Hoy es Lunes Santo pero cómo han cambiado nuestras preocupaciones, cientos de detalles que creíamos tan importantes que nos estresaban y nos ocupaban en cada uno de ellos para que todo saliera perfecto. Hoy es Lunes Santo pero no llenaremos la iglesia de San Agustín ... para la misa de estatutos, ni el rector de la UMA nos hará entrega de su báculo de mando de la Universidad de Málaga para que el Coronado de Espinas ejerza en la calle, como cada año, su cátedra divina que ya imparte cada día desde el cielo, ni podremos hacer la estación de penitencia en la plaza del Obispo, ni pasaremos el calor de la tarde bajo nuestras túnicas acompañados por una pléyade de niños que llenan el atrio de la Catedral con un mar de capirotes verdes y burdeos, ni la gran petalada en la calle Císter a la Reina de Gracia y Esperanza. La tristeza y la nostalgia se apodera de nosotros, no ya por lo que se nos priva, sino de no haber podido disfrutar quizás, aún más si cabe, de lo que hoy tanto echamos de menos: del encuentro, de los preparativos y de los nervios, del peso de los tronos, del recogimiento bajo el capirote, de disfrutar del esfuerzo y de cada paso, de lo cotidiano, de los abrazos y de los besos, de haber sido ricos sin saberlo.
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Nada es lo mismo, ni tan siquiera parecido, la amenaza no es el tiempo ni la lluvia más certera, es el no poder tocarnos, ni sentirnos para revivir como cada año lo pasado como desde hace tanto lo vivido, para rememorar lo nuestro con los nuestros ahora mayores o que ya se han ido, que nos llevaron de la mano como hicimos, como hacemos para proclamar aquello que somos, nuestra fe, nuestra tradición y nuestras convicciones que estrechan lazos entre todos, los que creen y los que no creen, los de dentro y los de fuera, entre familiares y amigos.
Pero la pena no es más grande por no poder estar a Su lado, ni tan siquiera por no verles sino por no poder proclamar al mundo una vez más la fuerza de los sentimientos compartidos, que nos hace iguales, tal como somos, al menos por un día. La pena no es más grande ni es más mía, es la del sufrimiento causado y el miedo, el miedo a la enfermedad de los que más quiero, de los mayores en soledad y de los desvalidos que menos armas tienen para luchar y de los que no conocemos sus nombres y apellidos, el miedo al miedo del día después y al incierto futuro que no se despeja cuando queremos porque siempre nos pilla desprevenidos.
No hay tiempo de espera ni treguas, nos tenemos que preguntar no solo por lo que será de nosotros sino qué podemos a hacer por ellos, desde casa, desde el ordenador, o las Apps más punteras, desde nuestra oración o pensamientos, hay mucho que hacer y ya estamos en ello. Somos cofrades de Estudiantes, somos cofrades y la procesión la tenemos que llevar también por dentro, para hacer de este Lunes Santo una pausa y no un lamento, para agradecer a nuestros ángeles de la guarda vestidos de sanitarios, camioneros, cajeras de supermercado, enfermeras, productores, policías o bomberos nuestra salud y subsistencia diaria, para desbordar de amor y cariño a los nuestros y sobre todo a aquellos de los que menos se acuerda nadie en estos duros tiempos y que ahora son los que de verdad visten la clámide sobria y manchada de sangre del Coronado de Espinas.
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