La Comunidad Valenciana ha sido la región más afectada por la DANA que se desató el pasado martes en España. El número de víctimas mortales, que ya se eleva a más de 200 personas, y las decenas de desaparecidos por esta catástrofe natural así lo confirman. Sin embargo, esta desgracia, provocada por una tormenta, no es ajena al levante español. De hecho, en la capital valenciana se contabilizan hasta 25 riadas desde que hay registros históricos, aunque los primeros desbordamientos documentados por los historiadores datan de hace más de 700 años. Una de las inundaciones de las de mayor virulencia fue, sin duda, la sufrida en 1957, que causó cuantiosos daños materiales y el fallecimiento de 81 personas, según las fuentes oficiales del régimen de Franco, si bien algunos medios de comunicación lo cifraron en más de 300 muertes.
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Este trágico episodio ocurrió el 14 de octubre de 1957, como consecuencia de la crecida y desbordamiento del río Turia por las fuertes lluvias. Tras lo sucedido, las muestras de solidaridad por el pueblo valenciano se sucedieron desde todos los rincones de España, gestos que se han vuelto a repetir 67 años después, también por una desgracia natural, acaecida, incluso, el mismo mes. En Málaga, por ejemplo, se abrió una suscripción popular, a partir de aquel fatídico otoño, auspiciada por el gobernador civil, Luis Julve Ceperuelo, para recaudar fondos con destino a los damnificados de esta catástrofe. Este registro de donantes era, incluso, anunciado cada día en las páginas de SUR.
La recaudación obtenida en esta cuestación superó los dos millones de pesetas de la época y en ella participaron particulares y entidades civiles y religiosas. En cambio, dos iniciativas para el mismo fin que causaron, cuando menos, sorpresa en Málaga, vinieron de la mano de las malagueñas hermandades de Zamarrilla y la Esperanza. Y es que Radio Juventud de Murcia, a propuesta del locutor Adolfo Fernández, organizó y canalizó toda la ayuda para los damnificados de Valencia a través de una subasta que alcanzó fama mundial. Este maratón radiofónico, que contó con la promoción de varios artistas del momento, como la actriz y cantante Carmen Sevilla, recibía más de 6.000 llamadas diarias, según advertían los responsables del espacio.
Entre los objetos que salieron a subasta se encontraban un anillo del arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, un manto de la Virgen del Pilar de Zaragoza, las botas del futbolista Telmo Zarra y unos elementos muy significativos de dos cofradías malagueñas: la rosa y el puñal de la Virgen de Zamarrilla, y un pañuelo de la Dolorosa de la Esperanza, en este último caso, una de las pocas piezas del ajuar de la imagen que se salvó de los convulsos años 30.
La característica rosa con el puñal que luce la Virgen de la Amargura de Málaga llamó también especialmente la atención en tierras murcianas, ya que suponía, y de hecho supone hoy día, todo un símbolo identitario de la efigie, por cuanto la imagen comenzó a lucir en su pechera esta flor desde los años 30 del siglo pasado, a iniciativa de la escritora, investigadora, directora y mecenas teatral, y, por entonces, camarera mayor de la Dolorosa, Ángeles Rubio Argüelles, con el fin de afianzar la leyenda del bandido Zamarrilla, que narra la historia de un sanguinario de Igualeja, en la Serranía de Ronda, que huía de la justicia y buscó cobijo en una ermita. Allí se refugió, bajo el manto de la Virgen. Los soldados entraron en el pequeño oratorio, pero no lo encontraron y, agradecido por no haber sido preso, Cristóbal Ruiz, 'El Zamarrilla', clavó con su puñal una rosa blanca en el pecho de la imagen que se tornó roja. Arrepentido por sus hechos, el bandolero ingresó como fraile y vivió dedicado a los pobres, según la leyenda.
