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Dani besa a su esposa una vez terminada la ceremonia, que se celebró el pasado 30 de septiembre.
Dani besa a su esposa una vez terminada la ceremonia, que se celebró el pasado 30 de septiembre. Bruno Campos
Regina y Dani

Una historia de compromiso

Él le había prometido «la boda de sus sueños». Ella, «conservar la magia del primer día» que se conocieron. Y cumplieron: la pareja tuvo su cuento, ya sin etiquetas y con final feliz

Viernes, 24 de mayo 2024, 09:15

Cuando Dani la vio bajar, al fin, por las escaleras blancas llenas de flores, supo que el final feliz del cuento que habían soñado los dos no era más que el principio de uno nuevo. Allí estaba Regina, envolvente y delicada como la boa de plumas con la que juguetea en sus espectáculos drag. Blanca y radiante, escoltada en rojo por sus seis damas de honor y, de fondo, la música que puso banda sonora a su historia de amor desde el día en que le dio el primer beso.

"Mírala y ya verás, no hay que preguntarle
No hay que decir, no hay nada que decir.
Ahora bésala."

Sonaba la Sirenita y Regina bajaba los escalones como si flotara, igual que lo hacía la princesa de Disney en la que se miró desde pequeña. «Llevaba toda la vida esperando ese momento», dice echando la vista atrás y acumulando muchos otros momentos en ese puñado de metros. Porque los otros muchos momentos de Regina y Dani han sido como ese mar de la Sirenita: llenos de tormentas hasta que, al fin, llegó la calma. Esos otros momentos los contaban en el anterior número de SIX: la historia de amor, la vida en pareja, los planes de futuro y las etiquetas. Ahí van: Regina Pérez (28 años y Varanski cuando actúa) es una mujer trans y Daniel Lodestro (22), un hombre trans.

Contaban también las infancias sin reconocerse ni quererse, los 'qué me pasa', las dudas, las miradas de los otros, las transiciones y los 'tú no puedes'. Hasta que se conocieron. Y pudieron.

Dani no paró de llorar durante la ceremonia: «Llevo toda la vida esperando verte de novia»

«Ese 24 de marzo supe que había encontrado al hombre con el que quería pasar el resto de mi vida (...). Hoy prometo seguir ilusionándome con lo que nos depare la vida, igual que lo hice aquella tarde». Regina admite que leer sus votos no fue tan fácil como bajar las escaleras sin mirar al suelo. «No quería llorar, no quería... ¡el rímel! ¡Que había estado arreglándome y maquillándome desde las once de la mañana hasta las cuatro de la tarde!». Dani lo hizo por los dos: «Yo no paré de llorar en toda la ceremonia», confiesa mientras recuerda el paseíllo del brazo de su madre, Julia, y de su hermana Malena.

A la izquierda, Dani con su madre, Julia. A la derecha, Regina con dos de sus damas de honor. Bruno Campos

Fue el pasado 30 de septiembre en el restaurante El Capricho, en Villanueva del Trabuco, reconvertido en el escenario de cuento que los dos soñaron.

Regina, vedette de éxito en las salas de la costa, abrió la fiesta con un baile para su ya marido

«Tantas noches en vela, tantos días hablando, tantas hojas calculando y todo este tiempo yo sabía que daba igual cuántas flores, cuántas luces o si había o no toro mecánico, porque yo sólo quería verte bajar esas escaleras vestida de novia. En realidad llevo toda mi vida esperando verte bajar por ahí vestida de novia». Dani consiguió leer sus votos a la primera y hacerse el nudo de la corbata a la segunda. El de la garganta ahí sigue, sobre todo si habla de ese momento.

Toda la vida esperando.

Las cosas grandes y las pequeñas. La boda con sus escaleras y con sus damas de honor y con sus votos, sí; pero también los detalles que les hicieron sentir en casa. El tío Hipólito, encargado de casarlos, arrancando la ceremonia con un «bienvenidos todos, todas y todes» –«Es así como hay que decirlo, ¿no?», les guiñó–, la abuela Lola abrazando a su nieta y también a Dani «porque a mí me quiere más» o las confidencias del novio y su madre justo antes de salir de la habitación donde se habían arreglado. «Es que ella ha pasado mucho por mí», dice Dani hablando en pasado porque esas heridas están al fin cerradas.

Hubo dulces, fotomatón, palos de luz... pero nada comparado con el toro mecánico y una tatuadora

También las horas que vinieron antes de todo eso. Los «vinitos» de Regina en su última noche de soltera, con sus mejores amigas. Sobre todo con Demmyx, «que siempre gana en las galas drag» pero que aquel día le dejó el protagonismo a su amiga, la Varanski. El desayuno del día siguiente en el bar de debajo de casa, en la Paz, el barrio donde Regina y Dani han empezado a crear hogar y donde a ella la tratan como una auténtica 'celebrity'. Igual que si vieran a Rosalía entrar a pedir pitufo y sombra. Trá trá.

