Víctor Rojas
Viernes, 7 de julio 2023, 00:49
Era una tarde tranquila, normal, sin nada que escapara de la rutina. Un parque. Un banco. Una conversación del día a día. Un beso. Sí, un beso. Un beso hizo que aquel momento se volviera oscuro. «Hijos de puta», gritaba un hombre desde el banco ... de al lado escandalizado porque dos muchachos del mismo sexo habían juntado sus labios. La primera reacción de la víctima, Eduardo, fue «pasar». Pero los insultos fueron a más: «Os creéis que vais a conquistar el mundo». El joven sacó su teléfono para llamar a la Policía. El presunto agresor se dio cuenta y se acercó hasta Eduardo de manera «muy violenta» para «propinarle un guantazo» en la cara. «Se fue muy tranquilo, como si él no hubiera hecho nada», relata el agredido.
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La Policía Nacional no tardó en actuar. Asistió a los jóvenes y arrestó al presunto agresor a unos metros del lugar inicial. Sin embargo, ni la presencia de los agentes calmó al detenido, un hombre de unos cuarenta años. «¿Por qué los defendéis si son maricones», cuenta la víctima que gritaba, además de más amenazas e insultos que prefiere no recordar.
Estos hechos le sucedieron a Eduardo, un joven de Almería de 22 años, el 25 de abril de 2022, cuando tenía 21, quien estaba junto a su entonces novio en un parque de la ciudad, en la plaza de Jorge Guillén. Ahora, la Fiscalía Provincial de Almería va a solicitar 18 meses de prisión para el acusado por «humillarlos, menospreciarlos y ofender su dignidad» debido a su orientación sexual. El supuesto agresor está acusado de un delito contra los derechos fundamentales y libertades públicas, recogido dentro de los delitos de odio tipificados en el artículo 510 del Código Penal, así como por otro delito leve de lesiones y delito leve de amenazas.
Eduardo
Víctima
El acusado tiene 40 años y cuenta con antecedentes. Asimismo, carece de residencia legal en el país –sobre él pesa una orden de búsqueda y detención desde febrero–. Para él, la Fiscalía ha propuesto conmutar la pena de prisión por la expulsión del territorio nacional durante seis años al acusado en caso de ser condenado, también pide una multa de dos euros diarios por un periodo de 16 meses así como hasta seis años de alejamiento con respecto a las víctimas, a las que deberá indemnizar con un total de 3.000 euros a los dos por «daños morales». Eduardo prefiere no hacer valoraciones sobre lo solicitado por la Fiscalía. «Pase lo que pase, que la justicia decida lo que es mejor. Lo importante es que no haya caído en el olvido. Que gracias a mi voz se vaya a hacer justicia. Estoy orgulloso».
Eduardo, por su parte, lleva todo este tiempo intentando volver a hacer una vida normal. Sin miedo. Sin tener que pensar si puede coger a su novio de la mano o darle un beso en público. «Me sigue costando, pero poco a poco voy volviendo a la realidad», confiesa. Los primeros días después de la presunta agresión fueron los más duros. No solo por la contusión y las dificultades que tuvo durante varios días para hablar y mover la cara. Tampoco se atrevía a salir de casa. Le daba susto toparse con el agresor por la calle. «Llegué a tal punto de estrés que me fui a Málaga con una amiga. Allí sabía que no me lo iba a encontrar», narra. Sin embargo, Eduardo aún no ha sido capaz de volver al parque donde «empezó la pesadilla».
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En los días posteriores a la agresión, Eduardo no quiso exponerse ante los medios de comunicación. Aunque hizo unas declaraciones a IDEAL. Sin embargo, ahora siente la necesidad de reivindicar que la gente no se calle. «El tiempo cura las heridas y me he visto más fuerte y capacitado para poder hablar. Nunca había estado en esa situación. Y he querido dar voz. Que la gente no se calle, que denuncie. No estamos haciendo nada malo, solo amar a una persona. Amar no es delito», defiende el joven. La víctima no solo anima a la gente a denunciar estas situaciones. También predica con el ejemplo. «Me costó bastante, pero imagina que no denuncio y le hace algo más grave a otra persona», insiste Eduardo, quien agradece a la Policía que lo animara a hacerlo y lo trataran como «a un hijo».
Además de con la agresión física, Eduardo también tuvo que lidiar con los insultos por redes sociales. «Hice una denuncia pública y comenzó otra pesadilla», asegura. Comentarios homófobos –y racistas debido al origen del agresor– inundaron sus cuentas, que tuvo que hacerlas privadas para frenar el acoso.
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Ante estas agresiones, Eduardo encontró dos asociaciones que le ayudaron en este proceso. La primera, en Málaga, donde estuvo con su amiga desde finales de abril hasta mediados de junio, aproximadamente. Programa Atrio, de apoyo integral a personas LGTBIQ y sus familias. Desde este proyecto le ofrecieron asistencia psicológica y todos los servicios gratuitos con los que cuentan. Más tarde, Colega Almería ofreció a Eduardo ir con ellos en una carroza del Orgullo de Almería. «Me sentí fuerte porque conocí a muchas personas que hoy en día considero amigos. Me dio esa fuerza y esa valentía que realmente necesitaba», comenta agradecido.
En los últimos días, las denuncias por agresiones o amenazas homófobas no han cesado. La artista malagueña Divino publicó un post de Instagram en el que aseguraba que había sufrido una agresión homófoba y que iba a actuar por la vía judicial. Mientras que Santiago Rubio, presidente de la asociación Colega Torremolinos, interpuso una denuncia ante la Policía Nacional por las amenazas que había sufrido a través de Facebook.
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Además, los informes apuntan al aumento de la LGTBIfobia en redes sociales y de las agresiones homófobas. En España, en los últimos cuatro años, el discurso LGTBIfóbico creció un 131,44%, según la consultora LLYC en su estudio internacional 'Discurso de odio y orgullo LGTBIQ+ en la conversación digital'.
En este sentido, en los últimos cinco años, el 29% de las personas LGTBI ha sufrido acoso; el 27,5%, discriminación y el 8,6% alguna agresión física o sexual, según los datos de la encuesta Estado LGTBI+ de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+). Los datos también ponen de manifiesto que son las personas trans y las mujeres quienes sufren con mayor frecuencia este tipo de discriminación.
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Sin embargo, solo dos de cada diez delitos de odio sufrido por el colectivo se denuncian. Una situación que dicta del caso de Eduardo, que sí presentó denuncia. Al igual que en la actuación de la Policía, que él considera que fue su «ángel de la guarda» Mientras que el 69,7% del colectivo LGTBI considera que está poco o nada comprometida con ellos.
Hay otros organismos avalan estos datos. El Observatorio Andaluz contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia asegura que en esta comunidad autónoma hubo 367 incidencias en 2021 por LGTBIfobia y que el 69,30% de las víctimas no se atrevieron a informar por temor al rechazo de sus familiares y amigos, la vergüenza o el miedo a ser asaltados nuevamente.
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