MANUEL LEÓN

El CAC de Málaga es más que reconocido internacionalmente por la calidad de sus exposiciones y por su apuesta por las tendencias más actuales. Su labor didáctica es también muy significativa y también lo es la atención a la creación malagueña y andaluza. En 2015 el CAC organizó una colectiva en la que participó Manuel León, un artista sevillano, cosecha de 1977, de Villanueva del Ariscal, diplomado en Bellas Artes por la Hispalense, muy diverso en su estilo y lleno de inquietudes. En su obra se aprecia muy bien su afán de exploración de las formas. La diversidad de estilos, la rapidez de su evolución, son una constante que tiene como principio un extraordinario dominio de las técnicas, una calidad pictórica más que notable.

La mejor manera de visitar un museo, incluso de visitar la vida, es asumir el papel de 'flâneur', paseante siempre dispuesto a dejarse sorprender. Baudelaire tiene un texto admirable al respecto. Iba de 'flâneur' por las salas del CAC y me encuentro con una composición de ocho obras que me producen esa perturbación sicológica que es una de las características para reconocer la obra de arte. El 'flâneur' se demora en la mirada y en la satisfacción, en ese placer sobre el que escribió con lucidez Barthes.

Naturalmente me pongo a estudiar a León y agradezco a Fernando Francés y a su equipo que me consigan un catálogo de la colectiva, y a las nuevas tecnologías mucha información; entre ellas, entrevistas del autor. Pertenezco a una escuela crítica, la de filología Española, que atiende todos los factores que afectan a la obra para su mejor análisis.

Afirma León que la cultura popular está muy presente en su obra; entendida de una manera amplia y con un tratamiento libérrimo como en sus obras sobre la Virgen del Rocío y la romería. Hay que adelantar que su acercamiento a estos iconos es, menos mal, lo más opuesto al costumbrismo complaciente y almibarado que tanto daño ha hecho a la realidad compleja de los referentes.

Esas ocho obras tienen a los nazarenos como protagonistas, son acuarelas en lo que se refiere a la técnica. Se trata de un género bastante difícil por cierto y con una magnífica tradición, especialmente en el mundo anglosajón. Los blancos y negros crean un universo de grises, consecuencia del tratamiento de la luz.

León elige obras maestras y las somete a un proceso de nueva creación. Si el resultado es bueno y en este caso es inmejorable, obtenemos el aristotélico placer del reconocimiento y el de la nueva creación.

Vermeer es uno de los grandes maestros de la luz. Su obra es escasa y eso le añade un plus. Son famosos sus interiores en los que se desarrollan escenas domésticas con un detalle milimétrico, con una belleza solo alcanzable a quien calificamos como genio. De 1688 es 'El astrónomo' que se exhibe en el Louvre. La luz penetra desde el lado izquierdo a través de una ventana con cristales emplomados. Un joven, de perfil, posa su mano en un globo terráqueo y se inclina sobre él. Lo que más llama la atención es el riquísimo tapiz que cubre la mesa y en cuyos dibujos la luz juega en matices. Se trata de un gabinete de estudio.

León sitúa el foco de luz en el lado derecho y mantiene la habitación con los mismos elementos que en el cuadro de referencia. La pincelada es suelta y poderosa, sacrifica los detalles en beneficio de la intensidad. El nazareno se inclina y hace el mismo gesto que el modelo. La presencia del nazareno con el hábito completo, incluyendo capirote, es absolutamente sorprendente, misteriosa y sitúa la tradición popular en un lugar culto, científico. Son dos planos que se vuelven irreconciliables: la ciencia y la fe. La luz se estrella en el antifaz y León recurre a la singularización, al humor y a la ironía. La Semana Santa está presente en el mejor arte contemporáneo con nuevas perspectivas.