Alberto J. Palomo Cruz
Sábado, 28 de marzo 2015, 21:06
LA ROSA AMARILLA DE LA VIRGEN DEL AMPARO
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Desde hace muchos años es un distintivo en la cotitular de la Pollinica, la Virgen del Amparo, que sostenga en su mano izquierda una rosa amarilla, cuya procedencia se remonta a la promesa efectuada por Antonia Gallego Rueda, quien se la ofrendaba casi a diario en los tiempos en que la cofradía radicaba en la parroquia de San Felipe Neri.
Cuando esta señora falleció, sus hijos, por indicación suya, mantuvieron su voluntad, si bien al no poder desplazarse con frecuencia hasta la citada iglesia, acabaron por regalarle a la imagen una flor contrahecha de parecidas características que renovaban puntualmente en fechas cercanas a la Semana Santa. Actualmente la Virgen suele lucirla en la iglesia, ya que el Domingo de Ramos porta otra de oro de ley, regalo de María Luisa Martín Reyes. No obstante, para que la presencia de la rosa amarilla no se pierda en ningún momento, los albaceas de la hermandad la colocan ahora bajo la palmera que forma parte del trono de Nuestro Padre Jesús a su entrada en Jerusalén, donde es fácil distinguirla por su llamativo colorido.
Resta decir que, como no hay puras casualidades, la casa hermandad construida recientemente por la Cofradía de la Pollinica se alza justamente en el solar de la calle de Parras donde vivió aquella entusiasta devota.
LA ESPADA DEL NAZARENO DE LÁGRIMAS Y FAVORES
La explicación hay que rastrearla muchos siglos atrás cuando en el seno de la Iglesia existía una controversia en torno a la Inmaculada Concepción de María, o sea la creencia de que la Madre de Jesús había sido concebida sin el pecado original, al contrario del resto de la humanidad que arrastra este rémora adquirida desde la rebeldía de Adán en el jardín del Edén. En la corroboración de esta prerrogativa mariana jugaron un papel muy importante las hermandades, siendo la del Silencio de Sevilla en 1615 la primera donde sus integrantes juraron morir en defensa de la misma, más de doscientos años antes de que finalmente esta doctrina fuese declarada dogma de fe bajo el pontificado de Pío IX.
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Los hermanos de Lágrimas y Favores, mayordomía englobada en las Cofradías Fusionadas, profesan una especial devoción a este misterio, lo que se hace patente en el templete del frontal del trono, o en la elección del 8 de diciembre como fiesta de celebración a su titular. Además en el cuerpo procesional los nazarenos que flanquean la bandera inmaculadista blanden respectivamente un cirio y una espada como recordatorios visibles de la fe y la defensa que en el pasado se hizo de este privilegio mariológico.
LA ROCA DEL CRISTO DE LA HUMILDAD Y PACIENCIA
Esta imagen muestra al Señor sentado sobre una roca, meditabundo tras ser despojado de sus vestiduras y a la espera de ser crucificado. Nada más natural que sobre el áspero monte del Calvario algún animalito fuese involuntario testigo de esta ignominia. De esta forma, el escultor Manuel Ramos Corona ha introducido en la peana abrupta de la escultura una salamanquesa que pone una nota simpática en una representación tan lastimosa.
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El caso es que con ello, quizás sin proponérselo, el artista ha aportado un precioso simbolismo, ya que desde antiguo este pequeño reptil se ha asociado a la idea de la regeneración y la inmortalidad implícitas en el triunfo de Cristo sobre la muerte. Y eso no solo porque es capaz de renovar su cola perdida, sino por cuanto se creía que era capaz de vivir en medio de las llamas, como se recoge en el capítulo XLV de 'El Quijote'. Por esto mismo también se ha asociado a la acción del Espíritu Santo y al fuego de Pentecostés, lo que explica una de las joyas más famosas que luce la Patrona de Almonte y de la que se canta: «La Virgen del Rocío lleva en el hombro/ una salamanquesa de plata y oro».
EL OLIVO DEL MANTO DE LA VIRGEN DE LA CONCEPCIÓN
El manto de la Virgen de la Concepción luce un olivo bordado, lo que puede resultar obvio en una corporación que venera el pasaje de Getsemaní, pero que posee además una historia que contar. Esta prenda le fue encargada al bordador Leopoldo Padilla no por la Archicofradía del Huerto, sino por quien hacia 1948 era hermano mayor de la misma, Lorenzo Silva de los Ríos, quien determinó costearla de su propio bolsillo.
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Hasta tres dibujos llegó a presentar el artista, deseoso de no plegarse al gusto del donante que a toda costa quería que en el manto figurase un olivo, no solo en relación al misterio de la hermandad, sino en atención a su gremio, ya que él era un acreditado industrial del ramo del aceite, y regentaba unos grandes almacenes enclavados en calle Cuarteles.
Finalmente, don Lorenzo impuso su voluntad y el bordador incluyó el árbol en el boceto definitivo, dándose la circunstancia de que, por entonces, el Señor del Huerto todavía poseía una parcela rústica que le había sido ofrendada por un devoto, lo que era muy frecuente en tiempos pasados, y la fotografía de uno de los olivos allí plantados sirvió como modelo para el árbol de un manto, que cuando se estrenó pasó por ser el más lujoso de toda la Semana Santa malagueña.
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LOS BÁCULOS DEL PRENDIMIENTO
Algunos de los penitentes que figuran abriendo la procesión de la Cofradía del Prendimiento portan báculos, atributos propios de los obispos, que, al menos desde el siglo IV, vienen utilizándolos como figuración del cayado que utilizan los rabadanes para apacentar sus ovejas, a quienes se comparan a semejanza de Cristo quien se definió a sí mismo como El Buen Pastor(Juan 10, 11). Como ocurre con los ornamentos sagrados, el báculo tiene una simbología añadida de la que se desprende que el vástago, de material duro significa la firmeza y la forma corva del remate, que se revuelve hacia el suelo, alude a la compasión y la blandura con los que los obispos han de tratar y corregir a su rebaño.
Los báculos que pertenecen a esta hermandad capuchinera, de una gran esbeltez, fueron realizados en 1993 en metal plateado por el taller de Manuel Ramos de Rivas. Otras cofradías en Málaga han usado de estas insignias en número no inferior a cuatro, por lo que no induce a ninguna mala interpretación, viniendo a considerarse como una seña de respeto a la dignidad episcopal. Cabe recordar que la diócesis malacitana, como toda la Bética, fue cristianizada en fechas muy tempranas y que el primero de sus prelados conocidos, San Patricio, data del siglo IV.
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