Este Jueves Santo no ha podido abrirse en Málaga con el riguroso cortejo de la Hermandad de la Santa Cruz en las primeras horas de la tarde. La Virgen de los Dolores en su Amparo y Misericordia ha permanecido inmóvil, al pie de la cruz del Cristo de la Victoria, sin despegarse ni un solo segundo de su Hijo en el altar que los cobija durante todo el año en la parroquia de San Felipe Neri. Sobrio y elegante a la vez el exorno floral de verdes y algodón en el que las imágenes quedan alumbradas por faroles. La Dolorosa fue restaurada a finales del año pasado por Antonio Dubé Herdugo, hijo del ya desaparecido imaginero sevillano Antonio Dubé de Luque que la talló en 1983.
A las cuatro menos cuarto de la tarde, un cuarto de hora antes de que volviera a abrirse el templo para recibir las visitas de los fieles hasta la celebración de los oficios, los cofrades de Santa Cruz han tenido un momento de oración a solas con sus titulares. En su memoria han tenido los recuerdos de la salida procesional de años anteriores, pero también el padecimiento de las personas que han contraído el coronavirus y de aquellos que han fallecido en esta pandemia. «Hemos pedido especialmente por todos ellos», remarca el hermano mayor, Alberto Stecchini, quien ha vivido el contagio del Covid en primera persona.
«Gracias a Dios apenas si estuve un día mal y solo perdí el gusto y el olfato durante unos cuatro días, lo mío ha sido leve», relata este hermano mayor. Uno de sus dos hijos también se contagió, pero no así el otro ni su mujer. Son las cosas todavía inexplicables de esta crisis sanitaria que está tan presente en las oraciones de cuantos en esta semana pasan ante las imágenes de Cristo sufriente y de su Madre dolorosa.
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