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Antonio M. Romero
Viernes, 14 de noviembre 2014, 01:31
Desde la llegada del Papa Francisco al sillón de Pedro, de Roma soplan aires nuevos y renovadores en la Iglesia católica. El Sumo Pontífice ha abierto debates que hasta ahora parecían tabúes y ha promovido movimientos de acercamiento e integración a colectivos que habían estado desplazados como los divorciados o los gays. Unos mensajes modernizadores, de tolerancia y fraternidad para adaptar una institución milenaria a la sociedad actual que chocan con algunas actitudes aún ancladas en posiciones inmovilistas. Un ejemplo de ello se vive en Málaga, donde la cúpula de la diócesis, encabezada por su obispo, Jesús Catalá, está alineada en el ala más conservadora de la Iglesia y se resiste a los cambios.
Lo sabe muy bien el mundo cofrade a tenor de los acontecimientos vividos en el último año: a pesar de que desde el Obispado se trate de ocultarlo y de enmascarar la realidad con otras causas, dos hermanos mayores, Juan Partal (Cautivo) y Antonio Villalba (Estrella), han tenido que dimitir por estar divorciados; la cúpula del Palacio de Santa María protestó enérgicamente por el nombramiento, por parte de la Agrupación de Hermandades de Gloria, de un político comunista y católico como Pedro Moreno Brenes como pregonero y criticó posteriormente el contenido de su intervención; y además obligó, tras presionarla, a la Hermandad de la Humildad a desvincularse de las palabras del pregonero de la Juventud Cofrade, el joven Miguel Gutiérrez, que defendió el matrimonio homosexual por la Iglesia y denunció que se apartara a hermanos mayores divorciados de su cargo. Y todo ello sin olvidar que la Hermandad de Zamarrilla lleva nueve años intervenida por la diócesis y aún no se ha dado luz verde a la convocatoria de elecciones para que los hermanos hablen.
Estos hechos han creado un clima de malestar, desazón y hasta de cierto miedo en el seno del mundo cofrade. Los responsables de las hermandades no quieren hablar públicamente por temor a represalias, aunque algunos, en privado, consideran que la situación es insostenible y que puede estallar. Se quejan de la excesiva tutela que la Iglesia ejerce sobre las cofradías y de la aplicación tan dura de ciertas medidas. Máxime cuando no hay ecuanimidad ni proporcionalidad en las decisiones.
No solo entre los cofrades hay malestar, cierto sector del clero también sostiene, en privado, que la situación es insostenible porque se puede ir de las manos y porque la imagen que se transmite no cuadra con la que llega desde Roma.
Mientras tanto, y al hilo de los últimos acontecimientos, las preguntas se suceden en el mundo cofrade: ¿si un hermano mayor ha demostrado capacidad de gestión y no ha dado motivos de escándalo público, debe dimitir si es su mujer quien le ha pedido el divorcio? ¿quiénes van a ser las próximas víctimas de esta especie de caza de brujas, los gays? ¿Deben las cofradías poner pie en pared y reaccionar con unidad frente al Obispado antes de que la situación se enrede aún más?¿Se ha entrado en las cofradías en el juego del todo vale para atacar a aquel con quien no se está de acuerdo?
Porque si bien no cabe duda de que la cúpula de la Iglesia malacitana tiene una gran responsabilidad en la actual situación, no es menos cierto que los cofrades deberían hacer también un ejercicio de contricción ya que, en ocasiones, con ciertas actuaciones y actitudes, en defensa de intereses personales por encima de los generales de la cofradía, se está llegando a episodios de fuerte división en las hermandades, que no deben olvidarse que son organizaciones religiosas que promueven la devoción a unas imágenes y un mensaje de fraternidad y amor entre sus integrantes. Con todo, el Obispado no debería fomentar estos conflictos internos dejándose instrumentalizar por una de las partes, sino ser más imparcial.
A Juan Partal como antes a Antonio Villalba le han obligado a dejar sus responsabilidades en el seno de la cofradía, pero lo que nunca le podrán quitar desde el poder eclesiástico es la devoción y el amor a Jesús Cautivo y la Virgen de la Trinidad.
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