![La primera película LGTBI búlgara se ha hecho desde Málaga: «Allí los homosexuales no se besan por la calle»](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2023/07/12/DSC_1985-Rl3WiK723ltC5Ff3dEL7KAJ-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
![La primera película LGTBI búlgara se ha hecho desde Málaga: «Allí los homosexuales no se besan por la calle»](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2023/07/12/DSC_1985-Rl3WiK723ltC5Ff3dEL7KAJ-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
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Víctor Rojas
Jueves, 13 de julio 2023, 00:05
Liuben, la primera película LGTBI búlgara se ha hecho desde Málaga. Venci Kostov, director de este largometraje, llegó a esta ciudad en el año 1999, con tan solo 11 años, cuando migró desde Bulgaria junto a su familia. Una trayectoria vital que le ha servido para crear su ópera prima, en la que cuenta una historia de amor homosexual, pero también refleja carencias de la sociedad de Bulgaria como el racismo con los gitanos, quienes viven marginados. Y da pinceladas de otros asuntos como el tráfico de bebés.
La película se basa en la vuelta, por las vacaciones de verano, de Víctor al pueblo de Bulgaria en el que nació después de 12 años viviendo en España. Allí tiene que hacer frente a la relación con su padre y comienza a tener sentimientos por Liuben, un muchacho de raza gitana, huérfano y que se gana la vida vendiendo fruta. Sin embargo, sueña con ser peluquero y poder darle un futuro a su hijo.
A pesar de que Bulgaria pertenece a la Unión Europea, no está avanzado en derechos sociales. Hasta tal punto que el director asegura que en el país no se ven parejas homosexuales «besándose o cogidos de la mano por la calle». Bulgaria solo cuenta con un 20% de derechos LGTBI en el índice de 'Rainbow Europe Map', mientras que España tiene un 74% y ocupa el cuarto lugar entre todos los países europeos.
Tanto es así, que Liuben todavía no se ha podido estrenar en Bulgaria. Incluso le han denegado subvenciones. En España se estrenó el pasado 6 de julio y sigue pudiéndose ver en cines. En Málaga, concretamente, se puede ver en el Cine Albéniz.
–¿Cómo ha sido su vida hasta llegar a Liuben?
Mi vida es un poco como la de Víctor, es mi alter ego de alguna forma. Soy hijo de migrantes, vine a España de niño, en el año 99 cuando tenía 11 años. Mi madre fue la primera que llegó. Casi siempre son las mujeres las que hacen las maletas y migran. No sé si es porque son más valientes. Son las que abren el camino para que luego vaya toda la familia, al menos, en los casos que yo me he encontrado. Luego llegamos mi padre y yo a Málaga, donde he crecido. Estudié Comunicación Audiovisual y trabajé en una serie al mismo tiempo. Luego, me fui a Madrid a seguir trabajando y formándome.
–¿Cómo empezó en el mundo artístico?
–Empecé haciendo teatro. Sentía que había una carencia entre los directores y los actores. Cuando veía películas españolas buenísimas, sentía que los actores no eran ingredientes del mismo plato. Notaba esa carencia en cuanto a acercarse al actor. Hice teatro con esa idea: entrar en sus emociones, en sus dificultades y entender ese universo del actor más de cerca. Cuando tuve suficiente, decidí volver al mundo audiovisual. Hice un cortometraje que tuvo bastante alcance en cuanto a festivales: El hijo. Más tarde, me dieron una beca para hacer una formación en Nueva York, donde seguí formándome como director. A la vuelta, surgió la idea de lanzarme al largometraje. Hice un viaje de vuelta a Bulgaria, de vuelta a mi pueblo. Los tiempos eran muy largos, muy lentos, me aburría. Empecé a imaginar situaciones que podían suceder. También, un poco de catarsis: volver a un espacio donde había sido muy feliz de niño, pero de mayor lo veía con otros ojos. Me dediqué a tomar notas de diálogos, de imágenes que se sucedían delante de mí. De ahí, sale la semilla de Liuben.
–¿Cómo florece esa semilla?
