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Víctor Rojas
Lunes, 12 de febrero 2024
Ver en una gran ciudad a dos chicos cogidos de la mano, dos mujeres besarse o a personas abiertamente del colectivo LGTBI no suele suponer un problema para la mayoría de la población. En España el 14% de las personas entre 18 y 74 años ... tiene una orientación sexual no normativa, según una encuesta de Ipsos. ¿Pero cómo es vivir tu sexualidad libremente en un entorno rural? Sobre los pueblos siempre recae el tópico de ser espacios menos seguros y más cerrados respecto a estos asuntos, pero no en todos los casos es así. Rafa Varón y Fer F. García llevan más de siete años viviendo en La Estación, un pequeño barrio en Guadix, Granada, que llegó a tener el estatus de pedanía. Una ubicación que les permite combinar sus trabajos con realizar actividades LGTBI por zonas rurales de Andalucía, principalmente de Granada, Almería y Jaén.
Para Rafa no es algo nuevo vivir en Guadix. Es su pueblo de siempre, donde se crió hasta que se fue a estudiar a Granada. Y ha vivido de primera mano la transformación del municipio. «He pasado de que en el instituto me tiraran piedras a hacer actividades LGTBI aquí», relata a SIX el diseñador gráfico. Su infancia no fue fácil, su madre ni siquiera lo dejaba salir sólo a la calle por miedo a que le hicieran algo, pero él se sobrepuso a la situación y sacó la parte positiva de ser una persona visible. «Conocí Arco Iris y la planteé en Guadix. En esa época pensaba que si ya me acosaban por lo menos así podría ayudar a otras personas», cuenta. Él no salió del armario por voluntad propia. Sus compañeros se enteraron y él simplemente no lo negó. «Ahora vivo aquí con mi novio sin ningún problema. En estos años ha habido un cambio enorme», narra el ahora presidente provincial de la Federación Arco Iris en Granada.
Por su parte, Fer es de Macael, Almería, y es presidente provincial de dicha federación en esta provincia. Él también sintió soledad en la infancia: «En mi pueblo nunca ha habido gente que fuera visible. Eso hace que te sientas como si fueras la única persona LGTBI del instituto». Por suerte, los proyectos de Fer y Rafa también han llegado a Macael. En la actualidad, la pareja vive junta en el mismo edificio de la estación de trenes de Guadix y han notado la aceptación por parte del pueblo, compuesto principalmente por personas mayores. En parte, gracias a su involucramiento en las actividades que ya se hacían. «Cuando fuimos a preguntar a la asociación de vecinos para ver qué hacían, ya nos conocían. Sabían quiénes éramos, dónde vivíamos, que vivía una niña con nosotros. Pensaban que era nuestra hija», dicen –la niña de la que hablan es la hermana de Rafa, quien vive con ellos desde que se mudaron allí–.
La mejor acogida para Rafa y Fer fue la de la asociación de mujeres. Ellas les abrieron las puertas para empezar a hacer actividades. «Por ejemplo, nuestra vecina María, de 80 años, desde el principio nos saluda y se para a hacernos preguntas. Al final, la naturalidad de tener esa cercanía nos ha abierto las puertas». Entre estos vecinos, también recuerdan al hombre que se encargaba de la asociación vecinal, que falleció hace poco más de un año. «Siempre nos ha apoyado. Nos decía que somos personas muy valiosas y que hacemos muchas cosas por el barrio». El acercarse de manera natural y visible, como una pareja cualquiera, los ha acercado a la gente del pueblo y ha hecho que se despojen de los estereotipos que podían tener.
Sin embargo, no siempre se han encontrado las puertas abiertas. Nadie quería participar en las primeras actividades de Arco Iris en Guadix, que lleva 14 años. «Teníamos que hacer las actividades con otras asociaciones para que la gente se acercara. Teníamos que esconder lo que realmente para crear un espacio seguro», explican. Además, no querían salir en las fotos porque «Guadix no era un espacio seguro». «La cosa llegaba hasta el punto de que iban a actividades en otros lugares como Málaga y Granada, pero a las de aquí no». Esta situación ha cambiado totalmente: «Hemos organizado un club de lectura y la bibliotecaria nos ha llegado a decir que no ha visto un proyecto en la biblioteca que haya funcionado tan bien. Hay libros que no se ven. Son sagas y entre ellos contactan para que cuando uno lo suelte, el otro lo coja inmediatamente para que nadie se lo quite».
Respecto a si han vivido algún episodio de homofobia en el pueblo, Fer y Rafa reconocen que sí, pero no lo achacan a estar en una zona rural sino a la polarización que vive actualmente la sociedad. «Se están normalizando los discursos de odio. Nos ha pasado aquí, en Granada y en más sitios, pero no algo concreto porque esto sea un espacio rural». Además, gracias a su activismo tienen claro que el problema no lo tienen ellos: «Es algo que no podemos controlar, no es nuestra culpa».
Fer y Rafa forman parte de la Federación Arco Iris, cada uno coordina la provincia en la que nació –Almería y Granada, respectivamente– y, al igual que el resto del equipo de la federación, ninguno recibe una recompensa económica por ello. Fer se dedica a hacer cosas culturales como cinefórum y a divulgar la literatura LGTBI, por ejemplo, con un proyecto para dotar las bibliotecas de estos libros para aportar referentes a los jóvenes. Por su lado, Rafa hace charlas, talleres y actividades más relacionadas con el ámbito educativo, entre las que destaca la creación de materiales como infografías que ofrecen gratis a institutos para que las utilicen en clase para hacer dinámicas.
Su prioridad son los entornos rurales, intentan cubrir lo que otras asociaciones no pueden. Sus ámbitos principales son las provincias de Granada, Almería y Jaén. «Nos ponemos esa prioridad: ir a institutos pequeños». La mayoría de estos centros dependen de varios pueblos y saben que van a llegar a personas que nunca han hablado sobre asuntos LGTBI: «Se nota un montón».
Muchos de los sitios a los que van ni siquiera tienen cobertura ni acceso a bibliotecas. «El problema es cómo les llega la información y a través de qué canales. Y sobre todo la desinformación y que siempre tienen la sensación de ser la única persona LGTBI del pueblo». En este sentido, han percibido el miedo de las personas a hablar sobre su orientación sexual o identidad de género porque saben que se va a enterar todo el pueblo. «Tienen miedo a que la gente hable de eso, que es una de las únicas cosas que sí que pasa en los pueblos, para bien y para mal todo el mundo se conoce».
A pesar de ello, conocerse no siempre es malo. Rafa y Fer recuerdan cómo la historia de una chica trans abrió la mentalidad de todo un pueblo de La Alpujarra. «La gente hizo ese esfuerzo de conocer algo que era desconocido para ellos». Un año después volvieron a ese lugar y percibieron como la realidad LGTBI había dejado de ser un tema tabú.
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