El apoyo de los padres a los hijos es fundamental en todas las etapas, pero sobre todo en la infancia, y más cuando manifiestan que no están de acuerdo con el género que se les asignó al nacer. En ese momento comienza un proceso, tanto ... para los pequeños como para las familias, en el que se requiere de paciencia, por los largos procesos burocráticos –aunque se han acortado con la Ley Trans–; de fortaleza, por la incomprensión que en muchas ocasiones muestra la sociedad ante estas personas, y de cariño de los seres cercanos. En el Día Internacional de la Visibilidad Trans tres madres con hijos trans: Sandra Bernabé, Carmen Jiménez y Rafi González, cuentan cómo ha sido este proceso. Además, las tres son activistas en la asociación Todes Transformando, donde ayudan a otras familias que están pasando por una situación que ellas ya tuvieron que afrontar hace unos años.
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Sandra Bernabé es madre de un chico trans que tiene nueve años, pero que tenía clara su identidad desde bien pequeño. A los dos años ya lo manifestó: «Un día llegó a casa y le dijo a su padre que era un niño». La respuesta de su padre fue que de apoyo, pero le recordó que tenía toto, a lo que, según la madre, contestó: «Un chico con toto». A pesar de que sus padres notaban que no tenía los mismos gustos que su hermana mayor, con la que se lleva 15 meses, no le habían dado ninguna importancia. «Le atraía todo lo estandarizado para niños. Pero para gustos, colores», narra la cordobesa. Nunca quería ponerse nada rosa ni nada relacionado con las niñas. Los padres optaron por no tomarlo como una tontería, pero tampoco preguntar por el tema.
En ese momento vivían en Madrid. Pero decidieron mudarse a Adamuz, en Córdoba, para estar cerca de la familia. «Dejó aquello olvidado. Creo que fue por el cambio, estaban muy eufóricos», explica Bernabé. Un olvido momentáneo, ya que con tres años volvió a recordar su desacuerdo con su identidad. «Le dijo a su padre que quería ir al médico porque tenía una varita mágica que lo iba a convertir en chico», asegura la madre. Ese momento fue decisivo para sus padres, que empezaron el tránsito en el verano de primero de infantil a segundo: le cambiaron la vestimenta y le cortaron el pelo. Momento en el que también manifestó que quería que se refirieran a él en masculino.
El tránsito de este pequeño se transmitió en el colegio, donde no tuvieron ningún problema más allá de uno inicial. «Lo único que la directora del colegio, que es un poquito conservadora, estaba un poco reticente a aplicar el protocolo, decía que ella creía que era demasiado rápido para ponerle una etiqueta a nuestra hija», cuenta Bernabé. Una etiqueta que se estaba poniendo su hijo solo por la necesidad de ser tratado como un chico, así que la docente no tuvo más remedio que abrir el protocolo, ya que así lo marca la ley en Andalucía.
Para esta familia de Córdoba, la clave está en escuchar a los niños: «Tenemos la mala costumbre de no escucharlos y considerar que todo lo que dicen son tonterías». Ellos sí hicieron caso a las necesidades de su hijo, aunque eso no quita que hayan pasado momentos de «miedo». «No quieres forzar una situación, no sabes si son cosas pasajeras. En ese momento, tan pequeño, la verdad es que el miedo es inevitable», asegura Bernabé. Un miedo que continúa estando presente conforme el niño va creciendo: «Ya mismo va a salir a la sociedad solo, no vamos a estar nosotros para cortar comentarios. Hemos intentado que sea fuerte mentalmente». Además, la madre considera que su hijo es «muy maduro» y le han intentado dejar las cosas claras desde siempre. Por lo que, a sus nueve años, es consciente de que hay gente que no respeta a las personas trans.
