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El Cristo de la Redención y la Virgen de los Dolores ya se encuentran en la parroquia de San Juan. La imagen mariana, que cerraba el cortejo de traslado, entraba en su templo a las 22.10 horas, después de que ambas efigies permanecieran refugiadas ... en la Catedral, a causa de la lluvia, desde la noche del Viernes Santo, día de su estación de penitencia, hasta la tarde del Domingo de Resurrección. Por tanto, el tiempo ha querido que los titulares de esta corporación, un Crucificado difunto y una Dolorosa con semblante dramático, cierren este año la Semana Santa, coincidiendo con la apertura del tiempo de pascua, ya que la procesión del Resucitado tampoco salió a la calle. O dicho de otro modo, este Domingo de Resurrección, lluvioso, también, durante toda la mañana y parte de la tarde, mostraba, plásticamente, la paradoja que ofrece la fe cristiana cuando señala que la muerte es vida.
La estancia más larga del Cristo de la Redención y la Virgen de los Dolores en la Catedral ha durado, en concreto, 46 horas y 35 minutos. La irrupción de la lluvia el pasado Viernes Santo fue la causante de este prolongado refugio, que comenzó en el momento en que la archicofradía se encontraba haciendo estación de penitencia en su interior, aunque, con las primeras gotas, la sección del Señor ya había avanzado hasta el patio de los Naranjos, con la imagen de Miñarro en la misma puerta de las Cadenas para emprender el rumbo hasta San Juan, y la Dolorosa barroca se hallaba subiendo la rampa de Postigo de los Abades que conduce a la puerta del Sol de la basílica catedralicia.
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Dada por finalizada la estación de penitencia y con los tronos camino del trascoro, el deán de la Catedral, José Manuel Ferrary, quien, además, es hermano de la corporación, pidió por megafonía «respecto a la archicofradía» y anunció que las imágenes regresarían a su templo «mañana», avisó; es decir, el Sábado Santo. Sin embargo, la inestabilidad atmosférica prosiguió al día siguiente, por lo que la hermandad, con el visto bueno de la delegación diocesana de Hermandades y Cofradías y, por supuesto, el propio Cabildo, decidió finalmente efectuar el retorno a su sede canónica este Domingo de Resurrección a partir de las 20.15 horas. Eso sí, en este caso, sin nazarenos, con la cruz alzada y el guion como únicas insignias, y sin música de ningún tipo, aunque manteniendo el itinerario del Viernes Santo; esto es, salida por Patio de los Naranjos, para continuar por San Agustín, Duque de la Victoria, plaza del Siglo, plaza del Carbón, Granada, plaza de la Constitución, Especería, Cisneros, Fernán González y Calderón de la Barca hasta la parroquia de San Juan.
Después de una Semana Santa aciaga, en cuanto a procesiones se refiere, con la suspensión de 23 cortejos a causa de las previsiones de agua en Málaga, el traslado de los titulares de la Archicofradía de los Dolores, junto con la mejoría del tiempo, por la tarde, aunque con más frío que en días anteriores, invitaban a cientos de personas a echarse a la calle este Domingo de Resurrección para acompañar a las imágenes del Cristo de la Redención y la Virgen de los Dolores, que, como el Viernes Santo, figuraron en sus tronos procesionales, que marchaban a un ritmo ágil. Monte de musgo y algunos lirios morados para el Crucificado, y claveles blancos alineados en piñas con forma de fanal para las ánforas laterales y lisiantum para las jarritas del frontal del trono de la efigie mariana.
El cortejo lo abría la cruz alzada y, a continuación, le seguían 42 hermanos con cirios rojos y el cuerpo de acólitos antecediendo al trono del Cristo de la Redención, llevado, en este caso, por portadores con traje oscuro, al igual que Virgen. El sol se asomaba tímidamente cuando la imagen del Crucificado pisaba el patio de los Naranjos. Eran las 20.22 horas. En medio del silencio se podía escuchar el crujido de la madera de las magníficas andas procesionales. Y ocho minutos más tarde salía la Dolorosa, que iba acompañada de 66 hermanos con cirios blancos y, entre esta sección, el guion corporativo escoltado por la mesa de gobierno de la archicofradía con bastones, con su hermano mayor, Alejandro Cerezo, al frente, y cerrando filas, el cuerpo de acólito, con cuatro ceroferarios.
Las imágenes recibieron el calor del público cofrade, pese al frío de la noche, desde la partida desde la Catedral hasta la llegada a la iglesia de San Juan, donde la Virgen de los Dolores entraba a las 22.10 horas, aunque, unos minutos antes, en la curva de Calderón de la Barca, Luz María había cantado una saeta, la última de la Semana Santa para inaugurar el tiempo de gloria, a la que el público respondió con su silencio, como exige el carácter de esta archicofradía que goza de un sello inconfundible.
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