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La Virgen de la Victoria ya preside el altar mayor de la parroquia de los Mártires, consumado su séptimo traslado en peregrinación a siete templos ... de la ciudad, otra vez siete, uno de los números más sagrados y significativos de la fe católica asociado a los mandamientos, los sacramentos, las parábolas y la liturgia. En esta ocasión, lo hizo este domingo, precisamente el séptimo día de la semana, el 'dies Dominicus' (día del Señor), y no el sábado, como en las anteriores citas, con el propósito de esquivar la lluvia anunciada para la mañana sabatina, como así sucedió, lo que llevó a la hermandad a actuar con antelación y responsabilidad, determinando el cambio de día, que fue comunicado a primeras horas de la tarde del viernes.
En sentido metafórico, la Patrona de Málaga ya abraza a los Patronos y, por supuesto, al resto de imágenes devocionales del templo y a sus feligreses, motivo de gozo para celebrarlo por muchas razones, pero, sobre todo, por una feliz escena, que se produjo a las 9.20 horas, cuando la imagen mariana accedió a la iglesia dedicada a San Ciriaco y Santa Paula, mientras la banda de cornetas y tambores de los Gitanos, que se incorporó en la calle Comedias, tocaba la Marcha Real. Y es que los reencuentros ayudan a conectar con el pasado, con la misma historia, en este caso, de la ciudad y de la propia Iglesia malagueña
Decía el recordado Manuel Alcántara, poeta, escritor y articulista de SUR, que la historia «resucita». Cierto es que el tiempo es una dimensión que solo permite ir hacia una única dirección: hacia adelante. Y en esa sucesión de los días, la Virgen de la Victoria ha seguido añadiendo páginas a sus anales, que se cuentan por siglos, por cierto, ahora centradas en sus peregrinaciones semanales a siete templos de la ciudad, que ha venido protagonizado desde el pasado 11 de enero. La conmemoración del 150.º aniversario de su hermandad, por la que se ha decretado un Año Jubilar, concedido por la Penitenciaria Apostólica de la Santa Sede y que se extenderá hasta el 8 de septiembre, festividad de la Virgen de la Victoria, ha sido el motivo que le ha llevado a fortalecer la fe en barrios de la capital donde nunca antes había estado, al menos que se sepa. Y hablamos de una imagen con 538 años de presencia en esta urbe.
Durante todo este tiempo, durante seis madrugadores sábados y este domingo, también al alba, en rosario de la aurora, que muchos van a echar de menos, se han concatenado una serie de hitos, semana a semana, uno tras otro. Históricas e inéditas han sido, por ejemplo, las visitas de la Patrona de Málaga a las parroquias de la Divina Pastora, San Pablo, el Carmen, San Juan, San Gabriel y Santiago. En todas estas iglesias ha permanecido por espacio de una semana, y en los Mártires, donde ha llegado este domingo, recibirá culto hasta la inauguración del mes de mayo.
Histórico ha sido, igualmente, el paso de la imagen por el puente de Armiñán, en su camino a la Trinidad, o su encuentro con los titulares de las hermandades con sedes en las referidas parroquias, sus estaciones ante templos y capillas que se ha ido encontrando durante los traslados, o el besamanos extraordinario de dos días celebrado en San Gabriel. Sin embargo, la historia «resucita», que dijo Alcántara, y con ocasión de la última parada en los Mártires, la de este domingo, se produjo el reencuentro. Porque el camino de la peregrina Virgen de la Victoria confluyó en un punto, en uno de los mayores focos devocionales de la ciudad, que propició una cita habitual en otra época, pero perdida en el tiempo y, además, en un enclave que nunca antes lo había vivido: el encuentro de la Patrona de la diócesis con los Patronos de Málaga, San Ciriaco y Santa Paula, las esculturas de Jerónimo Gómez, en el templo de los Mártires. Esta gozosa coincidencia ha sido histórica, por supuesto, como todo lo que ha venido sucediéndose semanas atrás, y, también inédita, en su contexto y en su emplazamiento. En cambio, conviene advertir que no ha sido la primera vez que las tres tallas se han puesto frente a frente, ya que desde el siglo XVIII y durante gran parte del XIX, la Virgen de la Victoria y los Santos Patronos coincidían en la Catedral, junto al Santo Cristo de la Salud, patrón y protector de Málaga, y, ocasionalmente, con la catedralicia efigie de San Rafael arcángel, para presidir una procesión, una vez terminada la rogativa por la resolución de necesidades ciudadanas o políticas.
Por tanto, lo vivido este domingo en la céntrica iglesia de los Mártires puede calificarse de reencuentro, el de la efigie mariana que ostenta el patronazgo de la diócesis con las dos esculturas hagiográficas aceptadas como patronos de Málaga, aunque, en realidad, ningún contemporáneo lo había visto hasta ahora. La séptima y última parada de estas peregrinaciones lo ha permitido, pues, después del traslado de la Virgen de la Victoria, que se puso en marcha a las ocho de la mañana, desde la parroquia de Santiago.
