Una de las señas de la identidad cofrade de Málaga es la Tribuna de los Pobres. En esa treintena de escalones que comunican Carretería con el Puente de la Aurora y que el pueblo convierte cada año en su particular palco para ver las procesiones ... se viven grandes emociones durante toda la Semana Santa, pero son más especiales el Martes Santo, cuando allí se renuevan los votos de amor con una Virgen de blanco impoluto que baja de la Victoria, la Sentencia se consuma después de que el olivo del Rescate haya dejado su estela en el ambiente y antes de que una joven hermandad emprenda el regreso a Nueva Málaga cargada de Perdón y Esperanza. Pero este año no será así y el silencio se apoderará de este enclave; no habrá aplausos, ni vítores, ni maniobras para girar los tronos que miran cara a cara a los fieles, ni sonará el martillo para que se levanten a pulso. Momentos vibrantes que sacuden las piedras de la Tribuna de los Pobres en una explosión de sentimientos para la que habrá que aguardar aún doce meses; unas emociones que, como las golondrinas del poema de Bécquer, volverán y, a buen seguro, lo harán con mayor intensidad.
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El murmullo es la antesala de los sentimientos que, como la primavera, brotarán sin poder contenerse cuando a lo lejos, Carretería abajo, el sol se refleja en el dorado del trono del Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario. La música suena y el Señor de San Lázaro mira frente a frente a la Tribuna de los Pobres; vítores, resuenan fuerte los aplausos –tanto como estos días a las ocho de la tarde desde los balcones del agradecimiento al personal sanitario, fuerzas de seguridad, militares y servicios esenciales– y tres pulsos al cielo. El arrebato de fe se desborda cuando el palio de malla que cobija a la Virgen del Rocío va girando lentamente al son de la marcha 'Encarnación Coronada' cantada por los hombres de trono y cuyo último compás es como un resorte que activa el martillo para levantar a pulso. Es Martes Santo, el Rocío está en la Tribuna de los Pobres y, como proclamó Coco en su pregón, esto es Málaga.
La tarde avanza y a este emblemático espacio cofrade aún le quedan momentos emocionantes por vivir. El torrente que baja de la calle Agua desemboca en la Tribuna de los Pobres entre una sinfonía de colores que van del rojo al morado de las túnicas, del oro al ceniza de las capas y unidos por capirotes negros. La soberana imagen de Jesús del Rescate sobresale en el grupo escultórico que representa el apresamiento del Señor tras la traición de Judas en el huerto de los Olivos. La Virgen de Gracia eleva su mirada al cielo sobre ese trono que es un joyero gótico, seña de identidad de la hermandad y que lo diferencia del barroco imperante en la Semana Santa.
En calle Frailes se ha dictado la sentencia que condena a Jesús a la cruz desde la que ha de redimir al mundo. En la Tribuna de los Pobres, el pueblo de Málaga es testigo del juicio popular donde Pilatos se lava las manos. La serenidad de la imagen ligeramente cabizbaja del Señor de la Sentencia transmite paz en la noche del Martes Santo malagueño. En un galeón de plata, primorosamente exornado cada año, navega la Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos. Cuando vuelva hacia su casa hermandad, una lluvia de pétalos la recibirá como ejemplo del amor y la devoción de sus hermanos. Pétalos que aguardan ya con impaciencia el momento de caer desde el cielo malagueño el próximo año.
El esfuerzo es ímprobo y ya son muchas las horas que nazarenos y hombres de trono llevan a sus espaldas desde que salieron desde el Camino de los Castillejos, adonde aún les queda un buen trecho para llegar. Pero todos mantienen intactas las ilusiones y la pasión cuando los tronos del Nazareno del Perdón y la Virgen de Nueva Esperanza se reencuentran con la Tribuna de los Pobres. Se repite la historia que no por repetida es menos intensa: piropos, palmas, pulsos, pasiones desbordadas. Es el broche de oro para una jornada especial en la Tribuna de los Pobres.
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Es el Martes Santo malagueño una jornada con protagonismo de los barrios –desde la Victoria que todos deseamos para ganar al coronavirus a Nueva Málaga para encontrar una Nueva Esperanza ante el mundo que está por venir, pasando por el Perchel– y también es un día marcado por los contrastes. Dos cofradías lo reflejan: el silencio y el recogimiento de las Penas y el sabor popular y malagueño de la Estrella.
Para el próximo año quedará guardado el diseño del manto de flores que cada año estrena la Virgen de las Penas en su desfile procesional y que confeccionan los jardineros municipales. La hermandad de Pozos Dulces no podrá hacer estación de penitencia en la Catedral y la soberbia imagen del Cristo de la Agonía no se recortará en la pared del Museo Picasso a su paso por calle San Agustín.
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El Perchel permanecerá en silencio este Martes Santo, no habrá túnicas blancas y negras de reminiscencias dominicas ni terciopelo azul como el cielo donde brilla la Virgen de la Estrella ni se verán los uniformes de la Policía Local. Jesús de la Humillación permanecerá en la penumbra de su capilla en Santo Domingo a la espera de poder volver a emocionar por las calles de Málaga y, quién sabe, volver a pasar por una Tribuna de los Pobres que le añora.
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