Imagen de Jesús El Rico, en su trono procesional, el Miércoles Santo. :: sur

SEMANA DE FESTIVIDADES

La Semana Santa es un periodo de tiempo muy arraigado en el imaginario colectivo

ANTONIO GARRIDO

Miércoles, 9 de marzo 2016, 13:28

Érase una vez una señora algo mayor; bastante mayor, con imagen de abuelita, de las que hacen magdalenas a sus nietos, de las que sonríen siempre, de las que solo esperas bondades, buenos consejos, principios sólidos, dulzuras y otras maravillas. La señora tiene una amiga mucho más joven. De ella se dice que entiende mucho de esa cosa tan complicada llamada cultura, de la que todo el mundo opina y que es territorio de charlatanes y engañabobos, de retablillos de maese Pedro; lo cito por aquello de que estamos muy cervantinos.

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La joven está convencida de que tiene que cambiar las mentes de las gentes, las estructuras de la sociedad. Ella cree que es muy revolucionaria y muy moderna. Piensa que el grupo está por encima del individuo. Está segura de que posee la verdad y que todos deben seguirla en sus acciones de gobierno porque es concejala de una ciudad muy importante.

Ya ha tenido problemas pero persiste en su doctrina, sigue su sendero sin desviarse un ápice. Cuando le caen chuzos de punta pide ayuda a la señora mayor que sale sonriendo y la disculpa y la protege. Forman una buena pareja.

Los principios de ambas son muy antiguos, nada que ver con lo que podemos ver en nuestro entorno. Las palabras respeto, libertad, imparcialidad, no están en su diccionario particular.

Uno de sus principios más moderno y revolucionario es el anticlericalismo. Ambas no saben mucha historia y desde luego no conocen la larga tradición patria de los que se llamaron 'comecuras', de los que pretendieron arrasar con la tradición católica del mundo hispánico. No entraré en valoraciones, sencillamente constato una realidad, trágica y cruel en muchos casos.

La Semana Santa es un periodo de tiempo muy arraigado en el imaginario colectivo. Las gentes aprovechan las fechas festivas para hacer lo que mejor les viene. En muchos lugares del mundo son los días en los que se conmemora la Pasión de Jesús y, entre las liturgias que se organizan, están las procesiones, manifestaciones públicas aceptadas y queridas por miles de personas que merecen todo el respeto.

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La joven política equipara la Semana Santa con el Ramadán y con el Año Nuevo Chino; de hecho, se dedican los mismos recursos a las tres celebraciones. Si no fuera sectario y demagógico, sería solamente ridículo.

La democracia es el gobierno de la mayoría y la Semana Santa, como no puede ser de otra manera por razones diversas, es mayoritaria en multitud de ciudades y pueblos.

Por poner un ejemplo, en esa ciudad tan importante la devoción al Cristo de Medinaceli en su basílica y en su procesión es extraordinaria, por cierto, el trono es de Francisco Palma Burgos, un magnífico ejemplo de galeón malagueño.

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Otro de los dogmas de esta fe laica es que cambiando los nombres de las cosas se cambia la realidad que el idioma crea. La última iniciativa o, mejor, broma, es borrar de un plumazo Semana Santa y sustituirla por Semana de Festividades. Los latinos decían en estos casos que había que contener la risa.

Insisto en que si fuera un número del club de la Comedia, de mayor o menor gusto, se podría ver desde otra óptica pero es un intento muy consciente de vaciar de contenido la celebración.

Además, la torpeza es norma. ¿De qué celebraciones se trata? Deja la puerta abierta a que cada uno se imagine lo que quiera. Se cae de su peso o de la mata. La celebración es la Pasión de Cristo.

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Que estas dos señoras respeten las creencias del pueblo que sale en procesión porque le da la real gana.

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