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Un reconocimiento que refrenda el amor inquebrantable de María, 'la de la capilla', a su Virgen de los Dolores, foco de devoción del barrio de El Perchel. María López Postigo, la guardesa del pequeño oratorio callejero de la Dolorosa del Lunes Santo, va camino de un cuarto de siglo dedicada al cuidado del lugar de culto de una de las imágenes más reconocibles de la Semana Santa de Málaga «y milagrosa», como ella proclama a todo el que se interesa por la Virgen de los Dolores.
El hermano mayor de la cofradía, Francisco José Muñoz, advierte, al ser preguntado por SUR, que la fecha exacta de inicio del cometido de esta malagueña, criada en la calle Ancha del Carmen, como guardesa de la capilla no la conoce, «pero en las actas de principios de 2001 ya se hablaba de María», apunta el dirigente de la corporación. «La capilla tuvo con anterioridad otros guardeses. Sin embargo, nadie ha estado durante tantos años y de manera ininterrumpida, como lo lleva haciendo María. Ella llegó a la cofradía en 2001. Por tanto, hablamos ya de 24 años y la hermandad se reorganizó en 1982. O sea, tiene 42 años. Esto quiere decir que María lleva al cuidado de la capilla más de media vida de la cofradía. Evidentemente, la labor de esta mujer como guardesa es digna de reconocimiento», afirma Francisco José Muñoz. Y así se hará, ya que la junta de gobierno de esta cofradía, atendiendo al artículo 8 de sus estatutos, ha aprobado «por aclamación» la concesión de la distinción como Hermana de Honor «a Dña. María López Postigo, guardesa de la capilla de la Virgen de los Dolores, como reconocimiento por sus años de servicio y amor hacia nuestros sagrados titulares», ha anunciado la corporación.
Con este nombramiento, se da la circunstancia de que María López será la primera persona que reciba este título honorífico, por parte de la Cofradía de los Dolores del Puente, una hermandad que, precisamente, no se caracteriza por distinguir a instituciones y personalidades sin una justificación clara y justa. De hecho, nadie hasta ahora ostenta el título de Hermano de Honor y en tan solo cuatro ocasiones ha entregado su medalla de oro. En más de cuatro décadas lo ha hecho a Antonio Ramírez Mesa, que fue párroco de Santo Domingo y auténtico motor de la reorganización de la cofradía; a Jesús Castellanos, a título póstumo, 'alma mater' y motor de la hermandad, a la dirigió desde 1987 a 1993 y desde 1995 a 2005; a Antonio Jódar, hermano mayor entre 2005 y 2015; y a Salvador Toro, quien lleva en la cofradía de manera activa desde los comienzos y, en la actualidad, es vocal de Administración.
María López recibirá, pues, la distinción de Hermana de Honor el próximo 16 de marzo, durante el transcurso de la función principal de instituto de la corporación, que se celebrará en la parroquia de Santo Domingo. «La junta de gobierno le entregará este título como reconocimiento de todos los hermanos de la cofradía por esos casi 25 años de servicio, totalmente desinteresado y de cariño y amor a la Virgen de los Dolores. María tiene una cosa muy, muy buena. Y es que, sin necesidad de aderezos, con su naturalidad, su espontaneidad y siendo una persona tan auténtica, ha conseguido, de manera proactiva, cumplir con uno de los fines que tiene una hermandad, que es intentar aumentar el fervor hacia los sagrados titulares. María, en ese sentido, ha sido perfecta. Es raro el malagueño o visitante que ha pasado por la capilla durante todos estos años y no haya charlado alguna vez con María y esto ha permitido a mucha gente acercarse a la Virgen. María ha sabido conectar», justifica el hermano mayor de los Dolores del Puente.
Asimismo, Francisco José Muñoz comenta que que la guardesa «dejó de tener apellidos hace más de 20 años para pasar a ser conocida como María, la de la capilla», subraya. «Esto es una prueba evidente de que esta señora, para la Cofradía de los Dolores, es una institución. Y por qué no decirlo, para la Málaga cofrade», asegura el máximo mandatario de la hermandad perchelera, al tiempo que anuncia que la corporación ha abierto un formulario de adhesión a este reconocimiento «para que todo aquel o aquella que quiera, pueda adherirse a este nombramiento. Lo abrimos en nuestras cuentas de redes sociales hace solo unos días y ya tenemos cientos de adhesiones, lo cual indica que el reconocimiento es más que merecido y que María es muy querida por todos», apostilla.
María López Postigo nació en Málaga en 1941. Sus primeros años de vida los pasó entre la calle Ancha del Carmen, donde residía con su familia, y la ribera del Guadalmedina, donde se encontraba la primitiva la capilla de la Virgen de los Dolores, que regresó al culto en 1937, tras los convulsos 1931, con la quema de conventos, y 1936, con el estallido de la guerra civil. En esa década de los 40 del siglo pasado ni siquiera tenía actividad la que, en su origen, fue conocida como 'la de los tiñosos', creada en 1746.
