Francis Silva
Literatura

Luis Antonio de Villena siempre fue de los nuestros

Su imagen excéntrica esconde a un autor culto e irónico, capaz de «volver inmortal lo efímero», pero también a un niño acosado que buscó revancha en la literatura: «Si es un arte olvidar, también lo es (y terrible) / volver a morder aquella fruta podrida»

Viernes, 9 de junio 2023, 22:23

Todavía recuerda las burlas de sus compañeros de clase, el agujero que las humillaciones abren en la autoestima infantil, inestable como una hoja que arrastra el viento. Aquellas risas maliciosas sembraron en Luis Antonio de Villena un deseo enmudecido de revancha, una venganza que por ... entonces ya fantaseaba con ejecutar a través de la literatura: «Quise olvidar. Quise tapar al niño negro que fui, / a esas tardes tan tristes, a los días violentos, / al extraño odio de unos camaradas de piedra... / Quise habitar un palacio de olvido. Y no pude. / Afortunadamente, dioses, no he podido. Pues si / es un arte olvidar, también lo es (y terrible) / volver virgen a morder aquella fruta podrida». El chico acosado en el madrileño colegio del Pilar se sacudió el polvo de la soledad y la marginación mediante la lectura y más tarde la escritura, pasiones descubiertas cuando cayó en sus manos un libro sobre mitología griega que despertó una nostalgia impropia de su edad: «Soy la melancolía de la melancolía».

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La figura de Villena, nacido en 1951, aparece a menudo como miembro de los novísimos, aunque resulta justo reivindicarlo como un escritor total, capaz de bucear en diferentes géneros. Es, por encima de otras etiquetas, «un poeta de vocación», como dejó claro durante un discurso para la Fundación March: «Si debo definir mi obra, tenderé a decir que es la obra de un poeta. Cocteau hablaba de novelas-poesía, cine-poesía, dibujo-poesía... A mí me gusta sentirme dentro de una similar atmósfera, donde la poesía lo gobierna todo». El amor casi siempre ausente, la presencia constante de la madre («No importa en qué galaxia o universo, / no importa en qué edad, si hay edad, / sólo quisiera besarte esa noche, mamá») y una antigua tristeza planean sobre la mayor parte de su obra, que también extiende sus tentáculos hacia asuntos más terrenales como el cibersexo, el voyerismo y hasta los 'selfies': «¿Caerás, también tú, en la vacuidad de la autofoto? ¿Imaginas, sabes, / cuántos y cuántos autorretratos similares nada valen?».

Villena volvió a germinar la semilla de la poesía homoerótica en España, sepultada durante la dictadura: «Tragué tu sexo entero»

Colocados frente al espejo de su biografía, los libros de Villena adquieren condición de canto a la libertad al ejecutar aquella revancha, tan ansiada de niño, contra la España franquista y lo que llama «la mayoría silenciosa», cómplice de los atropellos sufridos durante sus primeros años. Juan Antonio González-Iglesias, que lo define como un «aristócrata del espíritu», alaba que «tiene el secreto para volver inmortal lo efímero». Aunque durante décadas rehuyó de la poesía social cultivada por la generación anterior, como esos hijos que tratan de desvincularse del padre, el autor madrileño no esquiva la política («Triunfarán. Nadie debiera dudarlo. / El mundo tendrá que dar otra vuelta / de campana para salvarse o perecer», escribió sobre las consecuencias del 15M) ni asuntos más personales como la exclusión social que marcó su adolescencia («Pertenezco a las afueras, al margen, / a la vida ágil y sucia que se escapa / de su red de soga») o la pederastia que él mismo confesó haber padecido: «Los viejos pederastas lloran por la noche. / No es extraño. / Entre el riesgo y el milagro de su vida toda, / dudan de si es el Bien o el Mal / quien los posee».

La mayoría moral, intachable y serena

Usted comprenderá: Yo nunca fui de los suyos.
He podido reír en una cena, aceptar un convite,
simular que estaba de acuerdo con el modo
eficaz en que han ido cuadriculando el mundo...
Ellos llaman Orden a su vida, y se ponen
palmas, insignias, construyen colegios, iglesias,
miran con respeto a las alturas jerárquicas,
emulan, engañan, se perdonan, bendicen...
Nunca fui de los suyos, pese a cierta apariencia.

Pero, si por algo ha destacado Villena, es por haber vuelto a germinar la semilla de la poesía homoerótica en España, sepultada durante la dictadura: «Tragué tu sexo entero. No podía olvidar que caminábamos juntos, flagelantes, hacia el perdón y hacia la penitencia». Ha construido con empeño su imagen de dandy, casi siempre con bufandas y gafas de sol, un personaje que también encierra contradicciones. Venera a Catulo, Ezra Pound y Cernuda, pero ha antologado a poetas jóvenes. Ha llorado por la juventud perdida y ha trabajado como crítico y articulista, sin desprenderse del tono elegíaco o hedonista, intenso en cualquier caso, de su poesía. La infancia herida aparece de forma constante en su obra, más desde el instinto de supervivencia que desde el victimismo, como en el poema dedicado a su vieja amiga Mercedes: «Por ti sentí que la vida podría ser amable. / Para ti fui un niño normal y corriente, / al que quisiste –creo– y te quería. Otro amigo. / Jamás sentí que me mirases con extrañeza. / Pocos –poquísimos– me vieron tan real, tan cerca».

Consciente, como Sartre, de que lo peligroso de acercarse al abismo no es caerse sino que puedes tirarte, cada poema, cada libro constituyen para Villena una peq ueña victoria, silenciosa como los primeros rencores, liberadora como un pulso ganado al pasado.

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