El origen del fervor a Jesús de Medinaceli se remonta a fines del siglo XVII cuando, como si de otro cautivo cristiano en poder de los sarracenos se tratase, la imagen fue recuperada por los frailes trinitarios, que la convirtieron en uno de sus referentes devocionales más importantes y de mayor prestigio. Aunque este hecho concreto está bien cimentado histórica y documentalmente, el ideario popular aportó a la crónica elementos fabulados que, en su mayor parte, son deudores del texto de una comedia en verso escrita en 1776 por el religioso trinitario Juan de Jesús María.
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En su versión más simple, una de estas leyendas urdidas cuenta cómo los moros que la tenían en su poder pidieron a los religiosos por recuperar la escultura su precio en oro y ocurrió que, con solo tres piezas, la báscula donde esta se encontraba depositada se equilibró milagrosamente. De ahí la costumbre de depositar en la anual visita al Señor tres monedas en el cepillo formulando por cada una de ellas un deseo, de los cuales, según se cree, será concedido uno.
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