La Virgen de Gracia y Esperanza cumplió el pasado mes de abril 75 años de historia como titular mariana de la Hermandad de los Estudiantes. Por este motivo, la efigie protagonizará este sábado, 19 de octubre, a partir de las 18 horas, una procesión extraordinaria que, además de servir de reclamo de la conmemoración, gozará de un alto componente emocional, al señalarse, en su recorrido, cuatro enclaves que han marcado la historia de la corporación: la calle San Agustín, donde esta entidad nazarena dio sus primeros pasos y donde permanecieron sus imágenes durante un tiempo mientras duraban las obras de restauración de su sede; la plaza de la Constitución, emplazamiento cercano a su templo y donde se montaba el 'tinglao' para la salida de los tronos; el paso por el convento de las Hermanas de la Cruz, en la plaza de Arriola, en recuerdo a aquellos años, anteriores a la implantación del actual recorrido oficial, en los que las monjitas cantaban a la imagen mariana al paso de la cofradía por este punto; y la plaza del Obispo, rincón icónico de la ciudad, que cada año acoge, en la tarde del Lunes Santo, el tradicional acto penitencial de la hermandad, con presencia del prelado, que, en esta ocasión extraordinaria, también se dirigirá a los hermanos.
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Fue el Domingo de Ramos 17 de abril de 1949 cuando el entonces obispo de la diócesis, Ángel Herrera Oria, bendijo la imagen de la Virgen de Gracia y Esperanza, precisamente, coincidiendo con el establecimiento definitivo de la cofradía en la iglesia del Santo Cristo de la Salud, su sede canónica, después de su paso, con anterioridad, por la parroquia del Carmen, en El Perchel.
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La iniciativa de poner en marcha esta hermandad partió en 1944 de cuatro jóvenes, Enrique Grana Enciso, José Atencia García, Rafael Rubio Hernández y Antonio Rodríguez Vergara, todos ellos estudiantes del colegio de San Agustín. Sin embargo, la corporación no fue de nuevo cuño, finalmente, sino que los cofrades la impulsaron, recuperando una antigua cofradía, por exigencias del prelado, Balbino Santos Olivera, quien era contrario en ese momento a la creación de nuevas hermandades. Esta corporación rescatada, siguiendo los consejos del abogado e historiador Sebastián Souvirón, fue la del Cristo Coronado de Espinas, Nuestra Señora de la Esperanza y San Joaquín, de carácter benéfico y asistencial, que ya existía desde tiempos del Barroco en el hospital de Santa Ana. Al título de la Virgen se le añadió la acepción 'Gracia', advocación eminentemente agustina, su origen en esta segunda etapa, y, además, para evitar coincidencia con la titular de la Archicofradía del Paso y la Esperanza, aunque, en realidad, las connotaciones estéticas que rodean a la imagen estudiantil aluden, sin discusión, al segundo de sus títulos, con el verde como color identificativo de la talla en sus atavíos y en su sección en el cortejo, y con el uso del ancla en broches y en la misma heráldica de la corporación.
El 5 de abril de 1945 se celebró la primera junta de gobierno de la reorganizada hermandad, después de que el Obispado echara para atrás sus primeros estatutos. Y al año siguiente, ya procesionó el Cristo Coronado de Espinas.
La incorporación procesional de la titular mariana se produjo, en cambio, en 1947. La cofradía, por aquel entonces, no contaba con una imagen en propiedad, sino que procesionó ese año y el siguiente a la Virgen de los Remedios, de carácter de gloria, que, para ambas ocasiones, fue ataviada a la usanza de una Dolorosa, algo que no le era ajeno, ya que, también, de forma transitoria, fue la primera titular de la Hermandad Sacramental de la Pasión en 1941. De hecho, fue el escultor Francisco Palma Burgos quien procedió a adaptarla a su nueva función.
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Esta escultura, del siglo XIX, atribuida por el doctor en Historia del Arte Francisco Jesús Flores Matute a las gubias Antonio Marín Sánchez –otros autores la sitúan en la centuria del Ochocientos–, había regresado a la iglesia de los Mártires en la posguerra, después de ser retirada del culto en la década de los 30 del siglo XX por su camarera y llevada a su domicilio, el Palacio Crópani, en la calle Álamos, dado que la nave de la epístola del templo de los Patronos quedó dañada por su hundimiento. Este cambio de ubicación le salvó de los ataques incontrolados al patrimonio eclesiástico en 1931 y 1936.
