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inés gallastegui
Viernes, 5 de julio 2019, 00:36
Una mina abandonada sigue siendo una mina para los aficionados que buscan en el subsuelo pequeños minerales para coleccionar o vender en webs especializadas, ferias y mercadillos. Un día de diciembre de 1999, varios miembros del Grupo Mineralogista Madrileño probaban suerte en una explotación clausurada tres décadas antes en la provincia de Almería, en una galería a unos 60 metros de profundidad, y al bajar a un pozo hallaron una extraña pared blanca que cedió a un par de martillazos. Cuando el joven asturiano Efrén Cuesta se asomó al agujero, no podía creer lo que vieron sus ojos.
Acostumbrado a tener entre las manos coquetas geodas de pocos centímetros, se encontró de pronto dentro de una: era una estancia de roca de unos once metros cuadrados con las paredes tapizadas de cristales gigantes de una belleza sobrecogedora. Aquella brillante extravagancia de la naturaleza en las entrañas de la tierra resultó ser la segunda geoda más grande del mundo y este mes se convertirá en la primera en perfecto estado de conservación que se puede visitar. «Son las selenitas más transparentes que he visto. Es espectacular», afirma Juan Manuel García Ruiz, profesor de investigación en el Laboratorio de Estudios Cristalográficos del CSIC en Granada.
Es una roca hueca cuyo interior está tapizado de cristales, la mayoría de las veces de cuarzo, calcita y yeso. Se forman por diferentes mecanismos. En geodas como las de Pulpí o Naica, el agua se enfría durante miles y miles de años. El geólogo del CSIC Juan Manuel García, que participó en el estudio de la cueva mexicana, afirma que sus cristales crecieron «el espesor de un pelo humano cada siglo». Muy despacio.
La geoda gigante de Pulpí, la mayor de Europa, tiene la forma de un balón de rugby alargado y mide 8 metros de largo por 1,8 de ancho y 1,7 de alto. Sus cristales, semejantes a cuchillos de hielo de hasta dos metros de longitud, son de una pureza tan asombrosa que es posible leer a través de algunos de ellos. En todo el mundo solo está documentada la existencia de una formación mineral semejante de mayor tamaño, la Cueva de los Cristales de Naica, en el Estado mexicano de Chihuahua.
Una geoda es el resultado de una rara suma de casualidades y de un minucioso trabajo de la naturaleza, explica García, que conoce muy bien estos tesoros subterráneos. Para que se forme una, es necesario que una cavidad de roca se llene de agua caliente con minerales disueltos y que esta se enfríe despacio. Las hay de diferentes colores y características, en función del tipo de materiales y de las condiciones en que se formen.
En el caso de Almería, la roca es una dolomita hueca en la que se produjo una fisura por la que entró el líquido con sulfato de calcio (yeso) de origen volcánico, que inundó la cavidad durante decenas o cientos de miles de años. Es difícil determinar cuándo ocurrió, pero el experto calcula que hace entre 2 millones y 90.000 años. Las oscilaciones de temperatura en la corteza terrestre a lo largo de los milenios en la Sierra del Aguilón permitieron que, en su interior, los cristales más pequeños se disolvieran y los más grandes crecieran de forma lentísima.
Cuando una disolución de un mineral se enfría despacio, los átomos se van colocando de manera ordenada formando estructuras poliédricas. Los cristales están por todas partes; a veces son visibles, como en la sal, el azúcar o la arena, y otras no, como en los helados, el coral, los fármacos o los aparatos electrónicos.
Los expertos no saben cuántas de estas cápsulas casi mágicas existen en la corteza terrestre pero, dado que se encuentran a cierta profundidad, lo usual es que sean encontradas en el marco de una excavación para extraer minerales con utilidad comercial. La geoda de Pulpí es, en este sentido, excepcional, porque jamás fue descubierta mientras en Mina Rica se extrajo hierro, plomo y plata, desde finales del siglo XIX hasta 1970. Fue una suerte, porque en aquella época no había una especial sensibilidad hacia estas maravillas geológicas: los picos y los explosivos arramplaban con todo. De hecho, en la mina hay restos de media docena de geodas más pequeñas que quedaron partidas por el avance de la excavación y dejaron al descubierto su joya interior. Seguramente, los trabajadores no les daban importancia y se llevaban a casa aquellos 'diamantes' como un souvenir bonito, sin pensar que eran el fruto de millones de años de íntimo contacto entre la piedra y el agua.