Con una canción. Escuché una canción árabe que no sabía lo que decía, pero la música me movía muchísimo. Busqué en Internet la traducción. Era la historia de un viajero que tiene una historia de amor y cuenta cómo se queda la otra persona después de que el viajero pase por su vida y se marche. Tiene que ver con la frase que le dice en mi película Liuben a Víctor: «Tú también te vas a ir y me vas a dejar aquí jodido. Es lo que hacen los que viajan como tú, solos». Me imaginé esa historia de amor en un viaje, muy intensa, muy apasionada. Es algo universal, esos amores que ocurren en un viaje y que, quizás, no vuelvan a aparecer nunca. Aunque mientras lo estás viviendo, parece que no existe otra cosa en la vida. Son experiencias que te transforman para siempre. A partir de esa canción, sale la idea de Liuben. También sale de la observación de que en mi país de origen, Bulgaria, todavía no había una película que cuente una historia de amor entre dos personas del mismo género. Además, de la observación del fuerte racismo que ocurre. Hay un 20% de la población que es gitana y están muy marginados. Fuera de toda consideración. Me sorprendía que estuvieran tan al margen. Decidí hacerlos protagonistas de una historia en Bulgaria. Es la primera vez que se cuenta una historia LGTBI, pero también que esa minoría es protagonista.
Venci Kostov
Director de cine
–¿Se ha podido estrenar en Bulgaria?
–Lo cierto es que el 20 de julio se va a estrenar en el Festival Internacional de Cine de Burgas, una ciudad de la costa del Mar Negro. Ahí sí nos han seleccionado y es donde vamos a estrenar. Pero en las salas de cine todavía no se ha visto. Creo que se verá porque soy muy trabajador, constante y perseverante y sé que, al final, lo conseguiremos. Pero cuesta porque ellos mismos ya han decidido que este tipo de historias Bulgaria no las necesita. Un ejemplo para entender cómo está el asunto LGTBI allí. Bulgaria está en la Unión Europea aunque a la cola. Estuve en un Pride en Sofía –la capital– hace un par de años, que coincidió con el rodaje de Liuben. Ocurría al contrario que en Madrid, donde es casi la fiesta popular de la ciudad, todo se limitaba a una plaza, que estaba llena de gente. Había un escenario y todo eso, pero todo ocurría allí y cada tres metros había un cordón policial que limitaba eso. Desde ahí es desde donde se vive todavía el mundo LGTBI en este país.
–¿En otras ciudades se celebra el Pride?
–Creo que no. No sé si se hará algo en Plovdiv, la segunda ciudad, pero me extraña mucho. Además, hace unos años Plovdiv estaba propuesta para ser Capital Europea de la Cultura por tener mucha historia y patrimonio. Unos de los carteles fue una pareja homosexual haciéndose una muestra de cariño muy limpia y abajo ponía 'Tranquilo, es sólo amor'. Al día siguiente, la ciudad se despertó con los carteles tapados con pintura. Otro ejemplo para contextualizar es el estreno de la película Close hace varias semanas. Cuenta una historia de bullying de dos niños. El día del estreno un grupo reaccionario hizo un boicot diciendo que era una película pedófila, el mismo día que le estaban dando el premio LUX. Es un país que tiene esta asignatura pendiente. Estuve hablando con una amiga búlgara y es curioso porque hay una sensación de estar en Europa y de mirar hacia ese horizonte, pero a nivel social todavía queda muchísimo. Por la calle no ves a una pareja homosexual besándose o dándose la mano como ocurre aquí. Si acaso, se ve alguna pareja de chicas, una muestra del machismo del país. Bulgaria necesita esta historia. Hay mucha gente joven que necesita verse reflejada en historias sobre ellos mismos. Desde ahí sale la película Liuben, aparte de una catarsis muy personal y de una necesidad de contar un proceso mío de alguna forma.
Venci Kostov
Director de cine
–Entonces la sociedad búlgara es como se refleja en la película, no es el caso aislado de un pueblo.
–Es una escala, hay diferencias entre la Bulgaria rural y la Bulgaria de la capital, pero realmente siento que es una extensión. Los gitanos también están marginados en Sofía. El otro día, en una entrevista, estaba Bojidar Asenov, el actor que hace de Liuben, y ponía un ejemplo de cómo están los gitanos en Bulgaria. Los únicos que trabajan en la limpieza de las ciudades siguen siendo los gitanos. No hay un búlgaro que trabaje en una empresa de limpieza. Hay diferencia en cuanto a nivel visual pero, en esencia, tanto la Bulgaria rural como la capital comparten el racismo. Una cosa es lo que enseñan y otra lo que pasa por debajo.
–¿Qué ha sucedido con el Ministerio de Cultura búlgaro?