Regina y Dani, convertidos ya en marido y mujer y bajo una lluvia de confeti. Bruno Campos

También las vecinas del bloque pidiéndole que por favor-por favor-por favor se vistiera de novia en su casa, que ellas se encargaban de ponerle el portal bonito.

O Dani durmiendo esa última noche en casa de su madre para cumplir, bien temprano, con el ritual que tenía pensado desde hace meses: ir a desayunar con ella y con su mejor amiga «a la cafetería a la que me llevaba mi abuela a tomar churros». Que su abuela ya no está, pero Dani tiene a Lola y sus abrazos.

La pareja salta de una anécdota a otra, igual que saltaron en la cama nada más entrar en la habitación, ya convertidos en marido y mujer. Regina, aún, con el tercer vestido de la noche, uno más ligero y sexy para brindar con los amigos. Ya habían venido el vals, con la banda sonora de Blancanieves «porque esa fue la música que sonó en mi cabeza el día que Dani me dio el primer beso», y el plato fuerte del banquete: un número especial de baile para su ya marido. Que para eso lleva años triunfando en las salas de toda la Costa como vedette: «Abrí la fiesta con esa sorpresa especial para él, con un corsé maravilloso y un abanico de plumas». A Dani aún le cuesta hablar de ese momento sin que le recorra un escalofrío por la espalda: «Nunca la había visto tan guapa ni tan feliz».

Viajaron al parque Disney de Orlando: «¿Sabes lo que es estar allí, cumpliendo mis sueños de pequeña»

Tampoco nunca habían visto a los suyos pasarlo tan bien. Si ese termómetro estuviera en un reloj y el fin de fiesta en un cuento de esos de Disney que adoran, a las siete de la mañana se convirtieron todos en calabazas. «¡No imaginas lo que fue la fiesta!», se ríen ahora como si fueran dos niños que acaban de salir de un parque de bolas. Fotomatón, mesas dulces, gafas personalizadas, abanicos, palos de luz, ligas... aunque nada comparado con el toro mecánico que instalaron en el exterior del restaurante y la tatuadora que estuvo durante horas dejando el recuerdo sobre la piel de decenas de invitados. «¡Claro! Tatuajes de verdad, no de los que se borran», aclaran. Igual que la boda: de las de verdad, de las que no se borran.

Ahí también el recuerdo del día siguiente, en una casa rural cercana con almuerzo y fin de fiesta para los invitados. Y a las 24 horas, el viaje de novios. Si Regina y Dani hubieran querido mantener el misterio sobre el destino, hubieran tardado un minuto en pillarlos. «¡Claro! A Disney», aplaude Regina aún con la emoción de recordar que «todos los sueños de cuando era pequeña y veía las pelis de princesas» los iba a encontrar en el parque de Disney World de Orlando. De entre todos los momentos mágicos de aquellos días, Dani toca con la varita el suyo: «¿Tú sabes lo que es bailar allí, rodeados de todos los personajes, el vals de nuestra boda?».

«Eres tú el príncipe azul que yo soñé».

Regina para en seco las risas, porque en esta historia, además de príncipes, también ha habido ranas. La presencia pegajosa de las etiquetas que no te definen pero que van ahí, como el exceso de equipaje.La incertidumbre de cruzar la frontera de un país como Estados Unidos «y que te puedan parar» por dudas con la documentación. En el caso de Regina, ella ya tiene cambiado el nombre y el género. Y Dani es Daniel en el DNI, pero en el género sigue apareciendo la 'F'. Fuck!

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Por fortuna, también hubo final feliz en el aeropuerto. No tanto en Punta Cana, el segundo destino de la pareja, que a los pocos días de llegar acabó ingresada en el hospital por una «gastroenteritis aguda por intoxicación alimentaria», recitan ambos entrando de lleno en los detalles de pruebas médicas y pasillos de hospital. Cambiar el mojito por un suero: eso no formaba parte del cuento, aunque ellos sean siempre de ver el vaso medio lleno.

Ahí, a cambio, han ido acumulando las rutinas felices de sus primeros meses como matrimonio: el mal humor de Dani al despertar «porque no es capaz de atender a la vez la cafetera y el tostador»; las bromas de Regina cuando le besa a traición con un '¡gorditoooooo buenos días!' que lo descoloca aún más; las horas de la siesta tirados en la cama escuchando podcast de asesinos en serie; las tardes de colchón en la salita haciendo merienda especial, 'skincare' y lo que viene después; las «recetas locas» de Regina y las peleas por el punto de la pasta que siempre terminan en tablas. Los maratones de pelis de Disney: de las más de cien que hay, «sólo nos faltan por ver cuatro».

Y los planes que vendrán: los hijos, que gestará Dani porque puede y quiere, sus ansias por formar una familia y la prudencia de Regina, que prefiere navegar por orden todos los capítulos del cuento pero que guarda como un tesoro, y casi en secreto, el primer regalo que compró en el parque Disney: un body para su bebé.

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