Antes de alcanzarse el templo de San Ciriaco y Santa Paula, la Patrona veía las primeras luces del día nada más asomarse a la calle Granada. Eran las 8.15 horas. La composición 'Flores Blancas', interpretada por un tamborilero de la Hermandad del Rocío La Caleta, anunciaba la partida. La comitiva la abría esta vez un crucifijo del templo de Santiago, flanqueado por dos faroles de la Hermandad de la Virgen de la Sierra, y, seguidamente, se disponía el pueblo, además del guion, que ha sido la única insignia de la corporación que ha participado en las siete misiones evangelizadoras a siete templos, con vistas a reforzar el sentido de pertenencia de esta antiquísima imagen y ahondar en su vinculación con la ciudad que la acoge desde tiempos de los Reyes Católicos y la proclama 'Patrona de Málaga y su diócesis' desde diciembre de 1867.
El adiós de la vieja iglesia del apóstol Santiago, una de las cuatro que fundaron precisamente los Reyes Católicos, fue especialmente emotivo, no en vano, la inédita presencia de la Virgen en este templo, en el centro del presbiterio y durante una semana y un día de gracia por la lluvia del sábado, ha dejado una profunda huella entre sus feligreses y, por supuesto, entre los niños y niñas del arciprestazgo Santa María de la Victoria, que están recibiendo la catequesis de iniciación cristiana y que la despidieron este viernes con flores blancas.
La efigie, en sus pequeñas andas de tres varales sobre las que se elevaba la peana de orfebrería que pertenece a su trono de traslado, bajaba la estrecha calle Granada en compañía de varios centenares de devotos, que meditaban los misterios gloriosos del santo rosario. El rezo lo dirigía, primero, el diácono Dionisio Arcos, y a partir del último tramo de la calle Beatas, el párroco de Santiago y canónigo de la Catedral, Miguel Ángel Gamero. Fotógrafos y devotos, teléfonos móviles en ristre, se movían a la velocidad de la luz para captar la mejor instantánea posible, con la torre campanario mudéjar de fondo y el cielo limpio y brillante que parecía pintado por Muñoz Degrain, un valenciano que terminó enamorado de Málaga.
El viaje hacia los Mártires por intramuros, el más corto de cuantos se han celebrado, era una exaltación a la historia de la ciudad, al incluirse calles como Beatas, que mantiene el trazado de la ciudad musulmana medieval y donde la Virgen de la Victoria tuvo que sortear un andamio instalado en un inmueble en rehabilitación, o Juan de Padilla, Convalecientes, donde hoy día se encuentra la casa hermandad de la Archicofradía de la Pasión, y Santa Lucía, vía que desemboca en la misma puerta lateral de los Mártires, la de los tronos, su último destino.
El Niño victoriano, que presumía de Madre, apenas se veía a lo lejos por el contraluz que ofrecía el día y porque se encontraba envuelto en una gran nube de incienso. «¿Dónde va la Virgen», preguntaba un joven en la misma calle Granada, tras detener su momento de 'running' para interesarse por la escena que estaba presenciando. La respuesta no se hizo esperar: «A la iglesia de los Mártires», indicaba un devoto. Sin embargo, la resolución a esta cuestión también se hallaba en uno de los ángel de plata que presidía la peana de la efigie. La clave estaba en la palma 'del martirio' que exhibía el angelote de la izquierda de la Virgen, atributo que portan San Ciriaco y Santa Paula.
Antes de alcanzarse el templo de los Mártires, en la calle Convalecientes, que amaneció adornada y con una gran bandera de España que exclamada la advocación de la Virgen, '¡Victoria!', los hermanos de la Pasión arrojaron aleluyas desde los balcones de la casa hermandad y ofrecieron dos petaladas a la Patrona de Málaga. El reloj marcaba las nueve empunto de la mañana. El sacerdote Manuel Ángel Santiago, párroco de los Mártires y San Juan, iglesias que forman una unidad pastoral, se incorporó al cortejo en este punto.
El momento más esperado llegaría diez minutos más tarde, cuando la Virgen de la Victoria llegó la plaza de los Mártires. La fábrica del templo lucía como en las grandes citas, con banderolas azules y reposteros asomados a los ventanales de la torre, porque así lo quisieron los hermanos de los Remedios, y con un gran plóter con los Patronos y la leyenda ' San Ciriaco y Santa Paula, y siglos de patronazgo de Málaga'.
La plaza se hallaba repleta de público y de hermandades, todas las de los Mártires e iglesias y capillas dependientes de este templo, y las de San Juan, con sus guiones corporativos, además de las agrupaciones de cofradías de pasión y gloria, con sus presidentes al frente, José Carlos Garín y Victoria Eugenia Ribes, respectivamente, y la banda de cornetas y tambores de los Gitanos, que tocó para empezar la marcha 'Cristo del Perdón' y acompañó a la Patrona, incluso, por el interior de los Mártires, en su recorrido por cada una de las capillas de la iglesia hasta postrarse delante de los Santos Patronos, tras el reencuentro.
Con este momento histórico y varios vivas finalizaba la séptima y última peregrinación de la efigie mariana por el 150.º aniversario fundacional de la hermandad que le rinde culto, aunque todavía queda un traslado más: a la Catedral, donde se dirigirá posiblemente en la primera semana del mes de mayo, pero ya no para permanecer varios días allí, sino para presidir una misa estacional y protagonizar una procesión extraordinaria de vuelta a su santuario, después de cuatro meses fuera de su camarín.
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