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Desiré y Regina. Francis Silva
Estas chicas son guerreras
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Estas chicas son guerreras

Mujeres trans ·

Desiré nació mujer en un cuerpo equivocado, vivió en la calle de los 11 a los 13, juró bandera a los 18 y se casó de blanco una década después, operada y con un DNI que por fin refleja quién es. Regina no ha hecho cambio físico, está contenta con su cuerpo y sabe que no necesita hormonarse para ser mujer. Se gusta así

Viernes, 20 de mayo 2022

Apenas 15 años las separan y parece que hubieran vivido en mundos distintos, porque sus historias de transición no tienen nada que ver. Con once años Desiré se cansó de ser una incomprendida, de vivir mosqueada con el mundo, de sentir envidia de sus primas porque eran chicas y de que ella fuera una mujer y no la vieran así. Sentó a sus padres el día de su cumpleaños y les contó lo que había. «Yo quería decirles:papá, mamá, no me salen los pechos... pero era difícil salir del armario entonces. Mi padre era machista y me lo dejó claro:prefiero tener un hijo yonqui a un maricón».

Le dijeron que tenía que buscarse su rumbo y la echaron de casa. No era la única menor trans a la que sus padres dejaban en la calle. Desiré recuerda esos años como una tortura:tenía que buscarse la vida, comer de la basura ... «Era otra época. Ahora no cambio a mis padres por nada del mundo, como yo fueron víctimas y verdugos de una sociedad. Entiendo que ellos tenían derecho a tener un luto, porque es como enterrar a un hijo y recuperar a una hija».

Vídeo. Desiré Rodríguez. Francis Silva | Vídeo: Pedro J. Quero

«Tuve que bajarme las bragas delante de un juez para que me cambiaran el DNI»

Desiré Rodríguez (41)

Drag Queen y empleada en una empresa de limpieza

A los 14 años su padre fue a buscarla y se marchó con él, porque quería pensar que las cosas podían arreglarse. Se la llevó de voluntaria a Infantería. Su entrada allí fue una tortura:«Te sientan, te rapan y todavía siento la humillación cuando veo fotos de esa época. Notaban que era débil y me trataban fatal:No veían a una mujer, veían al mariquita del que se reían, al que pegaban. Yallí el que es mariquita lo oculta, como los toreros. Y sí, muy machos todos, pero me llevé todos los chulos que quise y más».

Llevaba hormonándose desde que estuvo en la calle. Le ponía las inyecciones un practicante de extranjis por mil pesetas y no se libró de la mili por un centímetro de pecho. Estuvo allí hasta que juró bandera a los 18 y le dijeron que podía hacer la objeción de conciencia en un centro de discapacitados mentales. «Allí tenían muchos menos prejuicios, me daban cariño. Ellos no me juzgaban».

Se vino a Málaga huyendo de Mallorca, donde nació y creció. «No puedo volver allí porque me causa ansiedad. Mallorca es una isla y en mi época a los travestis y homosexuales les mataban, les prendían fuego o les apuñalaban». Llegó de vacaciones una feria con su novio, Paco, se enamoró de la ciudad y se quedó. Era un buen momento para huir de su tierra, dejar atrás sus malos recuerdos y empezar de cero.

Le había conocido mucho antes, con 15 años. «Era el mejor hombre del mundo y soy lo que soy gracias a él». Entonces estaba casado y dejó a su mujer y a sus hijos, mayores que ella, con los que hoy tiene una excelente relación. El 18 de mayo de 2008 se casó de blanco en el salón de los espejos cumpliendo un sueño, y hace un par de meses se quedó viuda.

La transexualidad no se dejó de considerar una patología hasta 2018. Que el resto del mundo la viera y reconociese como mujer fue una batalla larga y difícil. No se operó por la Seguridad Social porque la lista de espera era de varios años. «Decidí hacerme por mi cuenta la nariz, la frente, los pechos y la vagina. Después, todavía tardé ocho años en terminar los trámites administrativos. Lo intenté en la UTI(la antigua Unidad de Trastornos de Identidad de Género de Carlos Haya) y te trataban fatal. Yo ya venía 'hecha' y lo único que necesitaba era un certificado de que estaba operada, pues todavía tardaron ocho años en darme el DNI. Venía a valorarte alguien que no te conocía, nadie se pone en tus zapatos. Me daban a elegir entre tres nombres que eran 'unisex':Andrea, África y el otro, ni me acuerdo. De mi generación hay muchas mujeres trans que se llaman Andrea. Y yo dije que era Desiré. No me dejaron ponerme María Desiré, que era lo que yo quería».

Después de dos intervenciones empezó a poder ponerse frente al espejo desnuda. «Antes no me identificaba, me daba asco mirarme de cintura para abajo. Le hice una gran despedida a mi antigua identidad cuando iba para el quirófano, diciéndole: 'hasta nunqui' (risas), ya no me vas a molestar más ni me vas a causar más dolor». Todavía tuvo que vivir la humillación de ir con su DNI (que no reflejaba su transición)y un papelito diciendo:por favor, me llamo Desiré Rodríguez. Nadie te hace caso. Me miraban y se reían».