Tras el descubrimiento casual por parte de aquel coleccionista, un grupo de investigadores locales estudió el hallazgo y dio cuenta a las administraciones competentes para garantizar la protección de un tesoro extremadamente frágil. Por más que intentaron guardar el secreto, el rumor corrió como la pólvora entre los mineralogistas y no pudieron evitar el robo de dos cristales, antes de que la cavidad fuera sellada y la entrada de la mina, vigilada para evitar el acceso de curiosos insensatos o expoliadores. En estos veinte años, la Junta de Andalucía no ha terminado de completar el expediente para declarar la geoda patrimonio geológico o natural.
El Ayuntamiento de Pulpí siempre ha querido sumar las huellas de su pasado minero en la barriada del Pilar de Jaravía y, en particular, la geoda, a su lista de atractivos turísticos, centrados ahora en sus 10 kilómetros de playa, el golf y el agroturismo. Desde 2015, los visitantes del castillo de San Juan de los Terreros, en la costa, a tres kilómetros del acceso al pozo, pueden hacer un recorrido inmersivo en la mina poniéndose unas gafas de realidad virtual en 3-D.
Ahora el Gobierno local ha dado un paso más y, con ayuda de la Diputación de Almería, ha invertido medio millón de euros para acondicionar una parte de la excavación y convertir su maravilla en la primera geoda visitable del mundo. En rigor, los visitantes no podrán entrar en la geoda, sino ver su interior a través de una especie de ventana, tanto para garantizar la seguridad de las personas como la conservación de este prodigio irrepetible. «El yeso es un material muy blando: se puede arañar con las uñas. Las pisadas, la humedad y el CO2 de la respiración también pueden dañar los cristales», ilustra Francisco Fernández Amo, el geólogo de la empresa extremeña Tecminsa que está llevando a cabo el proyecto de musealización.
Quienes conocen la explotación están convencidos de que el recorrido va a sorprender. «Es una mina muy rica, con una gran variedad de minerales, y durante la visita podrá verse el interior de decenas de geodas partidas más pequeñas, una de ellas de 3,5 metros», agrega el concejal de Turismo de Pulpí, Juan Bautista López.
Los visitantes accederán con casco, en grupos reducidos y acompañados de un guía para recorrer los 330 metros de la galería principal y los 150 de la del polvorín. Después bajarán al segundo nivel, donde podrán fotografiarse a modo de 'photocall' ante una geoda partida y desde allí acceder a las impresionantes cámaras de explotación de 40 metros de altura. «Son como catedrales subterráneas –explica Fernández Amo–. La geoda es una figura única en el mundo, pero el patrimonio geológico y minero del pozo está a su altura: hay fallas, pliegues, distintas estructuras geológicas...». Y el último descubrimiento realizado hace unos días por este especialista: algunos de los minerales que forman las paredes de la mina son fluorescentes cuando se les aplica luz ultravioleta. La calcita, la estronciocalcita, la epsomita y el aragonito ofrecen tonalidades rojizas, verdes, violetas y plateadas que añaden espectacularidad a la ruta subterránea.
En la mina aún se conservan las 'jaulas' para descender a las profundidades, máquinas, cajas de explosivos y utensilios que acompañaban a los mineros en distintas épocas, incluidos paquetes de tabaco y botellas de cerveza antiguas. Por fin, los visitantes bajarán unas escaleras a la tercera cota –al nivel de mar– para acceder a la plataforma desde la que se ve, a través de un cristal, la 'cueva del tesoro': el interior de la gran geoda.
Otras maravillas de la geología
La Cueva de los Cristales, la más grande del mundo, fue hallada en el año 2000 por dos empleados en la mina de Naica, en Chihuahua, a 300 metros de profundidad. La cavidad mide 30 metros y algunos cristales de yeso, 12. La temperatura de 60º, el 98% de humedad y el hecho de que la mina esté anegada hacen imposible la visita, de momento.
Otras maravillas de la geología
La Cueva de Cristal de Put-in-Bay (Ohio) fue descubierta en 1897 al cavar un pozo bajo la bodega Heineman. Sus paredes estaban tapizadas de cristales de celestita pero, con el fin de sobrevivir a la Ley Seca, sus dueños los cortaron para venderlos como materia prima de fuegos artificiales y, de paso, dejar espacio a las visitas. Miden entre 20 y 40 cm.
Otras maravillas de la geología
La Emperatriz de Uruguay es la mayor geoda de amatista del mundo, con 3,27 metros de altura y dos toneladas y media de peso, y quizá una de las más bellas. Hallada en una mina de Artigas, en el país sudamericano, fue vendida en 2007 a Rene y Nelleke Boissevain, que exponen su colección privada en Atherton, Queensland (Australia).
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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