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ANTONIO GARRIDO
Jueves, 26 de enero 2017, 01:22
Francisco Montero Galvache es un escritor que nació en San Fernando y estudió filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla. Su labor literaria es extensa: novela, artículos, ensayos y esas piezas de difícil definición que llamamos pregones y que, como género mixto que es, demanda correspondencia entre el texto y la forma de decirlo. El escritor tuvo vinculación con el pueblo malagueño del Valle de Abdalajis que lo nombró hijo adoptivo y le dedicó una calle.
Su fama de pregonero fue extraordinaria y recibió elogios de Pemán, Rodríguez Marín y González Ruano, así como de Romero Murube. Tenía una gran facilidad para la imagen poética y pertenece a un grupo de escritores no valorado de manera suficiente por razones extraliterarias.
El eminente doctor y gran amigo Francisco Blanca me ha obsequiado con el número 78, del noveno año, marzo de 1945, de la revista 'Cauces' de la que Montero Galbache era director en ese momento. La revista había nacido en Jerez en 1936 y tras ocho años de vida se había trasladado a Sevilla. Se definía como 'revista gráfica de literatura y actualidades'. Está muy bien editada, con gusto y calidad de papel. Quiero destacar su vocación por Andalucía y también el nivel de sus colaboradores entre los que destaco a Azorín. Estamos ante una publicación solvente.
En este número que la generosidad del doctor Blanca ha hecho llegar a mis manos se dedica una sección especial a la Semana Santa de Málaga, con el siguiente título: 'Páginas gráfico-literarias en homenaje a las festividades religiosas de la bella ciudad mediterránea'. Es significativo que una publicación sevillana se interesara por nuestra celebración y más cuando en 1945 las hermandades malagueñas estaban en un complejo y difícil proceso de reconstrucción después de las tragedias patrimoniales de 1931 y 1936. Tengamos cuidado con prejuicios absurdos, esta revista lo muestra con meridiana claridad.
El alcalde de Málaga en esas fechas es Manuel Pérez Bryan y le formulan cuatro preguntas. En sus respuestas destaca la fe del pueblo malagueño y la importancia de las hermandades, así como manifiesta su predilección por la Virgen de Servitas.
En las páginas se sucede un excelente reportaje fotográfico con imágenes del Nazareno del Paso con cruz lisa y túnica sin bordados, el Sepulcro, Zamarrilla de espaldas, el Cristo de la Humillación, La Virgen de la Estrella; a gran formato, la Virgen de Servitas y la que va en el trono, aquí lo llama paso, del Cristo de la Sangre, los dos titulares de la Expiración, el Rico, el Cristo de la Buena Muerte y el manto de flores de la Virgen de las Penas.
El texto que más destaca es el artículo 'Memoria y fasto de la Semana Santa malagueña' de Sebastián Souvirón, una aproximación emocionada donde la belleza es el término más empleado, donde enuncia algunas advocaciones y momentos como «la llegada a Santo Domingo de la Virgen de la Esperanza.». Esos puntos suspensivos tienen valor de hipérbole, la Esperanza es la fe del pueblo. Cuando se refiere al tema de la tradición afirma: «Lo permanente en la Semana Santa malagueña es otra cosa. Es la bendición del Cristo del Paso a la multitud en la Plaza Mayor, exactamente igual que hace cuatro siglos. Es la sucesión de generaciones de una misma familia en los mismos cargos de una cofradía».
¿Cuál es el momento que más le emociona? Eduardo Guerrero Strachan: La guardia de La Legión. Condesa de Berlanga de Duero: El trono de la Virgen de Zamarrilla. Salvador Rueda: La Virgen de Servitas. Joaquín Díaz Serrano: La Virgen de Servitas. Ricardo Ansaldo: Los 'novios' de la Muerte acompañando a su Cristo y la Virgen de la Soledad; por cierto, a los cofrades los llama 'capillitas'.
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