Con solo quince años de edad, María se trasladó con su madre a Antequera y en la ciudad del Torcal comenzó a trabajar de limpiadora en el cuartel de la Guardia Civil. Sin embargo, su progenitora, como tantos otros andaluces, vio la oportunidad de progresar en Barcelona y hasta allí se dirigieron María, todavía menor de edad, y su madre. Su vida laboral prosiguió en una farmacia, también limpiando, y en Cataluña, en concreto, en Gavá, a 25 kilómetros de Barcelona, encontró el amor, el de quien fue su marido y con el que tuvo siete hijos.
Fallecidos su madre, su marido y uno de sus vástagos, y coincidiendo con que el resto de hijos ya habían formado sus familias, María López decidió emprender sola el regreso a su Málaga natal. Añoraba a su tierra, su clima, su barrio y, por supuesto, soñaba con ponerse frente a la Virgen de su infancia, a la que volvió a frecuentar. Pero al volver a Málaga se topó con que la Virgen de los Dolores era prácticamente lo único que quedaba de su memoria de niña, ya que el viejo Perchel no era el mismo que recordaba. Corría la década de los 80, precisamente, el periodo en el que emergió de nuevo la cofradía. Cáritas le buscó una casa y empezó una nueva vida en Málaga, cerquita de aquella Dolorosa que le cautivó, y meses después, viajaron a la capital malagueña dos de sus hijos para establecerse aquí.
Como buena cristiana que es y amante de las tradiciones malagueñas, no solo sentía predilección por la Virgen de los Dolores. También le gustaba y le gusta la imagen de Jesús Cautivo, al que también visitaba, en San Pablo. Y fue justo un viernes de hace 24 años, en su trayecto hacia La Trinidad para rezarle al Señor de Málaga, cuando obró el milagro, como ella considera. Como si de una historia novelada se tratara, andando por el puente de la Aurora, en su camino a San Pablo, María López decidió antes pasar unos minutos ante la Virgen de los Dolores, en su capilla. Sin embargo, lejos de sus pretensiones, se la encontró cerrada. Allí había una señora, entrada en edad, postrada ante el oratorio, que se encontraba cerrado, a oscuras, aunque, a través del cristal de la reja, podía adivinarse el rostro de la Dolorosa dieciochesca. Ese momento íntimo de oración fue interrumpido por María, al interesarse por el horario de apertura. De una pregunta surgió una conversación, que le transportó a sus años en Barcelona y a sus recuerdos de la Málaga de posguerra y de la Virgen de su infancia, los Dolores. La señora, según relata, le sugirió que buscara al hermano mayor de la cofradía, por entonces, Jesús Castellanos, para que le resolviera la pregunta. En ese momento, Castellanos se hallaba en el interior de la parroquia de Santo Domingo y a él se dirigió María, con la naturalidad que hoy día mantiene, para lamentarse por el hecho de que la capilla estuviese cerrada. Le comentó que su nombre se lo había facilitado una señora que se encontraba rezando en la puerta de la capilla. «¿Por qué no la abrimos?», sugirió al hermano mayor, a lo que contestó: «Vamos a ir a ver a la señora». Cuando llegaron a la capilla, la anciana, que había dado el nombre de Jesús Castellanos, ya no estaba. «Era como si se tratara de una aparición», comenta María López cada vez que explica la historia que le unió para siempre a la Virgen de los Dolores. Castellanos emplazó a María al día siguiente para ofrecerle las llaves y custodia de la capilla, encomienda que aceptó como un regalo hace casi un cuarto de siglo para convertirse en la guardesa y confidente de la Dolorosa del Puente y en la primera Hermana de Honor de la cofradía.
Ahora, camino de los 84 años de edad, y muy a su pesar, María López, aquella malagueña de profundos ojos azules y mirada limpia, que tuvo que emigrar a Cataluña para buscar una vida mejor y que luego regresó a su tierra para estar cerca de su Virgen, se tiene que conformar con abrir en horario de mañana. Motivos de salud le impiden estar también por las tardes, después de que sufriera un infarto hace unos años, que, felizmente, superó «gracias a ella, que me sacó del hospital», recuerda María, quien tiene grabada en su retina la coronación canónica de la imagen, el 31 de octubre de 2004, como uno de los momentos más felices, o el inesperado fallecimiento de Jesús Castellanos, el 12 de septiembre de 2012, por cierto, en la festividad del Dulce Nombre de María, como el más triste. «Adiós, Madre. Hasta mañana si tú quieres», es la fórmula que repite cada día al despedirse de la Dolorosa. El resto de la historia, ya lo conocen ustedes.
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