Le decían que el certificado de un ginecólogo privado no tenía validez, que tenía que ser por la Seguridad Social, pasar la valoración de un psiquiatra y estar dos o tres años yendo al psicólogo. «Lo conseguí bajándome las bragas delante de un juez aquí en Málaga. Me levanté la falda y le dije que el tema era muy sencillo: Mira, aquí lo tienes. Y me dio la gran sorpresa:me contestó que los dos días de calabozo no me los iba a quitar nadie porque era una falta de respeto, pero me firmó para que pudiera hacer la rectificación en el libro de familia y a los pocos días me dieron el DNI».

Luego ha seguido peleando por sus derechos. «¿En el mundo laboral se nos acepta? Sí y no. O eres muy, muy guapa, tienes el DNI cambiado y no te pillan el bacalao o te echan para atrás aunque estés más cualificada que muchas. Todavía estoy esperando a que haya una presentadora del telediario trans. Eso sería normalizarlo».

Se ha sentido más discriminada entre las mujeres que en el mundo masculino. «Las chicas trans a veces llamamos mucho la atención. Yo soy una mujer exuberante y me gusta lucir lo que he pagado. A ese sector del feminismo que se queja de la 'ley Trans'... es que siempre son las mismas, la típica feminista fea, que se ha cortado el flequillo a bocados y a la que no tocan ni con un palo. Que nos dejen vivir nuestra felicidad. ¿Se debaten los derechos humanos? ¿Pues por qué tenemos que debatir nuestra transexualidad?».

¿Cómo voy a ser una mujer?

Regina ha vivido su transición de forma muy diferente, aunque se ha encontrado también con la incomprensión, no sólo de la sociedad, sino de una parte de la comunidad trans. «Algo en mí no encajaba, pero estaba cómoda con mi cuerpo y tenía claro que no quería hacer cambios. Entonces pensaba:¿Cómo voy a ser una mujer? Cuando Dana Internacional ganó Eurovisión, la primer trans en hacerlo, yo cantaba su canción y mi madre me corregía: Eso no, que es de mariquitas y se van a meter contigo. Y son cosas que te influyen».

Se recuerda como una niña «muy rebelde, que sacaba buenas notas, pero la liaba. Era consciente de que algo me pasaba, aunque no supiera ponerle palabras. Luego de mayor me he dado cuenta de que vivía la feminidad a través de mis amigas, que siempre las he tenido y las tengo cerca. Mi círculo más cercano eran chicas. Mi madre quería que fuera con los niños, pero en el colegio, cada vez que podía me juntaba con mis amigas».

Vídeo. Regina Varanski. Francis Silva | Vídeo: Pedro J. Quero

«Si estás excluyendo a una mujer de tu discurso tú ya no puedes ser feminista. Es una hipocresía»

Regina Varanski (26)

Supervisa exámenes oficiales de inglés y trabaja como drag

Regina ha tenido una vida muy distinta a la de Desiré: fue al instituto y a la Universidad. Terminó Filología Inglesa y se marchó de Erasmus a Coventry. «Allí entré en contacto con mucha gente queer, con ideas sobre género bastante diferentes a las que yo tenía. Hasta entonces pensaba que era una persona no binaria, porque no me identificaba con lo que es una mujer trans por las historias que he oído, en las que no sentía que encajara».

Había empezado a hacer drag en 2016 y sí había notado que cuando se quitaba la peluca y el maquillaje y se vestía 'de chico' ya no era feliz. Aquello fue un trago en su familia. «Salí en 'Cámbiame' (un programa de tv en el que hacían un cambio de look a los invitados) para aparecer como drag, porque quería ser la más guapa, divina de la muerte. Mi padre lo vio y se lío gorda». Dos meses después se marchó a Inglaterra de Erasmus.

A la vuelta ella había cambiado y su familia, también. «En ese tiempo mi madre le dijo a mi padre:o nos adaptamos a los cambios que vengan o ésta no vuelve, que está muy contenta con su novio y se queda allí. Me fui vestida 'de chico' y volví con pendientes, las uñas puestas, maquillaje de diario... y me encontré con una comprensión, que casi no me lo creía.»

Siempre ha tenido claro que no quería hormonarse . «En esta generación estamos aprendiendo a diferenciar entre físico e identidad. Yo estoy contenta con mi cuerpo, con su funcionalidad y sé que eso no está reñido con que sea una mujer. Dentro del colectivo trans me miran con recelo, diciendo que diré lo que quiera, pero que yo una mujer no soy. Pues cuando nací ya lo era. Cada una se da cuenta a una edad y todas somos igual de válidas».

Aparecer como Regina en su DNI es muy importante para ella. Estuvo a punto de trabajar en Ryanair. Mandó su curriculum y fotos. «Escanea el contrato y nos lo devuelves firmado me dijeron, pero mandé mi DNIy ahí se quedó». En su tarjeta sanitaria sí ha conseguido que le cambien el nombre a la tercera. «Las otras veces me encontré con la típica funcionaria amargada y decían que no sabían, pero era que no les daba la gana. Hay transfobia en todas las esquinas, quizás está más invisibilizada porque ahora están peor visto y antes no pasaba nada por serlo».

Entiende el feminismo como un movimiento transversal. «Si estás excluyendo a alguna mujer de tu discurso tú ya no puedes ser feminista. Es una gran hipocresía pedir unos derechos cuando tú se los niegas a otras personas. No quieren reconocer que tienen unos privilegios como mujeres cis que nosotras, desgraciadamente, no tenemos».

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