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RAFAEL RODRÍGUEZ
Miércoles, 9 de marzo 2022, 12:25
Manuel Toledano Gómez (1974) pasa por uno de los artistas malagueños más conocidos y reconocidos que trabajan para la Semana Santa. Hermano de las cofradías de Dolores del Puerto de la Torre, Salutación, Crucifixión, Penas, Expiración, Clemencia (antiguo Mutilado) y Dolores de San Juan, el ... tallista, con obrador en el barrio de la Victoria, es hijo del desaparecido Manuel Toledano Vega, autor de varios tronos procesionales y una persona entrañable que la Málaga cofrade aún recuerda con cariño, pese a que ya se cumplen 22 años de su fallecimiento.
De sus inicios, sus obras, sus pensamientos y de mucho Arte, con mayúscula, habla Manuel Toledano para SUR en plena cuaresma, cuando la música clásica, el incienso, el olor a madera y los carteles protagonizados por imágenes de buena parte de Andalucía convierten el taller en un auténtico santuario del buen gusto y de la perfección absoluta.
-¿Qué hace un licenciado en Administración y Dirección de Empresas en un taller de talla ornamental?
-La pregunta, quizá, habría que formularla al revés: ¿qué hace un empleado de banca trabajando paralelamente, haciendo un juego de palabras, en otro banco, en este caso, de trabajo? Efectivamente, estudié la carrera universitaria y encontré trabajo en el sector financiero antes de dedicarme a la talla de madera. Sin duda, sin mi trabajo en el banco jamás habría podido dedicarme al taller de madera por la estabilidad personal que me ha proporcionado todos estos años.
-Usted ha heredado el taller de su padre, Manuel Toledano Vega, que, desgraciadamente, falleció muy joven, en 2000. Eche la vista atrás. Antes de esa fecha, ¿se veía dedicándose al mundo de la talla?
-Para nada. Obviamente, y como cofrade, me encantaban todas las facetas relacionadas con la Semana Santa, la música, las artes, conocer su historia..., pero, claro, por más que me gustaran las bandas de cornetas, no me veía aprendiendo a tocar una. Y como eso, la talla. Me gustaba, pero en absoluto me veía dedicándome a ello. Para nada.
-Usted ya empezó a colaborar con su padre, aportándole diseños, como el del trono del Nazareno del Perdón, de la Hermandad de Nueva Esperanza. Sin embargo, quienes le conocen bien afirman que usted no quería la gubia ni en pintura. ¿Esto es así?
-Tal cual. Mi padre siempre me decía que yo podría llegar a ser un buen tallista, porque se me daba bien el dibujo y la pintura, siendo esta condición 'sine qua nom' para ejercer con solvencia cualquier actividad artística, pero, sinceramente, no me veía así como ya le he dicho. Efectivamente, a veces, le plasmaba algún diseño, como el del Nazareno del Perdón, hecho, y no me equivoco en la fecha, en julio de 1995 y muy influenciado por mi juvenil 'capilleo' de entonces, pero no tenía muchas aspiraciones más ni avanzar en este sentido.
-Supongo que el fallecimiento de su padre le marcó en todos los sentidos, incluido en el oficio de tallista. ¿Fue este suceso lo que le llevó a coger la gubia?
-Sin duda. Si él no hubiera fallecido en ese momento, no estaría hoy hablando con usted de esto.
-¿Recuerda aquel día en el que entró al taller, ya sin su padre, y se 'enfrentó' a la madera?
-Eso nunca lo olvidaré, Rafael.
-¿Cómo fueron los años de formación sin que nadie le indicara cómo lo tenía que hacer?
-Fíjese. Yo me planteé una auto formación en torno a 15 años. Ese fue el marco temporal que me tracé cuando murió mi padre. Era joven entonces y no tenía prisa por sacar nada a la calle mediocre. Como todo en esta vida, requiere su tiempo. Mi conocimiento y formación de la actividad de la madera al principio era directamente cero. Fíjese lo que yo sabría de carpintería y talla que la primera vez que fui a un almacén a acopiar material, elegí algunas vigas de madera de cedro totalmente torcidas que tenían por allí, pensando que con estas maderas torcidas se harían las tallas curvadas. Ya le digo, nulo conocimiento del oficio. El problema, si se puede llamar así, es que, a pesar de haberme trazado ese horizonte temporal de formación, el primer encargo importante, que llegó en el noveno año de este periodo planificado, hizo que tuviera que tomar ese tren en 2009, dar el salto a la actividad 'pública'. Desafortunadamente, demasiado pronto para lo que yo habría querido
-Imagino que un tallista no solo necesita destreza con la gubia. También hay detrás muchas horas de estudio para conocer y comprender el Arte en toda su extensión.
