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Víctor Rojas
Lunes, 3 de julio 2023, 00:13
Lidia García (Montealegre del Castillo, Albacete, 1989) o thequeercanibot –su nombre en Twitter– es una investigadora que se describe en esta misma red social como bollera, coplera y de case obrera. La autora del podcast ¡Ay, campaneras! y del libro del mismo título, es una ... de las principales divulgadoras de la copla. Y el 4 de julio estará en el encuentro de La Térmica 'Cantares queer', donde hablará junto a Pink Chadora y Pakita, entre otras, de la relación de este género con el mundo drag.
–¿Cómo surge su interés por la copla?
–Surge por mi madre, ella siempre solía cantar este tipo de canciones mientras hacía las tareas del hogar. Desde pequeña me causaba mucha curiosidad por lo tremendas que son las historias que cuentan.
–¿Por qué creó el podcast ¡Ay, Campaneras!?
Porque yo ya investigaba sobre estos temas en el ámbito académico y estaba escribiendo una tesis doctoral sobre copla. Entonces me pareció que estaría bien canalizar esta investigación a través de un medio que tuviera más que ver con la divulgación, que estuviera en un formato que fuera más accesible, incluso divertido, y que pudiera disfrutar toda la gente mucho más allá de las constricciones que muchas veces tiene el ámbito académico.
-¿Esperaba el éxito que ha tenido el podcast?
No, claro que no. De hecho, empecé a grabarlo en el baño de mi casa, sin micrófono, sin absolutamente nada y sin saber si detrás de un episodio iba a haber otro. Yo he sido la primera sorprendida porque se generara una comunidad muy bonita de gente y estoy muy agradecida de que así fuera.
–Anunció que habría tercera temporada, ¿tiene ya fecha o sigue el proyecto parado?
–Estamos trabajando en la tercera. Pero no me aventuro a decir una fecha de lanzamiento en concreto porque estamos todavía en trabajo de guiones y tal. Espero que pronto, en los próximos meses.
–¿Por qué la copla sigue atrayendo tanto a gente joven como mayor?
–En primer lugar, tiene mucho que ver con la calidad poética de muchas de sus canciones. Pero, al final, por lo universal de sus historias porque hablan de amor, de desengaños, de problemas relacionados con el género o con la clase social. Aunque estemos alejados generacionalmente de ella, continuamos identificándonos con esas historias. También tiene mucho que ver con el potencial transgresor. Las protagonistas de estas historias siempre fueron mujeres en los márgenes de la sociedad por motivos morales y sexuales casi siempre. Creo que todo eso nos acerca mucho a estas historias.
–Habla de la calidad poética de las coplas, pero muchas veces han pasado de generación en generación porque las hemos escuchado a nuestras madres y abuelas sin pararnos a analizar la letra. Gracias a su podcast sí lo hemos hecho. ¿A usted le ha pasado que cantaba una copla sin analizarla y luego se ha dado cuenta del mensaje?
–Creo que es algo que sucede a menudo, imagino que con otros géneros pasará algo parecido. Pero en el caso de la copla, es cierto que se dan esas distorsiones. A veces están contando historias absolutamente tremendas, pero como las hemos escuchado siempre no nos paramos a pensar en lo fuerte que son. Hay coplas que llegan a hablar de asesinatos, de traiciones… Y de situaciones sorprendentes, que en las canciones se cuentan como si tal cosa. Precisamente por el aparato metafórico que tienen parece que se reciben de una manera más suave comparado con lo tremendas que son las historias.
–¿Me puede poner algún ejemplo?
-Una que siempre me pareció increíblemente dura es La Ruiseñora, que la cantaba Concha Piquer y, después, otras como Isabel Pantoja. Cuenta la historia de un asesinato machista, de un hombre que mata a su mujer.
–Ahora que nombra a Isabel Pantoja, ¿qué significa que sea la última folclórica en activo?
–Isabel Pantoja representa, probablemente, a una de las últimas folclóricas. No solo en el sentido musical o artístico, sino también como figura de la cultura popular que ya forma parte de la memoria sentimental del país. Afortunadamente, al margen de eso, creo que la copla sí que continúa viva mientras sigamos escuchándola e interesándonos por ella. También se da otra circunstancia, que a mí me interesa mucho, y es que podemos ver en las carreras de cantantes contemporáneos, que no hacen copla clásica, un claro interés por este género. Sucede con María Peláe, con Diana Navarro, con Miguel Poveda y con tantísimos otros. Tenemos también a Martirio, por supuesto.
