tenía que aclararme quién era yo», revela. España le ayudó a cambiar, a liberarse. Primero se lo confesó a sus hermanas, quienes le apoyaron para hacer lo mismo con sus padres.
«Mi madre me dijo algo muy simple pero lleno de contenido», cuenta que le dijo que no podía entenderlo y no porque no lo quisiera, sino porque no conocía la situación. Actualmente, Jimmy vive en Málaga de una manera libre, como ha conseguido desde que pisó España por primera vez.
Distintas generaciones, historias y lugares. Pero todas con algo en común: la necesidad de tener una conversación sobre su orientación sexual con su entorno familiar y con sus amigos. Unos más tarde, otro más temprano, unos con un final feliz, otros más triste. Pero con una conclusión: salir del armario aún es obligatorio.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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