Peri Rossi. Álvaro Sánchez
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La insumisa Cristina Peri Rossi gana el Cervantes

Literatura ·

Honda e ingeniosa, la poeta uruguaya, pionera en escribir fuera del armario, patea la corrección política y deja sangrar la herida del exilio desde hace casi 50 años: «Ítaca existe / a condición de no recuperarla»

Viernes, 20 de mayo 2022, 23:21

Cuando convalecía por un accidente, superados ampliamente los sesenta años, Cristina Peri Rossi, flamante Premio Cervantes, descubrió las videoconsolas: «Me pasé tres meses en la cama / con la pierna derecha en alto / jugando con la playstation». La había atropellado un coche en Barcelona, donde reside ... desde el estallido de la dictadura uruguaya, hace ya más de cuatro décadas. Aquel exilio ha marcado su obra, que es una forma de decir que la herida abierta por la huida obligada ha sacudido su vida: «Tengo un dolor aquí / del lado de la patria». Pero apenas hay rastros de lamento en los poemas de una escritora ingeniosa y desgarrada, divertida y directa. Los dramas quedan en sus libros tamizados por la ironía, que le permite tomar distancia, patear el victimismo y la corrección política hasta la controversia: «El once de septiembre del dos mil uno / mientras las Torres Gemelas caían, / yo estaba haciendo el amor». Y sigue: «Los apocalípticos pronosticaban la guerra santa, / pero yo fornicaba hasta morir / –si hay que morir, que sea de exaltación–».

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Su compromiso político le valió la persecución del gobierno militar de su país natal tras el golpe de Estado de 1973. Tampoco en España, su nuevo destino, el horizonte parecía mucho más despejado pese a que el franquismo daba sus últimos latigazos. Ambas dictaduras colaboraron para negarse a autorizar el pasaporte de Peri Rossi, momento en que Julio Cortázar le tendió la mano para instalarse en París. Mantuvieron «una amistad amorosa», una honda relación de complicidad donde la pasión carnal no tenía cabida por la orientación sexual de la poeta uruguaya, en ocasiones injustamente reducida a musa del autor de 'Rayuela', que le dedicó algunos de sus poemas más célebres: «Creo que no te quiero, / que solamente quiero la imposibilidad / tan obvia de quererte / como la mano izquierda / enamorada de ese guante / que vive en la derecha».

Cuando tenía 25 años escribió: «Yo no tengo prejuicios contra los heterosexuales ni los discrimino»

Ella no abrió la boca hasta treinta años después de la muerte de Cortázar, cuando publicó la crónica sentimental de aquella devoción mutua, acaso una redención por no haber ido a su entierro: «Me negaba a aceptar que Julio fuera mortal, y prefería recordarlo vivo, eternamente joven, sano, viajero, a veces un poco melancólico y siempre lúdico». Por entonces la distancia entre Uruguay y España, donde se instaló de forma definitiva después de 1975, ya la había acostumbrado a aceptar la muerte de sus seres queridos desde la frustración y la lejanía, en carne viva a miles de kilómetros: «El exilio es tener un franco en el bolsillo / y que el teléfono se trague la moneda / y no la suelte / –ni moneda, ni llamada– / en el exacto momento en que nos damos cuenta / de que la cabina no funciona». Exiliada, Peri Rossi ve perpetuada su condición de extranjera. Ambas palabras comparten el prefijo de lo que ya no es, la identidad perdida. Así arranca su novela 'La nave de los locos': «Extranjero. Ex. Extrañamiento. Fuera de las entrañas de la tierra. Desentrañado: vuelto a parir».

Ha publicado más de una veintena de libros de poemas, además de ensayos y relatos, una obra vasta por la que sobrevuelan el erotismo y la metafísica, la pérdida y el placer, desde los eléctricos inicios del deseo («Esta noche / al encontrarnos / he vuelto a sentir al animal oscuro / que habita en mí») hasta la tenebrosidad del olvido: «Y nos despedimos con la vaga sensación / de haber sobrevivido / aunque no sabíamos para qué». Capaz de reír y desangrase casi al mismo tiempo, sus títulos a menudo encierran esa dualidad. Ocurre en 'Aquella noche', publicado en 1996 y donde aparecen poemas tan dispares como 'Oda al pene' («No es posible tener muy buena opinión / de un órgano membranoso / que se pliega y despliega / sin tener en cuenta / la voluntad de su dueño») e 'Historia de un amor': «Para que yo pudiera amarte / tuve que huir en barco de la ciudad donde nací / y tú combatir a Franco. / Para que nos amáramos, al fin, / ocurrieron todas las cosas de este mundo / y desde que no nos amamos / sólo existe un gran desorden».

Aún recuerda que, cuando tenía 25 años, colgó un cartel escrito por ella misma: «Yo no tengo prejuicios contra los heterosexuales ni los discrimino». Ese barniz de naturalidad, trasladado a su verso libre, ponía un espejo frente a la estrechez de miras de quienes se asombraban, cuando no censuraban, que viviera y escribiera fuera del armario. Con 'Playstation' se convirtió en 2008 en la primera mujer en ganar el Premio Loewe después de veinte años. Con aquella obra audaz que denuncia «cómo algunos ayuntamientos blanquean dinero organizando recitales de poesía» y cuestiona con sarcasmo las convenciones sociales («Aquella mujer me gustaba mucho / pero me propuso que formáramos una familia»), Peri Rossi ajustaba cuentas con la historia. Antes había publicado libros imprescindibles como 'Estado de exilio' o 'Estrategias del deseo'. Ahora, cuando sopla 80 velas y cualquier emoción «podría ser la última», la poeta continúa convencida de que la literatura «es el último reducto contra la banalidad de esta época». Y advierte: «Viviré más allá de mis años / en tu memoria de mujer nocturna».

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