Borrar
Iglesia de Santo Domingo de Málaga en 1910, lienzo de Jesús Romero. :: sur
ELOGIO DE LA CURVA (3)

ELOGIO DE LA CURVA (3)

En torno a la exposición 'Dos visiones del Barroco', de Jesús Romero Benítez y José Benítez

ANTONIO GARRIDO

Miércoles, 2 de marzo 2016, 10:33

La casualidad existe. Estos días se presenta en la galería Cartel una exposición que parece organizada para que pueda seguir desarrollando esta serie de láminas sobre el barroco. Se trata de dos artistas: Jesús Romero Benítez y José Benítez. Ninguno de los dos necesita presentación.

Jesús nos ofrece una serie de óleos en los que se representan interiores de iglesias y conventos junto con tres púlpitos. Las obras se pueden considerar dentro de la línea realista, que es uno de los conceptos más discutidos que existen. Pincelada ágil e investigación de los efectos de la luz natural en estas máquinas poderosas en las que la curva triunfa siempre. Son retablos andaluces; entre ellos, el que presidía el convento dominico de Málaga y el del Carmen antequerano, entre otros.

José realiza una admirable deconstrucción de los supuestos barrocos, los quebranta, los rompe, les da una vuelta de tuerza y así vemos y sentimos la íntima contradicción de la épocas y de su cultura. En este caso es el corral de comedias, el carro triunfal, el dogma, las arquitecturas efímeras. El mundo de Benítez, esa fauna, esos horizontes infinitos que llegan a ser crueles, el uso magistral del blanco, negro y gris están en todo su esplendor de decadencias gloriosas.

El contraste entre las dos visiones es absoluto y complementario al mismo tiempo. El barroco de la opulencia de oros y el de mendigos y derrotas. La columna salomónica en el infinito de su hélice y esa misma columna despojada de pámpanos y hojas, puro hueso de osamentas agostadas por la peste. Sombra de fe en el dogma de la Inmaculada y sensualidad desbocada en el encuentro de los cuerpos, en el toro mítico y en la mujer, siempre deseo. Los ángeles del Carmen y los estípites, agudos ángulos que se hacen curva en las rocallas de los sueños de un discurso sagrado. Fray Félix Hortensio Paravicino haciendo espiral infinita de su verbo encendido en el púlpito de San Zoilo de Antequera.

Construcción altiva para celebrar alguna victoria, pocas en verdad, y para rendir memoria al despojo del rey nuestro señor junto a un fragmento del retablo del hospital de la Caridad de Mañara. Cara y cruz del cansancio que hasta en lo sublime se hace melancolía y paso del tiempo, cantos solemnes y vómito.

Me ha sorprendido y maravillado ver en cuadros lo que llevo pensado tantos años. Esa etapa tan singular y maravillosa de nuestra cultura en la que los disciplinantes sufrían y gozaban, en la que Quevedo escribió el más sublime soneto de amor y los más versos más putescos, en la que Góngora nos dejaba romances populares y destruía el idioma para crear otro nuevo.

¿Queda algo en nuestras cofradías de todo aquello? Casi nada, pero dos ejemplos señeros aún nos muestran la majestad y la riqueza, el gesto de Spinola recibiendo las llaves de Breda, las banderas desplegadas, los metales preciosos.

Avanzan opulentos, imponentes, uno de plata, otro de oro. Son dos galeones de la carrera de Indias. Los palios se mueven con cadencia de velas que la brisa besa. Los arbotantes escalan la luz hasta lo más alto. El fuego de las velas es la simetría caprichosa de la llama. La plata y el oro se hacen curva e infinito y es que dos retablos se han puesto a caminar por las calles de la ciudad. Los hombres se entregan al duro ejercicio de la penitencia. Los varales musitan el son ronco del mar y la ciudad se asombra en un instante de barroco puro. Tronos de los Dolores de la Expiración y de la Esperanza dominicana.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur ELOGIO DE LA CURVA (3)