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Sin embargo, el pequeño ya cuenta con su DNI cambiado, tanto nombre como género. Un largo proceso que comenzó cuando tenía cinco años. «No se formaba gobierno y teníamos miedo de que entrara la ultraderecha, nos entró la prisa. Aprovechamos que Andalucía tiene una Ley Trans», asegura la activista. Una ley que dejaba en la mano del juez y en la madurez del niño la decisión. Para acceder a estos cambios, les exigían un informe médico y uno psicológico –con la Ley Trans actual ya no es necesario–. «Presentamos el informe médico de que no se estaba hormonando, ya que al ser tan pequeño podía ser perjudicial, y de que no precisó ayuda psicológica porque estaba bien», afirma la cordobesa.
Tras mandar la documentación precisada, el juzgado citó al pequeño. «Pensaba que no se lo iban a aceptar porque quedaba a expensas de la madurez del niño. Por muy maduro que sea mi hijo, no dejaba de ser un niño con cinco años», dice la madre. Sin embargo, no fue así. A pesar de no saber qué pasó dentro de la sala, pues no los dejaron acompañar a su hijo, el pequeño les contó meses después que «intentaron liarlo mediante preguntas». Aunque, según el relato de la madre, no lo permitió: «Dio la explicación de cómo se llamaba antes y que ahora quiere que lo llamen con el nombre elegido».
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Cuando tenía 14 años, el hijo de Carmen Jiménez le dijo que era una persona transgénero. «Yo no sabía lo que significaba, pero llevaba una trayectoria de estar muy triste, decaído y de verlo muy mal», cuenta la madre. Más tarde, reunió a sus dos hermanas y también les contó que quería comenzar su tránsito. Ellas sí tenían más conocimiento sobre el tema y los pasos que había que dar. «Sabía algo sobre orientación, pero sobre identidad no tenía ni idea», asegura. Cuando comenzó a informarse, descubrió que una persona trans no se hace, sino que se nace. Un momento en el que la culpabilidad se apoderó de esta madre hasta que terminó de formarse en el asunto y, a día de hoy, es la encargada de la delegación de Todes Transformando en Linares. «Era una persona que era en blanco y negro y ahora es de colores».
A pesar del proceso personal por el que estaba pasando Jiménez a raíz de la situación de su hijo, no dejó de apoyarlo. En esos momentos de búsqueda, de no saber bien qué hacer, dieron con Todes Transformando, donde les ayudaron y calmaron todas las inquietudes de madre e hijo. «Eso no quita muchos llantos, dudas y miedos», relata. A partir de ese punto, el joven tenía claro que quería hormonarse y comenzaron a ir al endocrino. Un proceso largo que llevó dos años de pruebas y otros dos de hormonación para poder hacer el cambio registral. «Nos dieron muchísimas largas, pero nos acompaña la ley», cuenta la activista.
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Un proceso con altibajos aunque acompañaba ser conocido con su nombre elegido en el ámbito escolar y en el familiar. «No fue fácil, a veces se impacientaba, pero tampoco ha sido demasiado penoso», cuenta Jiménez. En esta etapa también cambió su aspecto y comenzó a ir al psicólogo: «Le faltaba empoderarse de su gran valía. Por ejemplo, no era capaz de llamar por teléfono a sus amigos para quedar». Además, los problemas para este chico, que ahora tiene 22 años, no han ido a más gracias a una táctica de su madre: «Explicarlo todo al principio». Sin embargo, sí ha vivido episodios de discriminación aislados. Una vez, según explica su madre, estaba en un pub y le abrieron la puerta del baño, entre otros.
Ahora, fuera de Linares, estudia en Granada y hace una vida totalmente normal. Con su DNI cambiado, no tiene que dar explicaciones y vive como cualquier otra persona. «Allí nadie sabe que es un chico trans», cuenta la madre. Aunque eso no evita sus miedos. «Es mi asignatura pendiente, tengo mucho miedo de que le hagan algo porque es muy poquita cosa. Una persona muy tímida, lo veo muy frágil».
