Isabella va montada en un taxi cuando recibe una llamada. Contesta. Es una oferta para trabajar de camarera. De lo suyo, de lo que está buscando. Se presentan, hablan y las cosas no comienzan a cuadrar. «De primeras me dijo que buscaba una camarera o un camarero», esta es la «primera alerta» que hace que la chica empiece a pensar que algo «no va bien», según el relato que cuenta a SUR. El asunto no queda ahí. El empleador le vuelve a preguntar su nombre porque se encuentra «confundido». Ella le repite que se llama Isabella y sospecha que la confusión viene por su voz. «Me dijo que mejor habláramos por WhatsApp y ya le expliqué que mi voz se debe a que soy una chica trans», asegura la fuengiroleña.
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En ese momento, la respuesta fue negativa. «Me respondió que no quería que yo tuviera problemas porque la gente del bar no iba a asimilar que yo fuera transexual. El único que tiene problemas es él», apostilla Isabella, quien no llegó a conocer la ubicación ni el nombre del bar. «Me lo iba a mandar por WhatsApp para que al día siguiente fuera a hacer una entrevista presencial, pero no llegó a hacerlo porque le dije que soy trans», confiesa.
«El empresario tiene derecho a tener el trabajador que quiera, pero eso no da derecho a rechazar a un empleado porque sea trans», reivindica la joven, quien añade que ya ha vivido situaciones similares en otros trabajos aunque no de «forma tan directa». «Está claro que si buscan trabajadores de forma urgente y cuando me llaman, me cuestionan, me piden el currículum y ya no contestan es por algo», dice.
Isabella reclama que antes de rechazarla le hagan una prueba para ver si encaja en el puesto o no. «Yo soy muy trabajadora y tengo el mismo derecho a trabajar que cualquier persona», asevera la camarera, quien actualmente ejerce su profesión en el bar LGTBI de Fuengirola Soho Kopas. «Es como mi casa, sé que ahí siempre voy a tener mi trabajo, pero me gustaría dejar la noche y tener algo más estable», señala la joven.
La camarera afirma que estas «situaciones de rechazo por identidad de género no le han causado» ningún problema de autoestima, pero que a otras personas sí pueden afectarles. «Yo soy una persona fuerte. Una lloradita y sigo para adelante, pero a otra gente sí le puede perjudicar en su salud mental».
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En este sentido, la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+) denuncia que «la vuelta a la oficina supone la vuelta al armario para muchas personas LGTBI». Sólo el 11,12% de las personas del colectivo son visibles con sus superiores en el trabajo, según esta encuesta elaborada por 40db, que aporta que la visibilidad es del 24% ante los compañeros y se reduce al 6,6% cuando se trata de la clientela o las empresas proveedoras. Una situación que se agudiza en el caso de las personas trans. La investigación revela que sólo el 12,5% de estas personas son visibles en el trabajo y un 4,2% ante sus superiores.
Los datos del último informe de UGT sobre la discriminación de las personas LGTBI en el ámbito laboral en España avalan esta encuesta. El estudio revela que el 42,25% de los trabajadores del colectivo aseguran haber vivido alguna agresión verbal por su orientación sexual, su identidad o expresión de género. Mientras que el 28,41% ha sufrido chistes; el 25%, comentarios despectivos, y el 18,33%, burlas. Otros, en menor medida, han padecido rumores (15%), gestos (13%) o insultos (7%). Hecho que corroboran los heterosexuales, el 35% confirma haber sido testigos de esas situaciones despectivas. Y, en más de la mitad de las ocasiones, nadie se ha posicionado a favor de la persona LGTBI agredida.
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