-Claro que sí. Yo no sabría decirle las horas, mañanas enteras, días de sol a sol, que me plantaba delante de retablos de Duque Cornejo, retablos en Marchena, Écija, Córdoba... estudiando a los maestros del siglo XVIII para aprender. Tomando apuntes, haciendo fotos…, tardes y más tardes de manera infatigable. Después pasaba decenas de horas viendo las fotos que tomaba de esos lugares. Pero, claro, la formación no se quedó ahí: Sabbioneta, Vicenza, Mantua, Rimini… Mi peregrinaje periódico para sentir y captar 'in situ' la arquitectura renacentista es enfermiza y esto no para.
-Por tanto, el tallista va más allá de la artesanía. ¿No cree?
-La talla, haciendo valer que se basa en pilares tan importantes como el conocimiento de la arquitectura, el dibujo o la composición, hacen que deje atrás la artesanía, que también, para adentrarse de pleno en las artes suntuarias con mayúsculas.
-Tras los años de formación, usted comienza a lo grande. Sus primeras obras, ya dedicado a este oficio, aunque manteniendo su trabajo en una entidad bancaria, son el paso procesional del Cristo de Pasión y Muerte del sevillano de barrio de Triana y el sagrario del oratorio de Santa María Reina, de la Hermandad de las Penas. ¿Cómo afrontó aquellas dos obras?
-Lo primero fue el canasto para Pasión y Muerte. El sagrario se fue haciendo en paralelo con el trono del Cristo de la Redención. Y aquellos años los recuerdos con mucha ilusión. Muchas sensaciones. Muchas piedras. Mucho luchar. Sufrimiento. Mucho perdido y mucho ganado con aquella primera obra.
-La Hermandad de las Penas, incluso, tomó el sagrario como el arranque del futuro retablo del oratorio. ¿Aquel proyecto, que ya empezó, incluso, a dibujar, se paró?
-Exactamente. El proyecto del retablo empezó con fuerza. Se hizo el sagrario. También hice un dibujo del testero tallado. El proyecto fue creciendo concretando aspectos casi en paralelo con la hechura de la pintura de la bóveda.
-Usted es el primer tallista malagueño que ha realizado unas andas procesionales en Málaga con destino a Sevilla, porque José Merino Román también era malagueño, pero el paso del Cristo de Burgos lo ejecutó en su residencia de Sevilla. ¿Qué supuso aquella obra?
-Me acuerdo que Francisco Jiménez Valverde escribió un artículo cuyo encabezado rezaba algo así como «Pasión y Muerte: un trono para Sevilla, un paso para Málaga». Resumía muy bien aquel proyecto: el de la fortaleza incipiente que nuestros compañeros diseñadores, orfebres, escultores, pintores, bordadores, músicos y todos y cada uno de los profesionales de nuestra Málaga que empezaban a ganar en importancia en el panorama andaluz lejísimos de las grandísimas carencias de otros tiempos.
-Por cierto, ¿compagina bien su trabajo en la entidad bancaria con el taller de talla? ¿Cómo es su día a día? Porque me consta que no para.
-He estado casi 20 años con un horario parecido a este: oficina de 8.00 a 15.00 horas, almuerzo rápido y, luego, otras siete horas en el taller. Así día tras día. Una vez casado, he levantado un poco el pie, descansando los fines de semana. Lo más importante era cumplir de la manera más excelente los distintos objetivos, muchas veces durísimos, que, a nivel bancario, se me exigían. Cubriendo eso, el trabajo en el taller no era tal, sino simple esparcimiento y crecimiento personal.
-Usted es autor de los tronos del Cristo de la Redención, que antes ha mencionado, y del Resucitado de Málaga, dos obras de magnitud para la Semana Santa de su tierra. ¿Qué nos puede decir de ambas obras?
