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MANUEL GARCÍA
Lunes, 15 de abril 2019, 00:55
Uno de los actos más singulares que se celebraban en la Semana Santa contemporánea era el piadoso vía crucis que la Hermandad de Pasión realizaba en la tarde del Viernes Santo durante veintitrés años (1945-1967) en la céntrica plaza del Obispo.
Según las ... referencias publicadas en la prensa de la época, en el año 1951, en medio de un silencio sobrecogedor sólo roto por los himnos y canciones de penitencias, los penitentes llevaron la imagen de un crucificado de dimensiones reducidas, comprado en los Talleres de Olot, en unas pequeñas andas realizadas por Cristóbal Velasco hasta una plaza del Obispo atestada de público. Las escalinatas de la Catedral y la fachada de los edificios colindantes estaban llenas de devotos.
La voz del obispo de la ciudad, Ángel Herrera Oria, comenzó a oírse a través de los micrófonos y altavoces instalados por diferentes zonas del enclave al asomarse al balcón e iniciar la lectura de las catorce estaciones del vía crucis. Cada uno de los rezos llevaban aderezados su correspondiente meditación, cargada de profundidad teológica y litúrgica, y la devoción a la muerte de Cristo, a los dolores que pasó en el Calvario y en la cruz, y a los de su madre, tras cuyas meditaciones los fieles que se reunían ante el primer templo de la ciudad prorrumpían en cánticos.
Culminado el acto, la cofradía se dirigió en desfile de penitencia a su iglesia por el itinerario más corto, es decir, calle Santa María, Granada, Santa Lucía y la parroquia de los Santos Mártires.
El acto constituyó una de las pruebas más evidentes de fervor y de piedad del pueblo de Málaga, y al mismo se congregaron los hermanos y cofrades de las distintas cofradías malagueñas.
«Los hermanos que portaban las andas iban ataviados con túnicas y con la cara tapada con capirotes que les caían sobre la espalda», algo muy característico de esta hermandad y que mantiene en nuestros días con los capillos que lucen los hombres de trono.
Alrededor, penitentes portando hachetas, acompañaban a la imagen del Cristo de regreso a su templo y ante la autoridad eclesiástica, mientras los fieles rezaban de rodillas durante la lectura de las estaciones del vía crucis, que en más de una ocasión eran leídas por el director espiritual de la cofradía, Luis Vera.
El vía crucis desapareció cuando no pudo compatibilizarse con los nuevos horarios de los oficios que se celebraban en la Catedral.
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