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Granada, ese orgullo del que usted me habla
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Granada, ese orgullo del que usted me habla

La ciudad cumple 45 años como pionera en Andalucía tras formar el primer Frente de Liberación Gay en 1979

Clemen Solana

Lunes, 27 de mayo 2024, 11:10

En la historia LGTBI de Granada, «los mariquitas del sur» no cantaban «en las azoteas». Lo harían allí donde estuviese el popular cura de San Idelfonso. Desde la opresión, hasta la nueva realidad, la ciudad ha sido testigo de un viaje de liberación cuyo itinerario se planifica aún en las calles.

José Antonio Rodríguez Moreno era cura, rojo y maricón. Nacido en Granada en 1929, el sacerdocio a temprana edad fue el respiro para una familia, la suya, empobrecida en la posguerra. Con tan solo 11 años entra en el seminario y en 1954 surge su primer destino: La Alpujarra. Desde el comienzo, chocaría con las familias acomodadas, y éstas con sus propuestas asamblearias para las clases populares. En 1956, un largo viaje misional de 24 días lo lleva hasta La Habana. Tras alguna experiencia homosexual y un breve paso por Madrid, vuelve a su ciudad. Es allí, en la Iglesia de San Idelfonso, donde en 1974 nace la historia LGTBI de Granada.

«No nos era incompatible que un sacerdote fuese homosexual, cristiano y de izquierdas»

«No nos era incompatible que un sacerdote fuese homosexual, cristiano y de izquierdas», sostiene el entonces representante del movimiento estudiantil, Alfonso Martínez Foronda. Y es que era 1979 cuando los universitarios Miguel Benlloch y Joaquín Vázquez conectan con el popular cura de San Idelfonso. De este entendimiento surge el Frente de Liberación Gay de Granada (FLGG), el primero de Andalucía. «Ese grupo fue muy significativo», recuerda Martínez Foronda, quien continua: «José Antonio era una persona reconocida y su Iglesia, un lugar de referencia para el progresismo». Sobre esto, el coautor de 'Lo personal es político', Pablo Morterero, corrobora que Granada fue «pionera» con un activismo «importante», y añade: «Se llegó a hacer un ciclo de visionados gais que supuso una gran quiebra en la ciudad».

Primera aparición pública del Frente Liberación Gay de Granada, 1980. Archivo Miguel Benlloch

De aquel 1 de mayo de 1980, primer día en el que el FLGG sale a la calle, el asistente Alberto Ruiz recuerda la ilusión por reivindicar la no discriminación sexual en el trabajo. A pesar del «éxito» de la jornada, Ruiz no olvida como muchos conocidos, desde las aceras, no querían participar en la manifestación. Este reduccionismo gay, explica Morterero, era simple: «Las mujeres trans eran afeminados que se consideraban homosexuales y las lesbianas estaban vinculadas en organizaciones feministas».

«Franco había muerto 15 años antes y, cuando el colectivo comenzaba a respirar, llegó el sida y de nuevo el rechazo social»

En un escenario de invisibilización sexual femenina, la escritora Lola Callejón llega a Granda en 1979. «Descubro una ciudad en ebullición con muchos movimientos sociales», apostilla la autora; quien, rápidamente, se une a la Asociación de Mujeres (AMG). Aunque en la organización no existía un colectivo específico para homosexuales femeninas, sí se creó, apunta Callejón, «para visibilizarnos». Una comisión de lesbianismo «con mucha transcendencia» en la que se cuestionaba la heterosexualidad como norma impuesta.

Jornadas Feministas Estatales de la AMG, 1979. Lola Hita, archivo de la Asamblea de Mujeres de Granada

Juan Pedro García tenía 21 años cuando, en 1988, se muda a Granada. Este almeriense encuentra en la ciudad algo inexistente en la suya: «ambiente». «Había muchísimos bares de sexo, tocabas a la puerta y era estupendo», recuerda. El entonces estudiante trabajaba en el mítico y nocherniego Verlín y, aunque por su metro noventa no tuvo miedo, confiesa que sí era una época difícil para «los chicos con pluma». Fue entrados los años 90 cuando otro tipo de temor le inundó: el sida. «Iba hasta con preservativos en los calcetines», rememora García, quien asegura: «Conozco a personas a las que llamaban sidosas». Y es que el gran problema del VIH fue, para García, el desconocimiento: «Franco había muerto 15 años antes y, cuando el colectivo comenzaba a respirar, llegó de nuevo el rechazo social».

Juan Pedro García durante la lectura del pregón del Orgullo LGTBIQ+ de Granada, 2019. Juan Pedro García

Justo un respiro para el colectivo fue el nacimiento de la asociación Granada Visible. Tras la disolución de varias organizaciones con escaso recorrido en la ciudad, surge en 2017 este nuevo espacio de reivindicación. «Queríamos resolver el vacío que había y hacer un activismo crítico», apuntan desde la plataforma. Formada por voluntarios, consideran esencial la autoorganización de las personas LGBTI como alternativa para que «todes seamos libres». Es por eso por lo que el polémico repintado en negro de los semáforos LGTBI, por parte del Ayuntamiento en 2023, lo condenan como una práctica «anacrónica» que solo busca «invisibilizar nuestra identidad».

«Queríamos resolver el vacío que había y hacer un activismo crítico»

A este respecto, para Juan Pedro García, queda mucho por hacer. En el contexto del Orgullo de 2022 vandalizaron su local, La Tortillera, por ser «lo más gay de Graná». «No entendía que hubiera gente preocupada por decir 'vamos a putear a los maricas'», cuenta García, quien sentencia: «Les diría a los jóvenes que se atrevan a vivir, que sean felices porque el colectivo está por encima de los que viven aislados socialmente». Un coraje, al que incita García, que ya tuvo un cura rojo y maricón para hacer de Granada una ciudad pionera para el colectivo LGTB.

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