-Guardo muy buen recuerdo, sobre todo, de la ejecución en sí de aquel trono de la Redención. Éramos jóvenes y le echábamos muchas ganas y horas. El grupo de trabajo con Manolo (Valera, orfebre), Paco (López Torrejón, ebanista) y José Mari (Ruiz Montes, escultor) fue increíble. ¡Cuánto nos reíamos, y qué de horas le echamos! También todos nuestros colaboradores y familia que pusieron su granito. Es el mejor recuerdo, sin duda, de aquel periodo que de vez en cuando recordamos con infinidad de anécdotas cuando nos vemos o hablamos. El caso del trono del Resucitado de Málaga fue un proyecto totalmente distinto. Ejecutado también con ganas y profesionalidad, pero imbuidos, quizá, en la apatía y características particulares de la institución que encargó la obra, hizo que la ejecución en sí fuera más de 'inercia' o de velocidad de crucero. No sé muy bien cómo definirlo. A pesar de todo, no deja de ser el trono del titular de la Agrupación de Cofradías y figura central de la fe cristiana. Además, cuanta con un magnifico acabado de pintura, dorado y también distinguida orfebrería.
-La muerte y la resurrección en los tronos de la Redención y el Resucitado. ¿Usted es muy beato?
-Pues no. La verdad es que no le tengo especial devoción a ninguna imagen. Puede chocar, pero no puedo decir lo contrario. Claro que soy profundo creyente, pero trasciendo y razono, casi a todas horas, apoyándome en la reflexión, la lectura, la contemplación de la naturaleza… No sé. Sí es cierto que en la propia celebración de la Semana Santa, al contemplar cualquier paso o escena, me sirve muy mucho, justo en ese momento que pasan ante mí, como apoyo y reflexión para intentar alcanzar la respuesta a la eterna pregunta.
-La filosofía también le interesa, ¿no es cierto?
-¿A quién no? O es que nadie se pregunta alguna vez cuestiones del tipo: ¿por qué he nacido aquí y no en Mali? ¿Cuándo me moriré? En definitiva, ¿por qué hay algo en lugar de no haber nada? Eso es filosofar. Y yo, créame, no paro de hacerlo, y mucha de la veces, pues claro, intento apoyarme en las lecturas de los grandes autores de la materia. Así que, por supuesto, que me interesa esa rama de la filosofía.
-Y las matemáticas, también, porque le veo haciendo fórmulas para el proyecto de un trono.
-La matemática es un lenguaje. Puedes describir esta gubia con palabras o puedes explicarla con complejas y elegantes fórmulas. Es simplemente otro idioma. Y esta fórmula que aquí ves, aunque aparentemente difícil, es una aplicación práctica de esas supuestas reglas absurdas de trigonometría que veíamos allá en el bachillerato. Concretamente, es la manera que tengo de saber en este caso cuál va a ser la visión exacta en la calle a 22,5 grados de esta pieza dibujada de manera ortogonal. Dicho así parece muy rebuscado, pero es algo súper sencillo y es, básicamente, una manera 'casera' de hacer lo que los programas de generación de imágenes en 3D.
-Usted es, permítame que se lo diga, un tallista un tanto peculiar. Muy culto para un oficio que, quizá, se ve desde el prisma artesano.
-¿Culto? ¡Qué va! Soy súper curioso, eso sí. Desde niño. Pero la cultura, la vastedad intelectual es algo tan inalcanzable que solo te das cuenta de nuestra cortedad intelectual cuando apenas acaricias conocimiento en distintas ramas. Yo le digo: cuando sea capaz de leer hasta el final el 'Ulises' de Joyce, llámame culto, que todavía no he tenido valor (risas).
-Curiosamente, usted va a acometer la realización de dos tronos que sustituirán dos obras de su padre, los del Cristo de la Crucifixión y el del Nazareno de la Salutación. ¿Por qué cree que debe hacerlos?
-Mi padre es mi padre. Para mí, figura única y modelo a seguir y que todos los días recuerdo. Pero amar a tu padre no significa perder la noción de la realidad. Ambas piezas son mejorables. Salutación quizás es distinto, pues la hermandad en su día, a través del encargo del cofrade Carlos Pardo, solo podía permitirse un 'cajón', y mi padre sacó lo que ven ustedes actualmente con el poco presupuesto que habría. En el caso de Crucifixión, no cumple a nivel de estándar artístico lo que tengo concebido por un trono. De cualquier forma, fueron dolorosas las críticas, una vez fallecido mi padre, a este trono, con razón, sí, pero dolorosas, en definitiva, cuando ves que van hacia tu progenitor en aquellos albores de los chats de internet. Básicamente, porque sabes que son verdad y no puedes mirar a otro lado. Me juré y prometí a mi padre y a mí mismo que el apellido Toledano y Crucifixión irían unidos con lazos fuertes y robustos cuando hiciéramos el trono definitivo.