–¿Cree que está resurgiendo la copla o, al menos, una vertiente?
–De un interés por el género desde luego que sí. Afortunadamente es un género que se lleva rescatando durante mucho tiempo. Si ha habido alguna especie de repunte en este interés, creo que puede tener que ver con que tengamos capacidad como generación de acercarnos a este género musical tan mostrado por el franquismo con otros ojos. Y que podamos valorar la importancia que tuvieron estas canciones para la vida diaria de tantas personas. Y, como decía, todo ese potencial transgresor que podemos encontrar en ellas. Creo que eso puede explicar de alguna manera ese creciente interés.
–La copla puede sonar a algo antiguo aunque analizando las letras son muy modernas para su época, incluso si se comparan con las canciones más escuchadas en la actualidad.
-La copla, al final, es un producto de su tiempo. Tiene visos de modernidad, en ocasiones. Por otra parte, también tiene un discurso absolutamente propio de la época, por ejemplo, decididamente patriarcal en muchos aspectos. A mí lo que me interesa es el valor testimonial que creo que tiene. Al tener la voz femenina en el centro es es muy frecuente que las coplas denuncien situaciones a las que se veían sometidas las mujeres en aquella época y que, desgraciadamente, en muchos sentidos, aunque sean un contexto distinto, podemos continuar identificándonos.
–¿Por qué el franquismo no censuró la copla?
-Sí censuró la copla a menudo. Pero el franquismo se encontró con que ya era género rey cuando comenzó la dictadura. En la Segunda República ya había sido el género que más éxito había tenido. Creo que el fascismo pronto se dio cuenta que iba a ser mucho más fácil intentar apropiarse de la copla que luchar contra ella.
–¿Considera que el franquismo consiguió apropiarse de la copla?
–Lo intentó, pero no lo consiguió. Continuamos rescatando esas historias. ¿Cómo en plena dictadura, con la rigidez moral de sus parámetros nacional-católicos, se podían contar historias sobre prostitutas, sobre madres solteras, sobre mujeres que estaban escoradas socialmente de alguna manera. Ellas eran las protagonistas de la copla. Aunque desde el franquismo se las intentaba castigar de alguna manera, el corpus de la copla siempre consigue que nos identifiquemos con ellas. Creo que esos intentos de apropiación fueron en cualquier caso fallidos.
–¿Se puede considerar la copla como un género feminista?
–No diría tanto. La cultura general y la cultura popular, en particular, de esta época es mucho más complicada que eso. Desde luego es un género cuajado de claroscuros. Yo no diría feminista, pero sí diría que es un género al que es especialmente interesante acercase, leerlo, escucharlo e investigarlo desde una perspectiva de género. Al final cuenta historias en las que la mujer ocupa una posición central y que tienen mucho que ver con la desigualdad de género existente en la época.
–¿Por qué las letras de los hombres de este género son tan diferentes a las de las mujeres?
–Había hombres como Miguel de Molina, Antonio Amaya, Rafael Conde 'El Titi' que, a veces, cantaban el repertorio de las grandes folclóricas. Aparte también tenían sus propios repertorios que hablan de diversidad sexual de un modo, más o menos, claro. Mientras que otros más cercanos a la masculinidad hegemónica cantaban otro tipo de de canciones bien diferentes.
–¿Qué significó la copla en su momento y qué significa ahora?
–Aparte de tener un valor musical, poético y artístico, fue el acompañamiento de varias generaciones de españoles. Además, en un momento complicado de la historia. Fue la música que consiguió que mucha gente sobrellevara vidas que no eran nada fáciles. Ahora puede significar un puente para acercarnos a esas generaciones, para acercarnos a qué escuchaban nuestras madres y abuelas, y qué impacto tuvo esta música en sus vidas.
–Hace escasos días falleció Carmen Sevilla. ¿Qué destacaría de ella?
-De ella siempre me ha interesado mucho la vertiente intergeneracional. Es una mujer que triunfa absolutamente en el cine, que es, probablemente, donde encontramos los hitos más destacados de su carrera. Pero muchas décadas después consigue reinventarse en televisión y, de esa manera, darse a conocer a nuevas generaciones que, tal vez, no estaban cercanas a ese cine que protagonizó en distintas etapas. Desde esos inicios más folclóricos hasta sus incursiones en Hollywood. O esas también incursiones en el mundo del destape en los 70. U en otras películas bien lejanas al estereotipo de la folclórica, como La Venganza de Juan Antonio Bardem. Su figura es absolutamente multifacética. Destacó en la canción ligera, en el cine y también en la televisión, donde se reinventó. Tuvo mucha capacidad para volver a adaptarse a un medio que ya no le era tan propio como el cine de sus comienzos. Todas esas Cármenes que se condensaban en la figura de Carmen Sevilla es probablemente lo más singular de su legado.
