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andrés camino
Jueves, 14 de abril 2022, 19:06
En 1924 se constituyó esta Cofradía de la Sagrada Cena, que en su origen estuvo muy vinculada a los empleados de la antigua Compañía de ... Ferrocarriles, a cuyo frente estuvo la figura de Miguel Luque Paredes, su primer hermano mayor, que consiguió, apenas un año después, realizar la primera salida procesional desde el Santuario de Santa María de la Victoria, donde canónicamente se había erigido.
Siguiendo las directrices por entonces imperantes, aquel puñado de entusiastas cofrades encargó el grupo escultórico al escultor valenciano Pío Mollar, quien lo ejecutó en un corto espacio de tiempo.
Las trece figuras, todas sedentes, eran de talla completa, luciendo sencillos estofados en oro.
El conjunto, claramente inspirado en buena medida en el famoso grupo de Francisco Salcillo que desfila en la mañana del Viernes Santo murciano formando parte de la magna procesión de la Cofradía de Jesús, figuraba sobre un trono ejecutado por el taller de Arte Valenciano.
Consistía éste, en realidad, en un simple basamento de poca altura y escueta decoración.Tanto el apostolado como el trono salieron indemnes de los acontecimientos antirreligiosos de la década de los treinta, aún cuando en 1939 se presentó como novedad la restauración de todas las imágenes y el estreno de unas nuevas andas que fueron ejecutadas por el hermano de la cofradía Manuel de la Pascua Díaz-Sutil.
Las mismas, aunque seguían parecidas líneas a las anteriores, eran de mayor tama ño, capaces para ser portadas por ciento treinta hombres, lo que en su momento causó el asombro de una ciudad, que vería progresivamente aumentar de proporciones la generalidad de los tronos de su Semana Santa.También en ese mismo año de 1939, quedó incorporada como segunda titular, María Santísima de la Paz.
La entonces conocida como Hermandad Ferroviaria se fue consolidando como una de las más punteras de la ciudad, y plenamente enraizada en el barrio de la Victoria, al que no obstante, abandonó en 1967 para construir una capilla propia y aledaña a la estación de trenes, como concesión a sus orígenes fundacionales y a su estrecha vinculación con la RENFE.
En este edificio, de características meramente funcionales y construido con ladrillo visto, vivió la tragedia del incendio que se declaró el 28 de diciembre de 1969, cuando se celebraba la misa dominical. En cuestión de muy poco tiempo las llamas consumieron todas las imágenes, el retablo neogótico que adornaba el presbiterio y ambos tronos. Este suceso, que marcó un antes y un después en la historia particular de la Hermandad de la Cena, supuso la reconstrucción de prácticamente todo el patrimonio cultual y artístico de la misma.
Afortunadamente, la ciudad entera y diversos estamentos estuvieron a la altura de las circunstancias y ayudaron a paliar en breve tiempo los efectos del desastre.
De esta forma, pudo sufragarse el nuevo grupo escultórico que fue encomendado a la pericia del, por entonces, jovencísimo imaginero Luis Álvarez Duarte, que lo concibió para vestir. En esta crucial etapa, la hermandad fue asesorada artísticamente por Juan Casielles del Nido, miembro de la misma y autor de los diseños de los nuevos tronos que vinieron a suplir a los destruidos, realizados el del Cristo por el entallador Guzmán Bejarano, y el de la Señora por el taller de orfebrería de Villarreal.
El 21 de enero de 2006, fue bendecida la nueva casa hermandad de la Cena enclavada en Puerta Nueva, construida al verse obligada a abandonar la capilla de la explanada de la Estación por la remodelación de dicha zona. Aunque en un principio la idea era venerar en sus dependencias las imágenes titulares, finalmente en cabildo de hermanos se aprobó la propuesta de trasladar los mismos a la cercana parroquia de los Santos Mártires, donde han pasado a ocupar este año la capilla de Santa Gema tras estar anteriormente en la consagrada al Corazón de María.
Como se indicó anteriormente, la cotitular de la Cofradía de la Cena quedó incorporada a la veneración y al título de la misma a partir del año 1939, recién acabado el terrible periodo de la Guerra Civil.
Los hermanos habían confiado la labra de la imagen al escultor granadino José Martín Simón, que atendiendo a la advocación escogida de la Paz, concibió una Virgen serena, sin aspecto de Dolorosa, que sostenía en su diestra una paloma en recuerdo del relato bíblico de Noé, el santo patriarca que soltó una de estas avecillas para cerciorarse de que las aguas del diluvio se habían retirado de la tierra, conociendo con ello como Dios había restablecido la paz con el género humano.
La efigie en cuestión no fue del completo agrado de los miembros de los comisionados de la Academia de Bellas Artes de San Telmo, que la consideraron de pobre modelado. Este dictamen obligó a la hermandad a devolverla a su autor quien tuvo que proceder a su retallado y embellecimiento, obteniendo por fin en 1940 el plácet de los técnicos, con lo que pudo procederse a su bendición y puesta al culto.
Ese mismo año comenzó a salir sobre un trono de reducidas dimensiones y sencilla prestancia, tallado por el malagueño Francisco Palma Burgos. La gran particularidad del mismo la constituían las barras de palio que se presentaban completamente forradas de flores, un recurso imaginativo muy propio de una época difícil y plena de carencias.
En la Semana Santa de 1949 estas andas fueron sustituidas por un trono de grandes proporciones y de talla en madera sobredorada mucho más elaborado, construido por el artista sevillano José San Juan Navarro, el mismo que a mediados de la década de los veinte había labrado el grupo escultórico del Sagrado Descendimiento de la iglesia de la Merced.
Coincidiendo con su estreno, María Santísima de la Paz había sido sometida a una intensa restauración por parte del escultor malagueño Adrián Risueño, quien además la dotó de una nueva policromía.
En la Navidad de 1969, el incendio fortuito que se produjo en la capilla de la Cena destruyó esta efigie, aunque la hermandad conserva su busto carbonizado como reliquia devocional. Fue sustituida por una Dolorosa, obra de Luis Álvarez Duarte, siendo la primera de las que posteriormente realizaría con destino a la ciudad.
Fue procesionada por vez primera en unas modestas andas en la tarde del Domingo de Ramos de 1970, tras haber sido bendecida en la víspera de la festividad de San José de ese año. Esta imagen fue sufragada y donada por la totalidad de cofradías malagueñas en un gesto de fraterna solidaridad.
Suele portar en su mano izquierda un ramo de olivo de labor de joyería como atributo de su advocación, desechada ya la paloma que llevaba la anterior efigie de la Virgen de la Paz.
El artista Juan Casielles del Nido diseñó para ella el actual trono, ejecutado en los talleres sevillanos de Villarreal, y que recrea en sus líneas el desaparecido de Navarro San Juan. En su cajillo figuran los bustos de los doce apóstoles y una capilla con una reproducción de Santa María de la Victoria, miniaturas todas realizadas en madera tallada policromada y estofada por Rafael Barbero. En cuanto a los bordados del palio y manto, todos sobre fondo azul de terciopelo, fueron realizados por el extinto taller malagueño que regentaban las Hermanas Adoratrices.
En los últimos años, María Santísima de la Paz, conjuntamente con las imágenes del Señor de la Cena y el apostolado que lo acompaña, fue sometida a una intensa restauración por el taller de Estrella Arcos. La cofradía acomete actualmente una nueva reparación de las imágenes titulares y el grupo escultórico a cargo del que fue su autor, el hispalense Luis Álvarez Duarte.
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