-En el diseño del trono del Cristo de la Crucifixión, dibujado por usted, vemos una serie de elementos que se antojan 'arriesgados' para la mentalidad cofrade de hoy día, aunque cada uno de esos elementos tienen su explicación. ¿Se debe innovar en el arte cofrade?
-Vamos a hacer un ejercicio mental, un experimento 'Gedanken'. Borre de su mente el trono del Cristo de la Expiración. Borre, incluso, nunca lo ha visto, un capirote cónico. Y ahora la próxima Semana Santa una hermandad saca 'ex nihilo' el trono de Granda con los penitentes acompañándolos de esa guisa. ¿Qué diríamos??¡Imagínese! Pensamos que algo tradicional, un palio, un monte de flores, cualquier elemento, han estado siempre ahí, pero está claro que no. Pues el Arte es romper, avanzar, crear. Crucifixión tiene mucho detrás de teoría. No se imagina el librito tan denso que escribí para explicarlo. Pero eso debe quedar casi en un segundo plano. A la gente no hay que acosarla con demasiada teoría para comprender algo. Lo importante es que la obra cuente con atracción sensorial y luego debe cumplir su función y presentar una raíces y cimientos súper profundos.
-Ya conocemos el diseño del trono del Cristo de la Crucifixión, pero, ¿cómo será el trono del Nazareno de la Salutación?
-Está avanzado. Estoy inmerso en mi gran obra. Antes le dije que me planteé un horizonte temporal de 15 años cuando empecé a pensar en mi formación como tallista. El 'Nibelungo' tardó 25 años en componerse. Yo no soy Wagner, ni su sombra, pero Crucifixión, Salutación y las dos obras más que tengo pensadas deberán leerse en su conjunto como una unidad para admirarlas y comprenderlas. Y a ello dedicaré todo lo que sé de aquí hasta que estén terminadas y Dios lo quiera.
-También se encuentra acometiendo el trono de la Sentencia. ¿Se trata del conjunto más ambicioso de cuantos ha realizado?
-Ambicioso no creo que sea el término exacto. Cada proyecto lo afrontó con determinación, ilusión y ambición formidables. Lo que, efectivamente, sí va a ser el trono es que cuente con una ornamentación más grande. Es un proyecto muy ilusionante en el que el peso artístico de José María Ruiz Montes va a ser clave.
-¿Cómo es el trono del Señor de la Sentencia y para cuándo estará listo?
-Ya le digo, es un obra con un gran componente escultórico que va a sorprender, entre otras cosas, por el acabado de estas piezas en relieve y por la calidad sin par del amigo José María. Respecto a los plazos de ejecución, la hermandad, entiendo, irá informando en este sentido.
-Y otra obra pendiente es el trono de la Virgen del Carmen de El Perchel y es autor del trono de la Virgen de los Remedios, dos imágenes de gloria con mucho tirón. Háblenos de ambas andas procesionales.
-Cada hermandad cuenta entre su capital humano a personas más o menos escoradas a un perfil cofrade. Desde aquellos que les encantan echar horas y horas limpiando orfebrería, a aquellos que se pierden entre papeles de la secretaría, el que le van los temas económicos o el que no tiene mucha idea, pero milita en una hermandad por un asunto más político. Sabemos que en cada cofradía hay un número, relativamente contenido, de un perfil de cofrade 'capillita', exigente con las formas y modos. Vigilantes del buen hacer, discurrir y visión estética. Todos tenemos en mente una hermandad asociada a alguien así. ¿Qué le pasa a la hermandad de gloria de Los Remedios? Pues ya sabemos, que todos los miembros de esta hermandad cuentan con con listón muy elevado de exigencia cofrade en el aspecto más estético de término. Son el tipo de congregaciones que cuidan hasta el último detalle. Y, claro, ser el encargado de una obra para ellos, pues debía corresponderles debidamente. De cualquier forma, siempre estaré agradecido a los miembros de Los Remedios que lucharon por que a mí se me asignara el trabajo, muchos meses antes del encargo oficial. En este sentido, las personas que desde el principio confiaron en mí (Rafael López Taza, Pepe Gallego, que en paz descanse, Alejandro Morante, Alejandro Cerezo y tantos) sin apenas haber producido nada, los aprecio y valoro mucho. El caso del Carmen es peculiar respecto a la ejecución del que debía ser su trono: una gran devoción buscando su trono definitivo. Y créame que puede ser el encargo que he tomado con más responsabilidad de todos los asumidos hasta ahora
-Bueno, y ahora, toca empezar el trono del Cristo del Amor, diseño de Fernando Prini, como el del Cristo de la Redención, Resucitado y Virgen del Carmen. Se ha convertido en el tallista 'de cabecera' de Prini.