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Radio Juventud de Murcia, por tanto, se hizo eco de esta ofrenda, por parte de la hermandad malagueña, que, finalmente, se adjudicó Manuel Zaplana Fuentes, después de aportar 31.000 pesetas para la causa. Sin embargo, la rosa con el puñal, pese a que fue ofrecida y adquirida en esta subasta «pro-damnificados», como se denominó en aquel momento, volvió al pecho de la Virgen de la Amargura, ya que Zaplana, el postor de la flor y la daga, decidió devolvérsela a la Dolorosa en la Semana Santa de 1958, como así confirma la revista La Saeta en su edición de aquel año, «en fervorosa demostración de fe y para no quebrantar la ostentación de una tradición gloriosa que aureola la popularidad de la Soberana Señora», decía la publicación cofrade. También el doctor en Historia Contemporánea, José Jiménez Guerrero, recoge este episodio en su libro 'Zamarrilla: historia, iconografía y patrimonio artístico-monumental', escrito en 1994 junto al hoy catedrático de Historia del Arte, Juan Antonio Sánchez López.
Así las cosas, el Jueves Santo 3 de abril de 1958 procesionó la Virgen de la Amargura con esta flor y este puñal que participó en una subasta para ayudar al pueblo valenciano que sufrió las consecuencias de la riada del año anterior. Y en la presidencia del cortejo, figuró Manuel Zaplana Fuentes, el murciano que donó 31.000 pesetas para la causa y ofreció la rosa que luce la Dolorosa malagueña. Previamente, como asegura el profesor Jiménez Guerrero, la junta de gobierno de la hermandad, que presidía José Morales Ramírez, impuso el escudo de oro de la corporación al postor de la rosa de Zamarrilla.
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Curiosamente, el trono de la Virgen de la Amargura, elaborado con profusión de flores, exhibió aquel Jueves Santo en su frontal el escudo de Valencia, un guiño más a quienes sufrieron las consecuencias de la DANA en la ciudad del Turia, y a raíz de este hecho, que terminó con la devolución de la flor, la hermandad instauró un acto que todavía tiene vigencia, como es la entrega de la rosa de Zamarrilla a aquellas personas o instituciones que merecen el reconocimiento de la corporación.
En el caso de la Virgen de la Esperanza, la entidad nazarena donó para esta misma la subasta, promovida por Radio Juventud de Murcia, un pañuelo datado en el siglo XVIII, salvado de la quema de conventos de 1931 y de la guerra civil.
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Esta prenda, enmarcada y con una dedicatoria de la archicofradía y dos fotos de los titulares, fue adquirida por una familia en la que quedó como un elemento a heredar de padres a hijos. Eso sí, con una condición: si en algún momento fuera preciso desprenderse de él, regresaría a la hermandad de Málaga de la que procedía. Y así sucedió, aunque con final distinto a la rosa de terciopelo de Zamarrilla, ya que el retorno del pañuelo a su propietaria de origen, la Dolorosa de la Esperanza, tuvo que esperar más de medio siglo; en concreto, 55 años, después de que un nieto de quien se adjudicó la prenda en 1957, que atravesaba problemas económicos, decidiera venderla a la archicofradía.
En consecuencia, como si de un milagro se tratara, se cerró el círculo con la llegada, de nuevo, del pañuelo de la Esperanza a Málaga, que lo reestrenó el Jueves Santo de 2012 –casualmente, la lluvia impidió que la imagen lo luciera en 2011– y desde este jueves, 31 de octubre, lo ha vuelto a exhibir «como gesto de solidaridad con las familias damnificadas de Valencia», explica el vestidor de la efigie perchelera», Juan Francisco Leiva, quien destaca la generosidad de aquellos esperancistas al deshacerse «de esa reliquia», subraya, al referirse al pañuelo en cuestión, que se distingue por la calidad de los encajes que lo conforman. «Y algo milagroso fue, también, que volviera a la Virgen, de la forma que fuera», sentencia Leiva, que se suma al mensaje de la corporación y, por extensión, de toda la Málaga cofrade: Que este pañuelo sirva «de apoyo y llene de Esperanza a las familias valencianas». Que así sea.
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