Paquito desata las emociones

En las lágrimas que resbalaron por las mejillas de Jiménez Valverde al finalizar el pregón, se vieron reflejados los asistentes a una exaltación que duró una hora y dieciséis minutos. Desde el primer momento, el pregonero estuvo apoyado por un público entregado que lo recibió con una cerrada ovación que fue el prólogo de lo que estaba por venir. Después, hasta en quince ocasiones fue aplaudido a rabiar, en especial cuando terminó de recitar a un buen número de cofrades históricos ya fallecidos. En ese momento y una estampa nada habitual el patio de butacas, los palcos, las plateas y el paraíso se pusieron en pie con palmas que echaban humo. La escena se repitió al final con casi cinco minutos de aplausos.

Sin desmerecer a sus predecesores, no cabe duda de que el de Francisco Jiménez Valverde es uno de esos pregones que marcan una época y de los que se hablará en el futuro con esa recurrible frase de 'yo estuve en el pregón de Paquito'.

El pregonero tuvo la virtud de tocar la fibra sensible del corazón, de hablarle a los cofrades de tú a tú, de encontrar para cada momento el epíteto ajustado y el verbo apropiado y de hacerlo en un tiempo medido que hizo ágil un pregón que ya ha entrado, con letras de oro, en la historia de las exaltaciones cofrades de Málaga.

Como esos toreros que triunfan en las tardes importantes en los cosos de mayor responsabilidad, Jiménez Valverde fue sacado a hombros, a los gritos de 'pregonero, pregonero', de un Cervantes donde aún resuena el eco de las emocionantes palabras con las que Paquito anunció que ya estamos en Semana Santa.