-Sí, es curioso. De todas formas, no soy su tallita 'exclusivo'. Fernando anda realizando otros proyectos de tronos de madera ¡y no los voy a hacer yo! Ya le digo, simple casualidad. No obstante, es un honor trabajar con diseños magníficos y con visión real, como los que él hace.
-Cómo afronta esa obra? ¿Qué dificultades técnicas puede encontrarse?
-Cuando alcanzas cierta pericia profesional, las dificultades técnicas quedan en segundo plano y se dan por descontadas. Una complicación buscada, si se puede usar el término, es que cada elemento ornamental de este trono será distinto. De la misma forma que los tronos de la Redención, Remedias, Consuelo, Crucifixión... también usan esa fórmula. Así creo dotar de más quilates artísticos al conjunto para el Crucificado victoriano.
-Como acaba de decir, usted es partidario del uso mínimo de la máquina. Prefiere que cada pieza esté tallada para que ninguna sea igual, algo que no es habitual en el resto de tallistas. Este método le da más trabajo, ¿no cree?
-Ya le digo, cuando inexorablemente hay que hacer algo repetitivo, una cenefa corrida, una moldura, lo que hago es tallar medio metro, y los restantes 10, 14 metros que se sean necesarios par completar el trono se los encasqueto a mi fieles compañero de taller Antonio o Ángel. «¡Ahí tenéis, os toca, que yo paso!». Ya comprende por qué me gusta tan poco hacer cabezas de varal. ¡No puedo! De cualquier forma, no creo que haya que demonizar la máquina de punto. En elementos repetidos puede ser válida para abaratar costes. Si realmente nos pusiéramos exquisitos con el uso del copiador, tampoco tendríamos que usar el taladro eléctrico para hacer boquetes y decantarnos entonces por un más clásico berbiquí manual…
-Su firma también se encuentra en la provincia de Málaga. ¿Qué obras tiene?
-Acabamos de terminar el trono para la Resurrección de Vélez-Málaga. Los cofrades de allí, una de las corporaciones más cercanas y familiares que conozco, han quedado muy satisfechos. Para otra Semana Santa tan señera como es Antequera estoy haciendo el trono para la Virgen del Consuelo, segundo diseño de Javier Sánchez de los Reyes que ejecuto y otro diseñador puntero del que dan ganas de materializar sus proyectos. Fíjese, cuando visité la exposición de Antequera en la Colegiata y vi tantas peanas de calidad me dije: «madre mía, Manuel, tengo que fajarme duro para que el nuevo trono esté acorde con esta Semana Santa». Y ahí estamos. Otro trono que a va ser tallado sin repetir ningún elemento. Y estoy disfrutando mucho haciéndolo.
-¿Considera que, por lo general, hay un encasillamiento de las formas y diseños en los tallistas actuales?
-No crea que estoy muy pendiente a lo que se va haciendo actualmente, pero de vez en cuando mi hermano Jesús, más al día que yo de cualquier novedad cofrade, me pasa obras que se están haciendo muy interesantes y novedosas.
-¿El trono/paso de 'bombo' ya es historia?