–Cuando estábamos buscando la financiación para la película, contaba con un productor español Antonio Hens, de Malas Compañías; un coproductor español Miguel Torrente, de Balance Media, y, con mucho esfuerzo, encontramos una coproductora búlgara Vanya Rainova. En España conseguimos dinero de varias instituciones como la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Madrid. En Bulgaria no nos dieron la subvención. Es una película en la que se habla en búlgaro casi en su totalidad, rodada allí, con un equipo búlgaro en su mayoría. Lo suyo hubiera sido una coproducción España - Bulgaria, lo es pero sin un solo euro de Bulgaria. Ahora que la película ya se ha estrenado en España, la distribuidora búlgara ha ido también a pedir una subvención para su estreno y no lo ha conseguido. La única película que no ha conseguido la subvención es Liuben. Es bastante extraño. Puede ser que no supere una segunda comisión, pero fue en la primera sesión: una comisión artística. Yo confío que con el resultado que está teniendo la película a nivel internacional, también se pueda ver en Bulgaria. Se ha estrenado en el Festival de Guadalajara, en España, en salas de cine, ahora en un festival búlgaro… Creo que el país está preparado, lo que le hace falta es darse cuenta de que necesita mostrar esta película.
–¿Cómo está funcionando la película en España?
Está funcionando muy bien para ser una película búlgara y de autor. Hay muchísimo interés en cuanto a nivel de medios. Hay un interés que me hace darme cuenta que es una película necesaria y universal. Mucha gente me dice que es una película que cuenta una historia que ocurre en Bulgaria, pero que podría ocurrir en cualquier otro pueblo. Las emociones son universales, todo el mundo conoce un amor que te transforma. Todo el mundo conoce esta catarsis que vive Víctor de alguna manera.
–El personaje de Liuben es de raza gitana, pertenece a una clase social pobre y marginada, pero trata la homosexualidad con mucha normalidad.
Me interesaba mucho que los personajes y la película no tuvieran como conflicto principal la orientación sexual. El problema no es que Liuben acepte la homosexualiad, él acepta que está sintiendo algo por Víctor. Es algo más que beneficiarse del hecho de que es extranjero y le va a dar dinero, realmente siente una atracción y hay amor. Su problemática está en otra cosa: en pertenecer, en tener la familia. Pertenecer a un clan familiar y tener la familia que nunca tuvo es lo que mueve a Liuben. A su vez, se permite vivir su amor con Víctor, su conflicto no está en si es homosexual o no. Está en sobrevivir y estar en un sitio en el que es difícil amar de por sí. Por ejemplo, el padre de Víctor también tiene asumida la orientación sexual de su hijo, su conflicto es que se siente abandonado y solo.
–Liuben se mueve mucho por sus sentimientos aunque, a veces, parece que hay un conflicto entre sacarle dinero a Víctor para que su hijo tenga un futuro y el amor que siente por él.
–Lo que quiere es formar una familia y sacarla adelante. No siento que quiera sacarle dinero. Es su novia la que le dice que le saque más dinero y que si la amistad hubiera sido con una mujer, hubiera sido fatal. Pero como es con un hombre, le importa menos. Siento que Liuben se enamora de Víctor y que eso se da la mano con una circunstancia muy concreta: sus necesidades. Son dos situaciones que se dan la mano más que una se aproveche de la otra. Se mueven por las emociones y por las situaciones.
–La película muestra más a Bulgaria como un país racista que homófobo.
–Los amigos del padre de Víctor no preguntan, es secundario. Están en otra situación. Por ejemplo, con el personaje de Iliyana, la novia de Liuben, teníamos el objetivo de no juzgarla por lo que hace. Puede parecer la villana de la película, pero ella hace lo único que puede hacer: tratar de salvar la vida. Europa se tiene que mirar en ese espejo y darse cuenta de lo que está ocurriendo: hay familias que desean tener hijos y desean tener un sentimiento de pertenencia y cuando no pueden tenerlo de forma natural, y la burocracia tarda tanto, algunas personas se van por los caminos laterales y se aprovechan de las necesidades de las minorías, que no tienen otra opción que dar lo que pide Europa desde occidente. A Iliyana no le queda otra opción que vender a su hijo. El que realmente hace de escala con la mafia de personas es el policía: el blanco aprovechándose de una necesidad de una minoría.
–¿La venta de los bebés se hace desde Grecia como se dice en la película?
–La venta se hace desde Grecia a otros países. En concreto en este caso, estas chicas viajan a Grecia, dan a luz ahí y una mafia se dedica a vender a los bebés. Es una historia que la he ido encontrando repetidas veces durante mi vida en la prensa. Casi siempre en prensa internacional, nunca en la búlgara. Aunque ahora hay dos novelistas búlgaros que hacen un dibujo de esto. Enseñan esta historia de las mafias que se aprovechan de los gitanos para vender sus bebés a Europa. Es un poco como la película coreana Broker, que cuenta la venta de bebés. La crueldad, la violencia, el aprovecharse, también son rasgos muy humanos.
–¿Pero esto podría suceder en España?
–Imagino que todo es posible. Salió en España una noticia sobre unos rumanos que querían ser padres y se trajeron a una chica rumana. Cuando fue a dar a luz, los médicos se dieron cuenta de que en el historial aparecía que ella había sido operada, pero la chica que iba a parir no tenía ninguna cicatriz. Así fue como se dieron cuenta de que no era ella. Es muy fuerte. Además pasó a la vez que la polémica de Ana Obregón.
Venci Kostov
Director de cine
–La película trata muchos temas sociales. ¿Cómo ha conseguido integrarlos todos?
–Dejando que desfilen delante de mí y dejando que las voces de otros personajes que han pasado por mi vida, puedan expresarse. Ha sido un poco el canal de todo eso. De personas que he conocido, de gente viva, de gente muerta. Dejando que hablen a través de mí. He ido encontrando el significado nuevo de situaciones y personas antiguas, que han podido hablar. Hay una temática que me interesa mucho y que seguirá presente en mi cine: me interesan mucho las personas que no tienen raíces, pero que miran hacia el cielo sabiendo que pueden tocarlo. Todos estos personajes van a seguir estando en mi cine.
–¿Cómo cree que es la homofobia en España a diferencia de cómo es en Bulgaria?
–La homofobia es la misma en cualquier sitio, es odio. Es una representación del odio hacia lo que uno no conoce o no se atreve a mirar. A fin de cuentas, es la misma. La dimensión de hasta dónde puede llegar creo que es insospechable en ambos sitios. Aquí también se cometen muchos delitos de odio. Creo que tenemos que estar en alerta por todo lo que está pasando. Hay leyes que dábamos por sentadas y resulta que son de quita y pon. Con eso tenemos que tener mucho cuidado.
–¿Cómo fue la selección de los actores? Por ejemplo, el actor que hace de Liuben es la primera vez que se pone delante de una cámara.
–No me gusta hacer casting individuales. Suelo trabajar en grupo. Me gusta más verlo todo junto y, a partir de ahí, hago trabajos de improvisación. Cuando fui a Bulgaria, me encontré con mucha gente joven que podría ser opción para el personaje de Víctor. Pero Liuben no lo encontraba entre los actores profesionales que veía. Los gitanos están tan marginados que no llegan a la formación profesional como actores. Lo que hice fue irme a los barrios, a los guetos de Sofía y buscarlo en las calles. Fue una sugerencia de mi ayudante de dirección. Él fue primero a hacer una preselección de chicos y del resto del grupo: la novia, los hermanos… Luego fui a verlos y, en una de estas, apareció un vídeo en mi móvil de un chico que tenía esa presencia, esa mirada. Lo normal es que cuando no son actores profesionales, se vengan abajo y se hagan pequeñitos con la cámara delante. Sin embargo, con Bojidar pasó lo contrario: se crecía mucho, venía muy arriba, miraba con fuerza, tenía mucho magnetismo. Me interesó mucho. Además, llevaba una camiseta que ponía 'This is me' y fue la señal de que era él. Fui con mi ayudante a verlo a su barrio, quedamos con él y estuvimos charlando. De ahí, lo invité a la sala de ensayos y fue genial. Hizo que el resto del elenco apareciera, su energía hacía que estén muy alerta. Fue muy bien acogido por el grupo, y él también le regalaba muchas cosas. Nos dimos cuenta de que era él clarísimamente.
–El actor es un gitano en Bulgaria, imagino que también tiene una historia personal detrás. ¿Ha sido tan dura como la de los gitanos que aparecen en la película?
–Creo que historias tenemos todos. Todos tenemos una historia dentro que contar y una lucha que llevamos. La suya personal creo que estaría bien que la contara él. Pero sí que tiene historia. Viene de un origen que es este, de un barrio en el que hay necesidad. Por lo menos, su familia está trabajando. Su madre es auxiliar de enfermería en el hospital y su padre trabaja como conductor. Claro que tienen su historia.
–¿Se sintió extraño al ser tan bien acogido por gente búlgara?
–Fue muy generoso. También porque recibía mucho. Era la primera vez que lo trataban fuera de su comunidad como alguien especial. Como el protagonista, lo que era realmente. Tiene un gran talento dentro, es muy especial. Lleva dentro ser actor.
–¿Va a continuar formándose para ser actor?
–Ha hecho una segunda película con un director de allí. No como protagonista, es un papel pequeñito. Espero que una vez que la película se vea en Bulgaria, haya más directores que se fijen en él y vean lo excepcional de su mirada y de su presencia. Creo que al no haber actores como él en Bulgaria, de esas características, hace que tenga más posibilidades de que continúe trabajando.
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