Durante los dos años en los que la Virgen de los Remedios procesionó como Gracia y Esperanza, esta era recogida exclusivamente para la salida y retornaba al templo de los Mártires al encierro de la cofradía estudiantil. Esta situación de préstamo no podía prolongarse mucho más en el tiempo, por lo que apremiaba la búsqueda de una talla, ya en propiedad, para rendirle culto durante todo el año y, por supuesto, para procesionarla por las calles de Málaga, con estación en la plaza del Obispo. Así las cosas, los dirigentes de los Estudiantes se desplazaron hasta Madrid a la búsqueda de una Dolorosa para convertirla en titular de la cofradía a todos los efectos. Y la encontraron en un establecimiento de objetos litúrgicos, situado en el número 11 de la madrileña calle Bodegueros: Casa Caderot.
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Por entonces, esa empresa surtía gran cantidad de obras sacras en un periodo, durante la posguerra, en el que existía una alta demanda, después de que muchas imágenes, retablos, tronos y objetos litúrgicos fueran pastos de las llamas o desaparecieran durante la década de los 30.
Hay quien afirma que la talla fue regalada a la cofradía malagueña, en 1949, por el propietario del establecimiento, Manuel Cadetot, de donde, por cierto, salió la segunda versión de la Virgen del Traspaso y Soledad de Viñeros, recién concluida la guerra civil y, por tanto, con anterioridad a la efigie de los Estudiantes, aunque la versión más creíble es que la pieza fue donada por el odontólogo madrileño Jesús Martín Sánchez, pariente del entonces hermano mayor de la corporación, José de Guindos Camacho.
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También hay quien advierte que la escultura ya estaba realizada y fue elegida por su parecido a la letífica Virgen de los Remedios. Sin embargo, la similitud que puede apreciarse entre ambas piezas, hasta el punto de que la titular de los Estudiantes imita, incluso, los mechones de pelo que caen sobre el pecho de la patrona de la feligresía de los Mártires, nos hace pensar que esta imagen fue tallada 'ex profeso' por algún imaginero relacionado con la Casa Caderot, tomando el modelo de los Remedios, y, por tanto, de confirmarse esta hipótesis, podría descartarse su producción seriada, tipo de fabricación con alta demanda y bajo coste muy extendido durante la posguerra en este tipo de establecimientos, si bien, hay que tener en cuenta que, durante ese periodo, escultores que luego se labraron un nombre en el campo de la imaginería, también trabajaron para estos negocios. El ejemplo más claro se halla en Luis Ortega Bru, uno de los más célebres escultores del siglo XX, enrolado a los talleres Granda de Madrid durante una época.
La Virgen de Gracia y Esperanza data, por tanto, de 1949, año de su primera salida procesional. A lo largo de estos 75 años, la talla ha sufrido varias intervenciones, algunas de mayor calado, atendiendo a las modas del momento, y otras, consistentes en repintes del rostro, algo muy en boga en las décadas de los 70 y 80.
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En cambio, el primer proceso de importancia se produjo en 1991, por parte del sevillano Carlos Valle Hernández, quien repolicromó la pieza, talló un nuevo juego de manos y realizó los lóbulos auditivos y la zona escapular para otorgarle mayor altura. Esta actuación ya la recogió el catedrático de Historia del Arte Juan Antonio Sánchez López, en la que fue su tesis doctoral, publicada en forma de libro bajo el título 'El alma de la madera. Cinco siglos de iconografía y escultura procesional en Málaga' (1996).
Dos años más tarde llegaría la segunda intervención, a cargo del también sevillano Ángel Rengel López, que retalló el entrecejo y volvió a encarnar la talla, reformas que no gustaron en el seno de la corporación. De hecho, unos meses más tarde, el imaginero malagueño Juan Manuel García Palomo fue, asimismo, requerido por la hermandad para acometer otras actuaciones relevantes que, a la postre, le proporcionaron una mayor belleza, gracias a su repolicromado que, en este caso, se aplicó tras lijar la mascarilla. Debido a esta actuación, la imagen perdió definitivamente su encarnadura original, aunque ganó sobremanera con respecto a las anteriores intervenciones. De este trabajo habló recientemente para SUR.es (leer la entrevista completa) el propio García Palomo, quien afirmó que el encargo le vino de la mano del entonces albacea de Culto de los Estudiantes, «que era vecino mío», aclaró. «Me visitó para decirme que la Virgen se la habían cargado en una intervención anterior, y que no era la misma. Y esto, a quince días de la Semana Santa de 1993. Le dije que me la trajera, aunque no tenía tiempo, pues llevaba para adelante otros cometidos. Me pidió que intentara arreglar algo antes de Semana Santa para luego volvérmela a traer para terminarla. Cuando vi a la Virgen de Gracia y Esperanza ni la conocí. Le advertí que íbamos a hacer un trabajo de policromía para asemejarla a cómo era y después de Semana Santa continuaríamos con el trabajo de restauración. Y así fue. Quedaron muy contentos por la pronta restauración», comentó el imaginero malagueño, al tiempo que reconoció que, tras la Semana Santa, «la dejé en madera y rectifiqué lo que habían hecho en Sevilla, donde intentaron convertirla en una Dolorosa. Yo, por medio de fotografías que este hombre me aportó, intenté asemejarla todo lo que pude a su aspecto de origen. En ningún momento la transformé. Intenté recuperarla», apuntó García Palomo.
