Sr. García
Cine

Marlon Brando: cincelar un mito

El mejor actor de todos los tiempos fue un hombre complejo que vivió la paradoja de ser un 'outsider' dentro del sistema que le encumbró

Antonio M. Ruiz / Ilustración: Sr. García

Jueves, 23 de mayo 2024, 09:04

«Cuando interpreto me transformo. Me quema dentro una especie de fuego, una especie de delirio. Y me siento fuerte, feroz como un león». Así se definía uno de los más grandes y míticos actores de la historia del cine. Marlon Brando: irrepetible, rebelde y ... polémico, inconformista y genial.

Su nacimiento tuvo lugar en Omaha (Nebraska, EE.UU) el 3 de abril de 1924, y su infancia y adolescencia vinieron marcadas por el alcoholismo de su madre y musa, la actriz de teatro Dorothy Julia, y los maltratos de un padre abusivo dominante que nunca reconoció su talento. Comenzó las clases de interpretación después de ser expulsado de la escuela militar donde fue ingresado por su padre, pero no por vocación, sino movido por el deseo de estar cerca de todas aquellas bonitas jóvenes que soñaban con ganarse la vida encima de los escenarios.

A pesar de la imagen icónica de Stanley Kowalsky, fue el único de los intérpretes de 'Un tranvía llamado deseo' que no ganó el Oscar

Fue alumno de Stella Adler y Lee Strasberg, de quienes aprendió la técnica interpretativa 'método Stanislavski' (como lo hicieron Montgomery Clift, James Dean o Paul Newman), que consistía en un intenso acercamiento psicológico del intérprete a sus personajes: explorar su psicología y descubrir sus motivaciones investigando su historia y personalidad, recurriendo a sus propias experiencias y emociones para enriquecer sus composiciones.

Su encuentro con Elia Kazan y, a través de este director, con Tennessee Williams, le proporcionó el pase directo para interpretar en el teatro al polaco, rudo y despreciable Stanley Kowalsky en la obra 'Un tranvía llamado Deseo' en 1947. Desde ese momento, sería uno de los pocos que defendiera públicamente al escritor ante los ataques y desprecios de la crítica por ser homosexual. Su debut teatral no pasó desapercibido y Fred Zinnemann lo reclutó en 1951 para 'Hombres', film que se ha beneficiado más por el halo que rodea a Brando que por su calidad cinematográfica.

Fue precisamente la adaptación para la gran pantalla que Elia Kazan realiza de 'Un tranvía llamado Deseo' (1951) la que lo convierte en referente interpretativo. Pese a ello, fue el único del reparto que no ganó el Oscar, al contrario que Vivien Leigh, Kim Hunter y Karl Malden. Brando, con una ceñida y sudorosa camiseta, se erigió como el arquetipo del erotismo de la clase obrera, imponiéndose como símbolo sexual y redefiniendo la belleza masculina para la segunda mitad del siglo pasado.

La nominación al Oscar se volvió a repetir con su segunda colaboración con Elia Kazan en '¡Viva Zapata!' (1952), por la que consiguió el premio al mejor actor en el Festival de Cannes. Alumno aventajado del 'Método', perfeccionaría su dicción hasta sorprender en su papel de Marco Antonio en el film de Joseph L. Mankiewicz 'Julio César' de 1953, callando las bocas que le habían apodado 'mascullador' o el 'hombre de Neanderthal' por su interpretación de Kowalsky.

Confesó sin reparos haber vivido experiencias homosexuales, entre ellas con James Dean o Jack Nicholson

Su consagración como icono llegó con la encarnación, el mismo año, del jefe de una banda de jóvenes rebeldes en '¡Salvaje!', de László Benedek. Armado con gorra, chupa de cuero, camiseta blanca y botas, sobre su motocicleta desbordaba sexualidad por el asfalto. Nada será igual después de aquello en la moda masculina. Todos querían ser como él, y por él todas (y otros tantos) suspiraban. Hasta el mismísimo Elvis Presley usaría esa indumentaria en una sesión de fotos. La imaginería gay se vería sacudida: desde los Village People hasta los personajes de Tom of Finland soñarán con parecerse a la bestia magnética en la que se había convertido Marlon.

Ilustración: Sr. García

El reconocimiento de la Academia de Cine Americano se produciría por fin de la mano de la maravillosa `La ley del silencio' (1954), de Elia Kazan, una de las cimas de su carrera. Marlon Brando obtiene su cuarta nominación y primer oscar con la interpretación del boxeador fracasado Terry Malloy, que trabaja para el mafioso Johnny Friendly, controlador de los muelles de Nueva York. El film fue la justificación que dio el director a su acusación durante la llamada 'caza de brujas' orquestada por el senador McCarthy. Con Brando, una reinterpretación de la masculinidad había llegado. Era tierno, casi femenino, y también violento, según Elia Kazan.