-¡A mí me encantan los 'bombos'! Una Sangre de San Benito, una Salud de la Candelaria… son increíbles. En Málaga tenemos muy buenos conjuntos. La Cena del mejor Guzmán Bejarano de los 70, el trono del Señor de la Esperanza en su Gran Amor, con la mejor talla de los Hermanos Caballero es fantástico y goza de una estampa preciosa para el Crucificado. El otro tema es que yo, 'motu proprio', no haría un trono con esas formas. No tengo ningún tipo de motivación en hacer un 'bombo'. Y sí es cierto, como dice, que lo fórmula tiene visos de agotamiento. Le he dicho que no haría 'bombos', pero esto tiene una salvedad: mi buen amigo, y enamorado de la talla en madera, Antonio Pino, me regaló un día algo muy preciado: fruto de sus continuos viajes a Sevilla para seguir la ejecución del trono de su Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario por Antonio Martín Fernández, éste le tenía cierto aprecio y le dio algo increíble: un diseño original e inédito del maestro: un paso de bombo o canastilla 'made in Antonio Martin' que un buen día Pino tuvo a bien a regalármelo con la esperanza de que pudiera ser usado para llevarlo a la realidad. No estaría mal honrar al maestro con la ejecución de un trono guardando al máximo sus formas, que casi sé de memoria. Ese 'bombo' sí lo haría yo.
-Por cierto, siempre hay música en su taller. ¿Qué escucha cuando trabaja?
-El tiempo es tan limitado y las inquietudes tantas, que el dedicar muchas horas a tallar te limita a hacer actividades intelectuales adicionales. A veces me pongo audio libros mientras voy tallando o escucho conferencias o intento aprender inglés, pero nada se puede comparar a la música. Puedes hacer lo que sea, que siempre la tendré de apoyo. Y siempre está ahí. Le sorprendería las estadísticas de horas de música anuales consumidas medidos a través de una conocida plataforma de música en línea fruto del hilo musical perenne puesto en el taller.
-¿Quiénes son sus referentes en el campo de la talla?
-Antes de dedicarme a la talla, tenía como referentes e idealizados a tres titanes: Guzmán, Antonio Vega y Antonio Martín. Todo cambió para mí cuando 'descubrí' a Felipe Fernández del Castillo, a Luis de Vilches, Balbás, a Duque Cornejo... ya le decía: no sé cuántas horas de estudio presenciales, delante de los retablos de estos maestros habré pasado. Una anécdota graciosa ocurrió en el convento de la Concepción de Marchena, que cuenta con un formidable colección de retablos, además sin dorar, pudiendo así aprender todavía más. Pues bien, una vez fui a sacar una entrada, no recuerdo el importe, poco dinero. Cuando fui a pagar con un billete grande y darme las hermanas el cambio les dije: «no, quédenselo». Sorprendidas, les dije: «es que voy a estar mucho tiempo en la visita». Me miraban muy raro a través de aquellos barrotes toda la mañana delante de aquellos retablos.
-¿Luis de Vicente ha sido el mejor tallista de todos los tiempos que ha dejado obras en Málaga?
-A nivel de ornamentación, Luis Ortiz de Vargas y, sobre todo, posteriormente, quizá haya sido Felipe de Unzurrúnzaga, autor de yeserías como las del bajo coro de Santiago el mejor en este sentido. A nivel cofrade, efectivamente, Luis de Vicente, su arte, sus diseños fueron maravillosos. Otros tallistas han dejado aquí buenas obras son Guzmán Bejarano con la Cena, y la suerte de tener en nuestra ciudad con cinco tronos de Antonio Martín Fernández. Lástima que, quizá, no contemos con alguna producción capital en la trayectoria de Martín. No tenemos una Yedra de Jerez, una Coronación de Córdoba o unas Penas de Triana, pero no dejan de ser magníficas tronos los que en Málaga tenemos de un artista con un nivel medio de ejecución superlativo.
-¿Quizá Pedro Pérez Hidalgo fue mejor tallista de lo que algunos puedan pensar?
-En un trono procesional tenemos que analizar, básicamente, dos aspectos. Por un lado, observar cómo esté ejecutado el conjunto, cómo sea la calidad de las tallas y ornatos, la pulcritud de los acabados, etc. Y por otro lado, la composición general de la obra. Que cuente con armonía y que ostente euritmia. Lo ideal es que un trono esté exquisitamente ejecutado y que su impronta, que la imagen o grupo escultórico, queden realzados una vez plantados en dicho trono ideal. Pero, si no tuviéramos esto es, sin duda, preferible contar con un conjunto armonioso, aunque la ejecución no fuera muy loable, que el caso contrario, en Málaga, contamos con tronos con una maravillosa talla y ejecución, pero en la calle no funcionan por fallarle las proporciones. Pues bien, Pérez Hidalgo fue como dice, sin duda, un gran compositor, cuya obra no llegó, pues la ejecución final, la interpretación, presentaba serias carencias.
