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Por qué no hay residencias para mayores LGTBI en España (pese a los intentos)
Sr. García
Envejecer con dignidad

Por qué no hay residencias para mayores LGTBI en España (pese a los intentos)

Las iniciativas privadas no prosperan por falta de residentes del colectivo, aunque estos viven con temor a tener que volver al armario si llegan a un centro ordinario

Sábado, 25 de mayo 2024, 09:54

Tenía 60 años cuando descubrió que era lesbiana. Había pasado la mayor parte de su vida al lado de un hombre con el que se casó a las 20, en Fuerteventura, de madrugada para que nadie viera que estaba embarazada. Pero un día, muchos años después, una mujer le quitó «la venda de los ojos», cuenta Lorenza Machín, que ahora tiene 78. «Ahí entendí por qué había tenido tantas depresiones, porque no era yo». Desde ese momento, está viviendo «con mayúsculas».

Lorenza, ya divorciada, no llegó a tener una relación con aquella mujer que le ayudó a descubrir su propia identidad, pero empezó a vincularse al activismo feminista y LGTBI. En ese círculo encontró a Carmen, una madrileña que tampoco se había identificado como lesbiana hasta que la conoció a ella. Hablaron un tiempo, sentían «cosas lindas», conectaron. Cuando se vieron por primera vez en Madrid confirmaron sus sensaciones. Desde entonces viven juntas, sin asistencia pese a algunas complicaciones de salud, cuidándose, acompañándose y apoyándose la una a la otra.

Cada mañana de los últimos diecisiete años Lorenza se ha levantado sabiendo quién es, pero también siendo consciente de que aún queda mucho trabajo por delante. El cuidado de las personas mayores gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en sus últimos años es una de sus principales reivindicaciones cuando acude a encuentros de organizaciones LGTBI. Un tema del que, dice, no se habla demasiado, ni siquiera en estas reuniones.

«Los colectivos deben reivindicar una residencia en todos los lugares de España en la que se nos contemple. No quiero que mis hijos se hagan cargo de mí, no quiero echarles una carga, quiero recibir del gobierno las atenciones para cuando Carmen y yo tengamos que entrar en alguna residencia, pero no vamos a ir a cualquiera. Quiero una residencia donde todo el personal y las personas que entren tengan claro que existen unos derechos humanos, que existe la diversidad afectiva y que no se puede marginar a nadie. Me niego rotundamente a volver a donde he estado 60 años de mi vida, ni que me hagan meterme de nuevo en un ropero», exige.

Sienten miedo a verse abocados a situaciones que creían superadas

Lorenza forma parte de una generación de hombres y mujeres que crecieron en una época en la que mostrar abiertamente su orientación sexual les conducía al arresto, al despido, a la exclusión y a la violencia física. Muchos trabajaron en lo que pudieron, discriminados en su juventud, sin cotizar y con pocos ahorros. Lejos de sus familias, ahora dependientes u olvidados. El temor a tener que volver a ocultar su identidad si llegan a convivir en residencias con personas de edad avanzada que les juzguen por cómo son, a verse abocados a situaciones que creían superadas, les invade. La amenaza de la soledad para los mayores LGTBI puede ser mayor, incluso, que para sus coetáneos.

En España no existen aún residencias exclusivas para personas LGTBI de ámbito público, pero sí muchos intentos de iniciativas privadas frustradas, especialmente en Málaga. Los primeros proyectos de construcción de estos espacios dirigidos al colectivo en Torremolinos, Marbella y Estepona se anunciaron en 2009: Arcoiris y Futuro XXI. Partían de esta idea de que el envejecimiento puede suponer «volver al armario», pero el proyecto no prosperó. Otra empresa lo intentó en Málaga capital en 2011 con el complejo residencial 'Gaylife'. Tampoco funcionó. Algunas lo intentaron en el entorno de Periana, también en Moclinejo. Nada.

En 2022 'Rainbow Apartments' se anunció como la primera residencia para personas mayores LGTBI en Málaga. Situada en Benalmádena, buscaba «crear comunidad y ofrecer un espacio seguro» para las personas mayores. Dos años después sigue activa, pero ya no es exclusiva para personas del colectivo. La dirección decidió volver a su nombre original, 'Apartamentos Seniors Torrequebrada', aunque siguen «abiertos a todas las personas» y se siguen considerando «LGTBI-friendly». «El cambio de nombre al original fue una decisión interna, ya que muchos mayores pensaban que no podían entrar a los apartamentos si no eran del colectivo», explican a SIX desde el departamento de comunicación de Seniors Residencias.

