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La pandemia del coronavirus, que llegó si que nadie la esperase y que se ignora cuándo se irá, nos confinó durante la Semana Santa del año pasado y en la de este, aunque podemos salir y movernos con cierta normalidad, tampoco nos permitirá disfrutar de las procesiones. Las imágenes no recorrerán las calles, pero al menos se puede ir a verlas a las iglesias y las casas hermandad, algo que en 2020 no fue posible. Las cofradías, conscientes de que hay muchas ganas de vivir todo lo que rodea a la Semana Santa, han trabajado para que la esencia y la pureza de esta se mantenga, independientemente de que no haya cortejos procesionales y todo se limite al culto interno. Las circunstancias son las que son y no se puede hacer otra cosa que adaptarse lo mejor posible a unos tiempos muy convulsos en lo sanitario y en lo económico.
Mientras el virus siga ahí, agazapado como una fiera dispuesta a devorar a su presa al más mínimo descuido, solo cabe cumplir a rajatabla las normas fijadas por las autoridades sanitarias. La devoción y la prudencia deben ser la pauta a seguir en esta Semana Mayor atípica en la que no habrá nazarenos dejando un reguero de cera, ni tronos mecidos o levantados a pulso, ni se verán vaharadas de incienso con forma de nubes blancas llenas de olor, ni se escuchará a los paracaidistas entonar 'La muerte no es final', ni los legionarios cantarán 'El novio de la muerte', ni habrá saetas a pie de trono... A pesar de todo lo que nos faltará, la Semana Santa seguirá siendo lo que es: un fenómeno de masas, un modo de entender la fe para los creyentes y un espectáculo impresionante e inigualable para los que no creen, pero que no pierden detalle de la transformación que envuelve a Málaga entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección. Si miramos el calendario solo son ocho días, pero si nos dejamos llevar por las emociones, los sentimientos y los recuerdos, el tiempo es imposible de cronometrar.
Esta Semana Santa, la segunda que la pandemia frustra las procesiones, hay que vivirla con la esperanza y la ilusión de que sea la última sin que las imágenes salgan a la calle. Y, la vez, es imprescindible, porque nos va la salud en ello, extremar la precaución, mantener la distancia física entre las personas, llevar la mascarilla puesta tanto en el exterior como en el interior, usar el gel hidroalcohólico y, en definitiva, comportarse con cautela y poniéndoselo muy difícil al Covid.
Debemos aprender de los errores cometidos en Navidad, cuyos excesos favorecieron la llegada de la tercera ola del coronavirus, dispararon los contagios, llenaron los hospitales y se cobraron la vida de muchas personas. Como el riesgo de una cuarta ola está muy presente, y en tanto que se llegue al tan ansiado 70 por ciento de la población inmunizada mediante la vacuna, es preciso seguir la recomendación del presidente de la Agrupación de Cofradías, Pablo Atencia: «Hay que ser responsables y huir cuando se produzca la más mínima aglomeración». Respetar las normas sanitarias es el mejor remedio para frenar el avance del virus en Semana Santa y siempre.
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