–¿Cuáles son las características que debe tener una coplera?
–El arquetipo de coplera que todos tenemos es el de una interpretación apasionada. Sin pasión no hay copla, como decía Carlos Cano. El desgarro, unas buenas condiciones vocales y, tal como hemos concebido popularmente las figuras de las folclóricas, las propias biografías de las cantantes. Han sido mujeres que han trascendido más allá de los escenarios. Sus vidas han sido verdaderamente coplas. Como oyentes, escucharlas cantar acababa de completar el significado de esas canciones. Una buena folclórica tiene que tener voz, tiene que ser apasionada y si puede tener una historia de vida que sea una copla en sí misma, muchísimo mejor.
–Y de todas, ¿cuál cree que cumple mejor este arquetipo?
–Todas a las que podríamos nombrar cumplen eso de una manera u otra. Si pensamos en la vida de Concha Piquer, una muchacha que sale de la miseria y triunfa a lo grande en Broadway, que vuelve a España y vuelve a triunfar esta vez en lo suyo. También con una vida, absolutamente tumultuosa. Si pensamos en Lola Flores. Si pensamos en Juanita Reina y esa historia de amor preciosa con su marido… Creo que que la mayoría de las grandes folclóricas han tenido, cada una en su estilo, todos esos condicionantes que hacen que triunfaran en el género.
–¿Podría decirme varias coplas que definan muy bien el género?
–Es muy difícil. Pero creo que no se puede hablar de copla sin hablar de Ojos Verdes, esa historia de pasión absoluta. Me gusta mucho Campaneras, por supuesto. Antes hablábamos de La Ruiseñora, que también me gusta muchísimo. La Lirio sería otro ejemplo. Cinco Farolas… Son tantísimas.
–Hay algunas folclóricas a las que se las recuerda mucho y hay otras que están más olvidadas. ¿Por qué sucede?
–Cuando nos dejó Gracia Montes tuve la impresión de que no hubo demasiada cobertura mediática al respecto. Al menos, no toda la que creo que merecía una figura de su talla. Tiene mucho que ver con el hecho de que aparezcan figuras que triunfan en la música, también en el cine, en la televisión. Y que, aparte de eso, consiguieron ser mitos en sí mismas. Íconos de la cultura popular más allá de la música, que son a las que más recordamos.
–El día 4 estará en el encuentro de La Térmica llamado 'Cantares Queer'. ¿De qué van a hablar en la mesa redonda?
–Hablaremos de copla, por supuesto. De copla y resistencia. De cómo este género musical fue durante muchísimo tiempo, y continúa siéndolo, un refugio para las personas queers. Un refugio para la gente que no se sentía integrada dentro de esos estrechos márgenes sociales. Hablaremos también de drag con las compañeras. Del vínculo de la copla con el drag. Espero que podamos explorar todos esos senderos de la copla y la disidencia.
–Como pequeño adelanto. ¿Cuáles serían los vínculos de la copla y el drag?
–Creo que la copla clásica debe buena parte de su permanencia escénica a la tradición transformista. Durante muchos años en los que la copla estuvo bastante olvidada, el lugar donde más viva estaba era en los tablaos de estas transformistas que continuaban imitando a las folclóricas. No se puede hablar de copla sin hablar de lo que ha significado el transformismo para el género. También de la relación bidireccional que tenían las propias folclóricas con las personas queers, que se valían de sus repertorios para crear, a su vez, un arte que mantenía vivo el género.
–Hace poco se premió a Lola Flores por sus discursos a favor del colectivo LGTBI. Es llamativo que se premie a una persona de la época de la copla mientras se está viviendo un momento complicado con informes apuntando al repunte de la violencia o con gobiernos que quitan las banderas de los ayuntamientos.
–Por eso también es interesante que aprendamos de cómo la copla funcionó como un mecanismo de resistencia en un entorno absolutamente obsesivo. Como muchas veces los lugares más inesperados de la cultura sirven para que quienes estamos al margen nos agarramos con uñas y dientes a cualquier espacio de representación que se nos brinde. Me interesa mucho como la copla constituyó eso. Creo que podemos aprender de esos mecanismos de resistencia, sobre todo, para recordarnos que no está hecho todo todavía y que podemos aprender mucho de la memoria de nuestro colectivo también en lo cultural.
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