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Uno de los asuntos candentes durante esta pasada cuaresma y que en estos días de Semana Santa aún centraliza una parte de las conversaciones de los cofrades es el de la presencia de los políticos en las hermandades y los desfiles procesionales. La asistencia de los representantes públicos en las cofradías no es nada nuevo; en los últimos años se ha podido ver al alcalde, Francisco de la Torre, tocando la campana en numerosos tronos, y a otros políticos (ministros, la presidenta de la Junta, Susana Díaz, o en su día Mariano Rajoy cuando era líder de la oposición). Lo novedoso y lo que ha vuelto a poner este debate encima de la mesa es que se ha intensificado la presencia de políticos con la aparición en escena del portavoz de Ciudadanos, Juan Cassá, quien en los últimos meses se ha prodigado por los actos cofrades y ha abanderado la concesión de ayudas municipales a las cofradías.
No hay que rasgarse las vestiduras por ver a un político en una salida procesional tocando la campana siempre y cuando sea una acción medida y con mesura en la que no reste protagonismo a lo verdaderamente importante: los sagrados titulares. Más preocupante, y ahí está el quid de la cuestión, es lo que está ocurriendo con las ayudas municipales (dinero público, no se olvide) a las hermandades.
Las cofradías, como cualquier otro colectivo social de la ciudad, tienen derecho a recibir subvenciones públicas, en este caso de su Ayuntamiento, y destinarlo a aquello que consideren oportuno para el mantenimiento del patrimonio que ponen al servicio de Málaga. Ahora bien, para ello debe existir una normativa que regule las concesiones con criterios objetivos, para que estas ayudas no estén sujetas al arbitrio político.
Porque, desgraciadamente, la imagen que se está transmitiendo en esos momentos es esa, la de cierta politización cofrade. Ciudadanos, que goza de una posición política determinante en el Ayuntamiento para garantizar la gobernabilidad, actúa en ocasiones como unos peculiares ‘reyes magos naranjas’ y promete a las hermandades ayudas a dedo. ¿No era Ciudadanos el partido que irrumpió en el tablero político con la bandera de la regeneración política y mostrando su rechazo a prácticas como las ayudas directas? La actuación de la formación naranja en este tema de las subvenciones públicas es, cuanto menos, cuestionable y debería llevar a sus dirigentes, principalmente su portavoz, Juan Cassá, a una reflexión. Pero las hermandades también deberían hacer un ejercicio de meditación interna sobre si merece la pena o no prestarse a esta politización cofrade. Una práctica de la que detrás, no debe olvidarse, lo que late es ni más ni menos que una cuestión: la búsqueda de votos.
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