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La última intervención llevada a cabo en esta talla la desarrolló el artista benalmadense Francisco Naranjo, conocido por sus trabajos, sobre todo, en el campo de la restauración y la pintura –fue autor del cartel de la Semana Santa de Málaga en 2015–, aunque también es proyectista y ha hecho sus incursiones en la imaginería. Naranjo, que poco antes había actuado en las tallas de las Vírgenes de las Penas y de Consolación y Lágrimas, y del Cristo del Santo Traslado, fue requerido por la Hermandad de los Estudiantes para aplicar una nueva encarnadura, ya que, según los informes previos, la imagen no padecía problemas estructurales, pero sí existía un deterioro polícromo. Además, aprovechando este proceso, se pretendía recuperar sus valores originales, otro de los propósitos de la participación de Naranjo. Este trabajó necesitó incluso, la autorización de la Junta de Andalucía, dado que los titulares de esta cofradía radican en la iglesia del Cristo de la Salud, declarada como Bien de Interés Cultural (BIC).
Jorge Alcántara, hermano mayor de los Estudiantes, declaraba a este periódico (leer la entrevista completa) que la policromía de García Palomo, estaba tornando por los años transcurridos. «Estaba cogiendo un tono aceitunado», aseguraba. La encarnadura original no existía y así lo decía el informe del restaurador. «Había que repolicromar. Por tanto, al aplicar una nueva encarnadura, esto implica un cambio estético importante. Entiendo que hay que tener un poquito de tranquilidad, como lo ha tenido la cofradía, independientemente de que ha habido personas que no han terminado contentos con el resultado y otras sí», explicaba Alcántara, tras el primer impacto que produjo al comprobar el resultado, una vez repuesta la imagen al culto en diciembre de 2021, por su festividad. Evidentemente, con el lijado de García Palomo, la policromía original no existía y cualquier variación cromática iba a llamar la atención. Pero, aunque el detalle era menor, las miradas de muchos cofrades se dirigieron a las cejas, pintadas unos milímetros más arriba de su marcado, a semejanza de la Virgen de los Remedios, efigie que Francisco Naranjo utilizó como referencia. Esta licencia, permitida para buscar una aproximación al icono que pudo servir de modelo para su hechura, causaron opiniones enfrentadas, incluso, en el seno de la cofradía, por lo que esta particularidad fue corregida poco tiempo después. «Estamos muy contentos en la cofradía. El trabajo de Francisco Naranjo es impecable. Nosotros queríamos una intervención en la que no se tocara la imagen con gubia, sino que fuese solo de policromía para que dure cien años», zanjó el hermano mayor de los Estudiantes.
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Aunque la Virgen de Gracia y Esperanza puede encuadrarse en la iconografía de Dolorosa, su relación con la patrona de los Mártires y la ausencia de lágrimas de cristal le otorgan un carácter de gloria.
Asimismo, la imagen presenta un rostro marcadamente juvenil, hoy día, de tez blanquecina, como en su origen. María Santísima baja ligeramente la cabeza y los ojos. Tiene el pelo tallado, sus cejas, finas, experimentan un leve arqueo, su nariz es recta y la boca, de labios jugosos, se mantiene cerrada, experimentando una leve sonrisa, otro signo letífico, mientras que el mentón se rompe en un hoyuelo y el cuello es largo y anatomizado, aspectos que podrán observarse en la calle este sábado, 19 de octubre, cuando la titular de los Estudiantes recuerde, en su salida extraordinaria, los 75 años de estancia en Málaga.
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