La amenaza de la soledad para los mayores LGTBI puede ser mayor, incluso, que para sus coetáneos

Si esta generación de mayores LGTBI se enfrenta al miedo del armario en las residencias, ¿por qué no funcionan en España los centros especializados? «A estos proyectos se les ha olvidado hacer al colectivo partícipe», piensa Federico Armenteros, activista y presidente de la Fundación 26D, organización que está trabajando para abrir las dos primeras residencias especializadas con ayuda pública autonómica, en Madrid y en A Coruña.

«No somos solamente consumidores, también tenemos ganas de ser parte activa, protagonistas. Decidir cómo queremos vivir. Las empresas están en ello, pero las personas gays con mucho dinero pueden estar donde les dé la gana y el hecho de ser rico no implica que solo te guste el lujo. A lo mejor esas personas buscan más compañía y afecto, sentirse en familia, no en un lugar tan frío, como un hotel. Que las personas que les cuiden les entiendan, les pregunten y estén formadas para acompañarlos en este proceso de sus vida», opina Armenteros, que asemeja la experiencia de Málaga a lo ocurrido en el municipio barcelonés de Sitges, cuna gay de muchos europeos. «Las residencias tuvieron que abrir a todos porque no estaba viniendo mucha gente del colectivo. Es un cambio que no se entiende desde el mercantilismo».

El germen de las iniciativas residenciales público-privadas de la Fundación 26D que están en proyecto parten de que, en España, gran parte de la comunidad de mayores gays, lesbianas, bisexuales y transexuales están solos, enfermos y son pobres. Ellos son los primeros que deben ser atendidos y, por eso, necesitan que la Administración los visibilice.

«A los proyectos de residencias privadas LGTBI se les ha olvidado hacer al colectivo partícipe»

Federico Armenteros

Presidente en Fundación 26 de Diciembre

Su proyecto para Madrid y A Coruña pasa porque esos gobiernos autonómicos se hagan cargo de las plazas a cambio de parte de la pensión de los residentes. Por ahora, la Comunidad de Madrid ha cedido el edificio destinado a ser la primera residencia de mayores LGTBIQ+ de todo el país, la Residencia Josete Massa. Están trabajando para conseguir un crédito ICO que les permita abrir a finales de 2024, pero faltan muchos recursos económicos.

«Estamos buscando financiación, los bancos no nos quieren dar créditos y estamos en la vía del 'crowdfunding' con las organizaciones LGTBI para que sea un proyecto también del colectivo. Creemos que hay que cambiar la mentalidad latina, en la que el estado nos da todo; a la anglosajona, en la que hay una participación activa de los interesados para poner adelante los recursos». La de A Coruña tardará más, aún está en fase administrativa.

Segregación

Pese a que aún no existen estos espacios en España, la situación actual nos lleva a plantearnos varias cuestiones: si para la sociedad es positiva la segregación de personas mayores y si serán necesarias estas residencias en el futuro o solo se trata de una situación provisional. Para Armenteros, nunca conseguiremos una sociedad inclusiva si no trabajamos para que la heteronormatividad no sea la norma.

«El futuro se construye ahora y somos una punta de lanza. Para que la diversidad exista debe ser visible y tenemos que entender el derecho de las personas a elegir con quién quieren estar, para no homogeneizar todo. Quizás en el futuro habrá residencias especializadas en música u otras materias, con un proyecto basado en los valores que se van a transmitir, como en los centros educativos infantiles».

Lorenza también cree necesaria la especialización de las residencias si la situación no cambia, lo que para ella significa, al menos, que los profesionales se formen en diversidad, sepan cómo tratarlas y respeten su libertad. Aún así, pasar sus últimos días con Carmen en uno de estos centros no es una opción para ellas y eso no significa que quieran automarginarse o formar guetos, sino asegurarse de que podrán vivir su vejez con dignidad.

Ambas se casaron en Agaete, Gran Canaria, en 2019. Esta vez sí, a mediodía y con mucho ruido. El recuerdo de ese día, en palabras de Lorenza, lleva a imaginar una celebración donde la luz, el amor y la libertad lo envolvía todo. La boda que todo el mundo sueña. «Estaba llena de amigos, familia, los colectivos (LGTBI) de las Islas y hasta una batucada de la Red Feminista de Canarias. Fue muy bonito». Ambas viven entre Gran Canaria y Madrid y no están dispuestas a volver a esconderse. «Lo que yo quiero es que cuando me llegue el último suspiro lo coja con toda la dignidad del mundo. Solo le pido a la naturaleza que la mente me la mantenga clara, para tener conciencia de quién soy y cómo quiero vivir y morir. Y si no tengo más remedio que entrar a una residencia, no pienso dejar de abrazar a Carmen, bailar con ella y besarla delante de quien sea».

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