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Clemen Solana /Fotos: Jose Ignacio Soto, Alberto Granados, Roca Editorial
Miércoles, 29 de mayo 2024, 09:14
En las calles de Granada, Grindr teje una nueva trama de encuentros. Entre ecos de versos ocultos y modernos encuentros virtuales, la ciudad se convierte en un paisaje donde el amor, ya luminoso, busca voz en el diálogo contemporáneo. Si García Lorca viviese también haría 'tap'.
«La aurora nos unió sobre la cama, las bocas puestas sobre el chorro helado de una sangre sin fin que se derrama», se podía leer en Granada un 14 de diciembre de 1983. Ese día, una edición no venal de 250 copias circulaba por la ciudad de García Lorca. Medio siglo después, 'Noche del amor insomne' se unía junto a otros diez poemas, de los cuales ocho se creían perdidos, en una edición anónima titulada 'Sonetos del amor oscuro'. En tinta roja y sobre verjurado papel rosa, Víctor Infantes, crítico literario, fotocopió los textos que Daniel Eisenberg, hispanista, obtuvo gracias al traductor francés André Belamich. La decisión de la familia Lorca de ofrecer solo material para la lengua de Belamich aterraba a los intelectuales lorquianos por lo que, de manera clandestina y en sobres sin remitente, se enviaron copias a poetas y críticos españoles. Los 'amores oscuros' de Federico dejaron de serlo.
Era 1984, y por ese entonces un desconocido Joel Simkhai vivía en Nueva York desde hacía cinco años. La difícil situación económica en Israel con la guerra de Egipto hizo que, en 1979, su familia emigrara hasta EE. UU. Después de enfrentar el acoso desde su infancia debido a su orientación sexual y antes de que Tinder popularizara buscar a dedo el amor, Simkhai tuvo la idea de desarrollar una aplicación con geolocalización para conectarse con otros chicos en su área: Grindr había nacido. Tres meses después de aquel 25 de marzo de 2009, los amores oscuros de más 100.000 usuarios también dejaron de serlo.
Desde la especialización de la psicología afirmativa gay, el experto Gabriel J. Martín declara que, a diferencia de la creencia popular, Grindr puede ser «utilísimo» para conectar y conocer hombres con los que mantener «relaciones de todo tipo». «Las aplicaciones no son esa jungla que algunos cuentan, todo depende de cómo nosotros nos acerquemos a ellas», sostiene el también escritor.
Martín, que publicó a principios de 2024 Grindrburgo (y otros barrios), asegura que, aunque no hay que obviar la problemática de algunas aplicaciones, éstas «llegan para quedarse», por lo que aprender a usarlas puede ser muy práctico. Como mensaje subyacente, el activista considera que en redes hay lugar «para todo y para todos» y continúa: «El sexo es algo bueno, pero existe un universo de posibilidades que va mucho más allá».
A escasos minutos de la estatua de García Lorca, enfrente de los celebérrimos Jardines del Triunfo, Sergio Rosales, usuario de Grindr desde 2017 relata: «Lo he desinstalado varias veces, pero luego veo que desgraciadamente es muy difícil conocer a alguien si no es en la aplicación». Aquejado de la falta de «equilibrio emocional» que se mantiene en la plataforma, pero sorprendido respecto a la homosocialización que permite esta, Rosales opina: «Nací en 1986, sin teléfonos móviles, nunca imaginé esta facilidad para hablar con chicos».
A tan solo 600 metros, el móvil de otro usuario, Álvaro Martos, ha vibrado. Ha recibido otro de los tan famosos 'tap' que se intercambian diariamente en Grindr como seña de interés. Después de seis años, este nativo digital interpreta la experiencia de usar la aplicación como una expresión contemporánea «total» de la búsqueda de libertad sexual que García Lorca defendía en su obra. Aunque cerca el cometido original de la creación de Simbkai en proporcionar encuentros «casuales y sin compromiso», asume haber encontrado un sitio donde conseguir «conexiones humanas».
Es ese tipo de conexión, la humana, la que consiguieron Pepe Ruiz y Fran Navarro hace siete años. «No sabemos el día exacto», afirma la pareja al unísono. Aunque ninguno quería comprometerse, están casados desde 2022 y nunca obviaron Grindr. «Pasó tiempo y nos enamoramos», recuerda Navarro frente a su marido. Desde entonces, han creado normas como pareja y cuentan: «Para nosotros el sexo es un juego en el que nos complementamos muy bien, pero nos damos libertad para jugar con otras personas». Un juego en el que nunca han sentido la presión social que desvincula matrimonio y uniones ocasionales. «Cualquiera puede imaginarse lo que hago con mi pareja y me da igual», asegura Ruiz, que ve como su amor con Navarro no entiende de oscuridades, ni de penetrantes voces de acero que acechaban el profundo sueño de García Lorca y sus amores oscuros.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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