-Cómo ve el catálogo de tronos en la Semana Santa de Málaga actual?
-Lo considero muy completo y loable. Es cierto que todavía hay muchas mejoras pendientes, también es eso muchas veces el motor que mueve y aglutina a un grupo cofrade, el de mejorar el patrimonio, pero, en definitiva, nos tenemos que jactar de contar de una gran variedad y calidad de andas: del modelo de trono de Salesianos al del Sepulcro, tan distintos, por ejemplo. Se abre un amplio espectro donde campean los distintos diseños de tronos procesionales que tenemos en nuestra ciudad. No puedo asegurarlo, porque tampoco conozco en profundidad muchas semanas santas de España, pero dudo que haya alguna que cuente con nuestra heterogeneidad.
-¿Se ha cambiado algún trono que considera que no debió sustituirse?
-Más que cambio, alguna modificación en medidas me ha gustado menos. Todo lo que sea buscar una proporción cuadrada entre el ancho y el largo es absurdo y contraproducente para las teóricas mejoras que pretenden alcanzar. En sustituciones integrales como tal, ya pasó mucho tiempo, pero el antiguo trono de la Virgen de la O, que procedía a su vez del Gran Perdón, tenia una fuerza, personalidad y calidad muy superior al posterior que se ejecutó en orfebrería.
-Si tuviera que quedarse con un trono de madera de la Semana Santa de Málaga, ¿con cuál se quedaría y por qué?
-Hace algunos años tenía especial predilección por el de la Virgen de Gracia, pero la desafortunada modificación de sus perfectas proporciones iniciales, contra el criterio del propio autor, hicieron para mí perder enteros, aunque continúa siendo un conjunto de una altísima calidad. El trono del Cristo del Rocío (Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario) es muy bueno. Me fascina también la composición del de la Buena Muerte, pero si me tengo que quedar con uno en madera lo tengo claro: el de la Virgen de la Esperanza.
-Imagino que sueña con hacer un retablo.
-Claro que sí. Y mi voluntad es llevarlo a cabo, si Dios quiere. Pero si llega ese momento y me encargo del diseño, nada de retablos de estipites tetrástilos y entrecalles. ¿De qué manera podría hacer yo así algo mejor que el mayor de Umbrete, los de Santa Prisca de Taxco, o el de la Antigua de Granada? No. No podría hacer algo mejor haciéndolos de esa manera. Mis pasos irían en otro camino.
-Es un trabajador incansable. ¿No le pesan las horas que pasa en el taller?
-La Inglaterra victoriana, esa sociedad en la que los adelantos técnicos e industrialización amenazaban con una alienación cada vez mayor del trabajador vio la aparición de la, en principio secreta, Hermandad de Prerrafaelistas, cuyas obras son tan admiradas hoy. Estos artistas pensaban, y con razón, que el trabajo, la producción y eficiencia laboral debían ir unidas a la felicidad en el mismo. Censuraban la degradación del operario convertido en máquina y creían en el evangelio del trabajo si éste daba placer a nuestras vidas. Cuando llevas seis o siete horas en el taller, ya es tarde y te tienes que ir y te dices a ti mismo «mierda, me tengo que marchar», sabes que ese trabajo no es tal, sino disfrute para ti y tus sentidos.
-Pero ahora que es padre ve la vida de otra forma, ¿verdad? ¿En qué le ha cambiado?
-Cualquiera que haya sido padre podrá situarse en mi pellejo y calibrar cómo se modifica la escala de valores. Sueño con llevar en brazos a mi Perseo y llevarlo a ver cuando sea más grande y entienda lo que su padre pudo hacer.
-¿La constancia es imprescindible para que un artista 'crezca' o se puede ser buen artista a ratos?
-Hay un latinismo, un curioso juego de plantas que me encanta y uso mucho: 'Persevera, per severa, per se vera'. «Persevera, a través de las adversidades, porque ese es el camino» es la traducción no literal y que nos ayuda a comprender la importancia de la constancia en el trabajo que cita. Así llegaremos al final del camino; ya sabe, 'Ad astra, per aspera' (A través del esfuerzo, el triunfo).
-He disfrutado mucho haciéndole esta entrevista. Podría preguntarle más cosas.
-Pues le damos una vuelta, empezamos desde el principio. ¿O no es la naturaleza un continuo nacer, crecer y morir? Un 'perpetuum mobile' (movimiento perpetuo).
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