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La vida de Rafi González cambió hace 11 años cuando se enteró de que su hija era trans. «Ella quería que yo le preguntara, pero yo no sabía cómo», cuenta la activista. Lo primero en lo que pensó fue en la homosexualidad, pero no tenía nada que ver con eso. La niña, al ver que su madre estaba desconcertada, se lo acabó diciendo. «Me acordé de Bibiana Fernández, es lo único que yo sabía de la transexualidad», confiesa. Sin embargo, González fue informándose y formándose y actualmente forma parte de la junta directiva de Todes Transformando. Esto no quita que haya vivido su propio proceso. «Se te cae el mundo al suelo, me encontraba sola, no sabía qué hacer, no sabía por dónde tirar y no sabía cómo tenía que ayudarla», relata.
Su hija, según cuenta la madre, le decía que le parara el crecimiento, pero ella no sabía qué era lo que quería. «Se refería a la hormonación, pero yo no tenía ni idea», explica. González optó por acudir al pediatra, donde encontró un apoyo y orientación. En 2014, gracias a los avances en la legislación, pudieron acudir al endocrino para hacer las pruebas de hormonación. «Era muy doloroso, la disforia existe», reivindica esta madre. Ya en 2016 la joven pudo empezar con la hormonación. A pesar de que la mayor preocupación de la niña era la hormonación para frenar el crecimiento «hacia el lado masculino», la madre se preocupó por cambiar el nombre y el sexo en el DNI. En ese momento no le hacía falta, pero González sabía que en el futuro con el cambio registral sería todo más fácil a la hora de echar una matrícula, una beca o buscar trabajo. «En el Registro Civil de Córdoba tuvimos una jueza que no pedía los informes de hormonación porque la ley autonómica no los exigía, era la estatal, que ahora se ha cambiado», explica la madre.
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Unos años de pruebas y espera en los que la niña no salía de casa y tenía miedo de afrontar la situación en el colegio. «Era el raro, el friki. No se relacionaba con mucha gente. Llegó a quedarse en casa casi un año. No quería ir al colegio. Fue durísimo», relata González. La joven recibía insultos y burlas en el colegio, pero su madre considera que esto pasaba a segundo plano, ya que el problema principal era que no se correspondía. «Debe ser muy duro mirarte en un espejo y lo que te devuelve no seas tú», relata la madre.
Sin embargo, la joven no detuvo sus sueños: estudiar chino y japonés. Para ello se fue a Salamanca a hacer la carrera de Estudios de Asia Oriental y, actualmente, se encuentra en Kyoto, Japón, acabando el grado. «Es un ejemplo para todas las chicas trans. No todo es la exclusión y la prostitución», asegura González, consciente de la importancia del apoyo de los padres para que estas personas puedan tener un futuro como cualquier otra.
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Estas madres tienen algo en común, además del coraje, la valentía y el amor, y es el poco conocimiento que tenían sobre las personas trans. Algo que no les impidió formarse para entender a sus hijos y apoyarlos en todo lo necesario. Hasta tal punto de que ahora son ellas quienes forman parte de la junta directiva de la Asociación Todes Transformando, donde asesoran a otros padres que están pasando por situaciones que ellas ya han vivido. «No todos han tenido la misma suerte que mi hijo. Hay gente que está en la calle», cuenta Bernabé sobre algunas situaciones que afrontan desde esta ONG.
Por su parte, Jiménez lleva la delegación en Linares. «Los nenes que estoy conociendo aquí tienen mucho más tropezones con sus familias, en el colegio…», cuenta. Aunque se alegra de que se hable sobre la transexualidad porque «de lo que no se habla, no existe». Sin embargo, considera que se está avanzando en lo legislativo, pero hay un atraso social. «Mucha gente piensa que es una moda, sobre todo la gente de derechas y la Iglesia», asegura.
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Todes Transformando también fue un descubrimiento para González. «Es una maravilla, te encuentras con padres y madres con los que puedes hablar de lo mismo, te entienden, saben lo que estás diciendo», explica. Una asociación que se ha ido haciendo grande gracias al esfuerzo de Carmen Ceballos, la presidente, quien empezó sola con su hijo. «Entramos, como todas, llorando y salimos viendo la luz».
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