La fama de actor difícil y conflictivo credió a la par que su compromiso social en el ámbito de los derechos civiles de los afroamericanos en los EE.UU; sus enemigos aumentaron dentro y fuera de la meca del cine. En los años siguientes, continuó encadenando producciones de calidad: 'Désirée' (1954), de Henry Koster, en la que interpreta a Napoleón; el musical 'Ellos y ellas' (1955), de Joseph L. Mankiewicz; 'La casa del té de la luna de agosto' (1956), de Daniel Mann; y 'Sayonara' (1957), de Joshua Logan, que le proporcionó su quinta nominación a la estauilla americana.

Tras 'El baile de los malditos' (1958), de Edward Dmytryk, y 'Piel de serpiente' (1959) de Sidney Lumet, dirigió 'El rostro impenetrable' en 1961, una vez que consiguiera la salida del proyecto de Stanley Kubrick. El film se hizo con la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. Su ego desmedido y su carácter insufrible también hizo peligrar el rodaje de 'Rebelión a bordo' (1962), que se alargó durante dos años y provocó el abandono del director Carol Reed y su sustitución por Lewis Milestone.

'La jauría humana' (1966), de Arthur Penn; 'La condesa de Hong Kong' (1967), de Charles Chaplin; 'Reflejos en un ojo dorado' (1967), de John Huston, donde fue la primera estrella de Hollywood en interpretar a un hombre homosexual; 'Queimada' (1969), de Gillo Pontecorvo; continuaron dando prestigio a la carrera profesional de Brando, pese a su actitud antisistema (perteneciendo al mismo, paradójicamente).

Su reconciliación absoluta con la industria se fraguó en 1972 gracias a 'El Padrino', de Francis Ford Coppola, en la que encarnó al mafioso patriarca Vito Corleone. El milagro se obró gracias a una impresionante caracterización, la modulación de su voz y la química que se produjo con director y actores. Sin embargo, fiel a sus principios, rechazó recoger su segundo Oscar, enviando a una actriz mexicana que se hizo pasar por una piel roja, Pequeña Pluma, para denunciar el maltrato de los indios.

Noticia relacionada

El último escándalo cinematográfico de Brando vino de la mano de Bernardo Bertolucci y su 'Último tango en París' (1972), en la que interpretó a un personaje atormentado, adicto al sexo y al alcohol: María Schneider, coprotagonista del filme, denunció en una entrevista al Daily Mail la humillación sufrida en la tristemente famosa escena de sodomía por parte del personaje de Brando y de la que nunca se le informó previamente de su existencia.

'Superman' (1978), de Richard Donner, constituyó otra polémica intervención de Marlon Brando, pero esta vez, en términos económicos: sus 13 días de rodaje se saldaron con 3,7 millones de dólares y un porcentaje bruto de la taquilla de la película, lo que se tradujo en unos 12 millones de dólares. Su última gran interpretación fue la del coronel devorado por sí mismo Walter E. Kurtz en la otra obra magna de Coppola, 'Apocalypse Now' (1979). A ésta, continuaron producciones mediocres, por las que obtuvo pagos desorbitados.

Vida privada

Brando se casó tres veces, tuvo once hijos reconocidos y un número indeterminado de ilegítimos. Para el mito, la amistad podía evolucionar en sexo con facilidad. Vivió su sexualidad de manera insaciable y voraz, definiéndose a sí mismo como una bestia sexual. Se le han atribuido 'affaires' con Marilyn Monroe, Jackie Kennedy, Bette Davis o Ava Gardner. Confesó sin reparos haber vivido experiencias homosexuales, encontrándose entre ellas las mantenidas con James Dean o Jack Nicholson, de cuya relación llegó a pronunciarse: «Nunca le he dedicado demasiada atención a lo que la gente pensaba de mí, pero si hay alguien que está convencido de que Jack Nicholson y yo somos amantes, pueden seguir pensándolo. Me divierte».

Destrozado por la tragedia familiar (vivió el juicio de su hijo por el asesinato de la pareja de su hija Cheyenne), arruinado y dependiente de la caridad de amigos y una pensión del gremio de actores, Brando murió el 1 de julio de 2004 a causa de una fibrosis pulmonar.

Con un estilo interpretativo único, el (para muchos) mejor actor de la historia del cine representó un punto de inflexión en la industria, logrando transformar el arte de la actuación y marcar a varias generaciones de intérpretes de todo el mundo. Atormentado, camaleónico e irreverente, Truman Capote lo describió como la imagen ideal de la juventud norteamericana: «cabello rubio oscuro, ojos gris azulados, tez morena, porte atlético. El mapa de los Estados Unidos está grabado en su rostro».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad