«No hemos sentido presión por demostrar nada. Simplemente, nos queremos»

Miriam López y Vanessa Zamora no se sientan juntas en la mesa. En medio de ellas está el pequeño de sus hijos (de cuatro años) al que entretienen con algunos coches de juguete. Enfrente se sitúa su hijo mayor (once), que no pierde ni un detalle del relato de sus madres con gesto de orgullo y admiración. Un matrimonio con dos hijos normal, ni más ni menos.

Pero ellas son un referente, aunque no se sientan así. Fueron la primera pareja homosexual en solicitar el matrimonio en la provincia de Málaga, concretamente en Marbella. Tan sólo un día después de la puesta en vigor de la ley del matrimonio igualitario, el 4 de julio de 2005. «Cuando nos enteramos de que se iba a aprobar la ley, pensamos: 'Qué suerte tenemos. ¡Vamos rápido antes de que la quiten!'», comenta la pareja. Y, así, se convirtieron en precedente. Pero no consideran que ese hito haya marcado su matrimonio: «No hemos tenido presión por demostrar nada. No nos hemos fijado nunca en lo que dicen ni en lo que opinan, porque, al final, no vives. Teníamos claro que queríamos estar juntas. Simplemente, nos queremos».

Su historia no fue amor a primera vista. Ambas se conocían ligeramente por vivir en San Pedro de Alcántara y coincidieron en el mismo equipo de fútbol sala. «Yo decía: 'No la soporto'. Al principio, nos llevábamos muy mal», explica Vanessa, quien anteriormente ya había tenido alguna relación con una chica. No así Miriam, que siempre había estado con chicos: «Fui yo quien la busqué. Se me olvidó la cartera en su coche...». «Casi veinte años después no quiere reconocer que fue aposta», aclara Vanessa. Su mujer ríe, sintiéndose descubierta, pero desarrolla su cortejo: «En realidad, la conquisté con una bolsa de bombones. Cada día, después del entrenamiento, le daba un bombón. Y nos tirábamos hablando hasta las cuatro o cinco de la mañana. Solamente hablando». Miriam, a pesar de que era su primera chica, lo tenía y tiene claro: «En cuanto lo supe, el 4 de enero, que era mi cumpleaños, se lo dije a mis padres. No les dije que me gustaban las mujeres. Les dije que me gustaba 'la Vane'... Para mí, la primera y única mujer», sentencia mientras Vanessa se emociona al escuchar esas palabras. Tan claro lo tenía que se casó con tan sólo 20 años y, su ahora esposa, 25.

El inicio de una relación siempre es idílico. Lo complicado viene después, cuando se asienta en el matrimonio y todavía se tambalea más al aparecer los niños. «Pueden ser un motivo para la ruptura del matrimonio. Para tener hijos, la pareja tiene que estar muy reforzada. Todo el tiempo que tienes es para ellos. Ya no tienes tiempo para ella ni para ti», argumenta el matrimonio.

Confiesan que han tenido muchas crisis, «como todas las parejas; pero, antes de que se haga un mundo, hay que hablar». Para ellas, la comunicación es una de las claves para un matrimonio duradero, junto al respeto, la confianza, la libertad y no caer en la monotonía.

Que sean dos mujeres creen que favorece esa comunicación: «Fluye mejor. Lo vemos en las otras madres del 'cole' o del fútbol –su hijo mayor también juega al fútbol sala, como él mismo aclara mirando a Miriam: 'De portera, como mi madre'–. Nos dicen: 'Es que vosotras lo tenéis más fácil'. No sólo por la comunicación, sino también por ayudarse con los niños, compartir las responsabilidades...»

Cuentan su primer beso a pesar de la vergüenza y las risas que le florecen a su hijo mayor. Fue al lado del mar, bajo una lluvia torrencial. «Nos metimos en un chiringuito cerrado y allí fue». De nuevo, Miriam dio el primer paso. También es la que tiene claro cómo van a celebrar sus bodas de plata. «Quiere una boda en la playa», explica con una sonrisa Vanessa. «En Cádiz», aclara Miriam. A su hijo mayor, que ha estado atento a toda la conversación, no le convence la idea: «Allí hay medusas gigantes. Mejor en Isla Mágica». Cosas de niños de cualquier familia normal. Ni más ni menos.

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