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Se levantó el Martes Santo con mejor cara que los pronósticos del tiempo nos anunciaban. Craso error, porque el cielo abierto con sol dio paso a un mediodía y una tarde inestables, con lluvia, tanta que quebró la ilusión de esa ejemplar cofradía que es ... Nueva Esperanza, que a los pocos metros de su salida, obligada por la fuerza del aguacero, decidió retornar a casa. Maldita lluvia que tras dos años de espera hizo esa tremenda faena a los cofrades del barrio malagueño, que realiza uno de los resultados más largos y difíciles de toda la Semana Santa. El retraso acordado por las cofradías en su intento de burlar el mal tiempo no surtió el efecto deseado para Nueva Esperanza, que vio truncadas sus ilusiones. A media tarde llovía y mucho. Demasiado. No hay cortejo procesional que aguante un chaparrón parecido, que es mucho lo que se juega en una salida a la calle. La lluvia es el peor enemigo de una procesión. Siempre mirando al cielo, ese es el sino del cofrade...
Las demás hermandades de este Martes Santo atípico decidieron esperar, pero Nueva Esperanza no podía. Sí o no. Venir y volver desde el Camino de Antequera como aquel que dice es mucha tela, sin muchas alternativas, mejor dicho, sin ninguna alternativa. ¿Y si no llovía más? Nadie podía garantizar tal cosa, y menos con la extraña respuesta del tiempo. Unos cientos de metros, los suficientes para 'quitarse el mono', y retorno triste a la casa hermandad en medio del calor popular de los vecinos. Tanto tiempo esperando para esto. La tristeza del encierro prematuro se mezclaba en no pocos rostros de los hombres de trono del Cristo y de la Virgen que a partes iguales se mezclaban entre lágrimas y las gotas de la lluvia. Conforme los de San Joaquín y Santa Ana entraban en su casa hermandad, Rocío y Rescate decidían no salir. Mazazo para todos. La tarde no podía ir peor, las cosas no podían ser más negativas... El retorno prematuro de Nueva Esperanza, cofradía valiente donde las haya, era el peor de los presagios. Nadie sabe lo complicado que es para un cofrade decidir si sale o no por causas meteorológicas. ¿Y si no llueve más? ¿Y si llueve? ¿Y si un aguacero machaca tu patrimonio artístico? Y además son decisiones en las que generalmente la razón y el corazón se enfrentan: todo el que es cofrade de verdad quiere salir a la calle. Es su momento cumbre, el punto álgido de lo que Pablo VIbautizó acertadamente como 'religiosidad popular': el culto público a sus veneradas imágenes es lo que mueve la actividad y el sentido de una cofradía: es sólo un día, el de salir a la calle, y para ese día se trabaja el resto de los 364 días del año.
El pesimismo se había ido adueñando de un Martes Santo que tenía las peores previsiones meteorológicas. La tarde se enmendó al menos al decidir Penas, Sentencia y Humillación salir a la calle. Tan acertados estuvieron los que dieron tan valiente paso como los que decidieron no hacerlo, que en este tema nadie puede ponerse en el papel de cada cofradía. Los que salieron se la jugaron, y al menos se salvó parte de un Martes Santo que desde hace semanas amenazaba con malos presagios. Por un día, el nuevo recorrido oficial y los nuevos horarios, que tantas críticas están cosechando (y con razón) quedaron en un segundo término, porque lo importante era ver si se salía o no. Tres lo hicieron. Otros tres no. Aquí no hay lugar para buscar explicaciones o justificar decisiones. Cada uno, en su soberana decisión, eligió la que entendía era lo mejor de las soluciones en un Martes Santo que fue muy difícil...
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